Versículo base: «Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.» (Apocalipsis 4:1, NBLA)
El Dios sentado en Su trono
Hay algo que deseamos en silencio cuando no comprendemos lo que sucede en este mundo y vemos tanta injusticia y dolor: que un día se nos corra un poco la cortina del cielo para poder ver el porqué o encontrar alguna explicación. Me gusta pensar en el capítulo 4 de Apocalipsis como precisamente eso. Si algo necesitaban Juan y los lectores de la carta era ver dónde estaba Dios, y convencerse de una sola cosa: que está donde siempre ha estado, sentado en Su trono, y que no ha perdido el control de su creación y mucho menos ha perdido cuidado por Su pueblo.
Entendiendo el pasaje
La visión de Juan se parte en dos aquí. En primer lugar, pasa de una visión terrenal con instrucciones sobre mensajes a iglesias específicas para animarlos en medio de la persecución, a un mensaje celestial, una visión de los cielos. En segundo lugar, la frase “después de estas” remarca la idea de un aspecto futuro. Algunos eruditos dividen el libro de Apocalipsis por esta frase: “las cosas que has visto” (capítulo 1), “las que son” (el estado de la iglesia), y “las que han de ser después de estas” (las profecías futuras).
Ha habido varias teorías acerca de si ese es un futuro inmediato o lejano, o la repetición cíclica de los acontecimientos a lo largo de la historia. Lo que está claro es que lo que Juan está a punto de ver era absolutamente necesario para que el pueblo entendiera dos cosas fundamentales: el Señor está en Su trono reinando, y Él cumplirá todo lo que ha dicho para dar tanto a los justos como a los injustos la merecida recompensa. Esta visión no es solo información profética; es terapia espiritual para almas desesperanzadas.
Tres verdades bíblicas
1. En medio del sufrimiento necesitas recordar que el cielo gobierna Los destinatarios de la carta veían a muchos creyentes morir y ser despedazados, pero necesitaban saber dónde estaba el verdadero Rey. Te pasa lo mismo: cuando pierdes de vista la soberanía y el gobierno de Dios te llenas de temores y ansiedades. Por eso necesitas volver una y otra vez a esta verdad. Esa situación que te está quitando el sueño, esa injusticia que parece no tener solución, ese problema que se ve más grande que tus fuerzas – todo está bajo el gobierno del que se sienta en el trono.
2. Dios no deja de ser misericordioso Hay algo en este pasaje que a menudo se pasa por alto: Dios está rodeado de un arcoíris. El pueblo de Dios entendía eso perfectamente – es el recordatorio del pacto y de que Dios no faltará a Su Palabra. Ese Soberano sigue siendo fiel. Necesitas recordar que sus misericordias jamás se terminan, que nuevas son cada mañana. El mismo Dios que tiene poder para juzgar es el que ha prometido no destruir otra vez la tierra con diluvio. Su poder está enmarcado por su fidelidad.
3. Dios es santo y ha de venir El capítulo 4 destaca atributos de Dios que necesitaba un pueblo desanimado, pero había uno que necesitaban escuchar con urgencia: ese Dios misericordioso, soberano y santo volverá por segunda vez. Aunque algunos estuvieran sin esperanza, necesitaban recordar esa promesa, y tú también. A veces ves que pasan y pasan cosas y que la injusticia triunfa aparentemente, pero un día Él vendrá a poner fin a todas las cosas. Esa promesa sigue siendo verdad para ti hoy.
Reflexión y oración
Juan necesitaba ver más allá de las circunstancias inmediatas de las iglesias perseguidas, y nosotros necesitamos lo mismo. Cuando nuestro horizonte se limita a lo que vemos en este mundo, perdemos perspectiva y esperanza. Pero cuando Dios nos invita a “subir acá”, vemos que Él nunca dejó el trono, nunca perdió el control, y nunca olvidó sus promesas. Esta visión celestial no es escapismo; es realismo eterno.
Padre celestial, cuando las circunstancias de este mundo me abrumen y pierda la perspectiva, abre mis ojos para ver tu trono. Recuérdame que aunque no entienda todo lo que permites, tú sigues siendo soberano sobre cada detalle. Gracias por el arcoíris de tu misericordia que rodea tu trono, recordándome que tu poder nunca se divorcia de tu fidelidad. Ayúdame a vivir hoy con la confianza de que tú reinas y que un día volverás a hacer todas las cosas nuevas. En el nombre de Jesús, amén.
Mañana veremos algo aún más extraordinario: cómo el Cordero que fue inmolado se convierte en el León que abre los sellos del juicio, recordándonos que el mismo Jesús que murió por nuestros pecados es quien vindicará toda injusticia.