Versículo base: «Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo» (Romanos 10:17, NBLA)
El método divino para la salvación
Me encanta este capítulo porque quien lee el capítulo 9 podría quedar con la idea de que “si Dios es quien escoge, no hay nada que hacer”. Pero en el capítulo 10 vemos a un Dios activo llamando a todos, tanto a judíos como a gentiles, a salvación por medio de la predicación del evangelio. Dado que los escogidos no lo son por sus méritos humanos sino por la fe, entonces el mensaje del evangelio debe ser expuesto a todos los que puedan oírlo para que el Señor abra sus ojos y vean su salvación.
De eso trata el capítulo 10: del cómo de la salvación. Es el segundo peldaño de este bloque (capítulos 9, 10, 11) donde Pablo explica cómo es que Dios ha salvado a judíos y gentiles, y cómo ninguno puede atribuirse algún mérito o favoritismo—algo crucial para frenar la jactancia que los estaba dividiendo en Roma. Hasta ahora la idea es mas ao menos esta: Todos son iguales porque todos son pecadores, todos son iguales porque todos han sido justificados con la misma Justina, todos son iguales porque todos han recibido el mismo espíritu y todos son iguales porque fueron salvos por la fe y no por mérito étnico o humano.
Entendiendo el pasaje
Pablo comienza expresando su anhelo por la salvación de Israel, pero luego diagnóstica su problema: «tienen celo por Dios, pero no conforme al conocimiento pleno». Israel, o el pueblo judío, está tratando de «establecer su propia justicia» en lugar de someterse a la justicia de Dios. Es que es irónico: están tan ocupados tratando de ganar la aprobación de Dios que han rechazado al único que la puede proveer.
Como resultado de eso, Pablo contrasta dos tipos de justicia: la que viene por la ley (hacer) y la que viene por la fe (creer). Usa un pasaje del Deuteronomio para mostrar que la justicia por fe no es complicada ni inalcanzable. No tienes que subir al cielo ni descender al abismo para encontrarla. Está «cerca de ti, en tu boca y en tu corazón»—es decir, en el mensaje del evangelio que se predica.
Luego viene la secuencia de palabras que quizás es más conocida del capítulo: «Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo». No hay diferencia entre judío y griego; el mismo Señor es Señor de todos, rico para con todos los que le invocan. «Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo».
Y es aquí donde surge la inquietante pregunta ¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que haya quien predique? Aquí se ve la absoluta necesidad de la predicación del evangelio. La fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Cristo.
Tres verdades bíblicas
- Si la fe viene por el oír, debemos ser fieles a lo que Dios dijo Solo el mensaje del evangelio salva. A veces pensamos que si solo somos buenas personas, nuestras acciones hablarán por sí solas y la gente que nos ve creerá. Pero la verdad es que un moralista puede hacer eso sin necesariamente va a pasar que la gente entienda que son pecadores y necesitan un Salvador. El evangelio debe ser hablado, articulado con palabras claras y presentado con urgencia. No podemos callar y omitir el mensaje que es la única esperanza para quienes están lejos del Señor. Tu testimonio silencioso puede abrir puertas, pero el evangelio debe ser proclamado con palabras. Las personas necesitan escuchar que son pecadores, que Cristo murió por ellos, y que pueden ser salvos por fe.
- La salvación viene por creer, no por hacer Esta es una de las cosas más chocantes del evangelio: que no tiene que ver con algo que hagamos. De hecho, ni siquiera somos salvos por amar, porque eso sería una obra. El Señor diseñó su plan redentor de tal manera que el hombre es salvo por la única cosa que no es una obra: la fe. La fe es una confianza que se produce cuando somos expuestos a la palabra de Dios y que nos impulsa al arrepentimiento, lo cual sí involucra acciones. Pero la fe misma es, como dice Efesios, un don de Dios para que nadie se gloríe. Nadie puede decir que tuvo más fe que otro, porque es la misma fe de una misma fuente y por eso nadie puede alardear de ella. Tu salvación no depende de cuánto hagas por Dios, sino de lo que crees acerca de lo que Dios hizo por ti.
- Dios usa medios ordinarios para lograr resultados extraordinarios No deja de ser asombroso que Dios se valga de medios ordinarios para algo tan extraordinario como salvar a los pecadores: alguien debe ser enviado, debe predicar, otros deben oír, deben creer, deben invocar, y serán salvos. Dios podría salvar a las personas directamente, o enviando ángeles, pero ha escogido usar instrumentos humanos, palabras humanas, voces humanas, pecadores redimidos humanos. Esto significa que la evangelización no es opcional. Eres parte del plan de Dios para que otros escuchen el evangelio. No necesitas ser predicador profesional, pero sí necesitas estar dispuesto a compartir las buenas nuevas. La salvación de otros puede depender de tu fidelidad para hablar el mensaje que Dios te ha dado.
Reflexión y oración
La soberanía de Dios no anula nuestra responsabilidad; de hecho, la afirma. Él es soberano sobre los medios que usa para salvar, y ha escogido usar la predicación del evangelio. Esto debería llenarnos tanto de humildad como de urgencia: humildad porque no depende de nosotros, urgencia porque somos instrumentos necesarios.
Padre, te alabo porque tu plan de salvación es tan simple que hasta un niño puede entenderlo, y tan profundo que los ángeles lo contemplan con asombro. Gracias porque la salvación viene por creer, no por hacer. Úsame como instrumento para que otros escuchen tu evangelio. Dame valor para hablar tu palabra con claridad y amor. Que mi vida y mis palabras sean parte de tu plan para que muchos invoquen tu nombre y sean salvos. En el nombre de Jesús, amén.