Devocional para el 20 de febrero

Comparte este devocional:

Versículo base:
Éxodo 3:11 – “Pero Moisés dijo a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón, y para sacar a los hijos de Israel de Egipto?”

La crisis de identidad de Moisés

Todos hemos enfrentado momentos en los que nos hemos sentido insuficientes. A estas alturas Moisés es un anciano que pastoreaba ovejas en el desierto, él también enfrentó su crisis de identidad cuando Dios lo llamó para liberar a Israel. Después de todo ,hHabía pasado de ser un príncipe en Egipto a un exiliado sin influencia ni recursos. Su pregunta, “¿Quién soy yo?”, refleja su inseguridad y su visión centrada en sí mismo.

Lo que Moisés no entendía es que su llamado no dependía de su capacidad, sino de la presencia y el poder de Dios. A través de este encuentro en la zarza ardiente, Dios lo llama y le revela el principio fundamental del servicio: No eres tú, soy yo.

Entendiendo el pasaje: Dios llama y respalda

La historia de Moisés es la historia de un Dios que usa instrumentos débiles para cumplir su plan. Moisés presentó varias objeciones:

  1. “¿Quién soy yo?” (v. 11) – Moisés se enfocaba en su insuficiencia, recordando su fracaso anterior en Egipto y su vida actual en el desierto. Dios, en lugar de elevar su autoestima, le da una promesa: “Yo estaré contigo” (v. 12). No importaba quién era Moisés, sino quién era Dios. La seguridad de su éxito no estaba en su capacidad, sino en la presencia divina.
  2. “¿Quién me envía?” (v. 13) – Moisés quería saber el nombre de Dios para dar credibilidad a su mensaje. En el mundo antiguo, conocer el nombre de alguien implicaba tener acceso a su identidad y carácter. Dios le revela su nombre: “YO SOY EL QUE SOY” (v. 14), una declaración de su eternidad, soberanía y autosuficiencia. Con esto, Moisés debía entender que no iba en nombre propio, sino en el del Dios eterno que gobierna sobre todas las cosas.
  3. “No me creerán” (4:1) – Moisés dudaba de la receptividad del pueblo y temía ser rechazado. Dios le responde con señales milagrosas: convertir su vara en serpiente, su mano leprosa sanada y el agua del Nilo convertida en sangre. Estas señales no solo autenticarían su llamado, sino que demostrarían el poder de Dios sobre los dioses egipcios. Moisés no necesitaba ser persuasivo, solo debía ser obediente y confiar en que Dios respaldaría su palabra con poder.

En cada objeción, Dios responde con gracia, paciencia y poder. Moisés no necesitaba ser fuerte, solo necesitaba confiar y obedecer.

Tres verdades bíblicas

  1. Dios usa a los débiles para cumplir su propósito.
    Moisés creía que su pasado y su debilidad lo descalificaban, pero Dios elige a los que el mundo considera inadecuados para mostrar su gloria. No es nuestra suficiencia lo que importa, sino la obra de Dios en nosotros.
  2. La autoridad del llamado viene de Quién envía, no de quién es enviado.
    Nuestra suficiencia no está en nosotros mismos, sino en la presencia de Dios. No es nuestra capacidad, sino su respaldo lo que hace la diferencia. Cuando Dios llama, también equipa y capacita.
  3. Conocer a Dios transforma nuestra inseguridad en obediencia.
    La revelación de Dios como “YO SOY” mostró a Moisés que no necesitaba respuestas humanas, sino confiar en la naturaleza inmutable y todopoderosa de Dios. Cuanto más conocemos a Dios, más crecemos en fe y obediencia.

Reflexión y Oración

Cuando Dios nos llama, no nos envía sin recursos. Nos da su presencia, su Palabra y su poder. Como Moisés, podemos presentar excusas, pero Dios nos recuerda: “Yo estaré contigo”. No se trata de quiénes somos, sino de Quién es Él.

Oremos:

“Señor, gracias porque no depende de nosotros, sino de Ti. Perdónanos por nuestras excusas y ayúdanos a confiar en tu presencia. Usa nuestras debilidades para mostrar tu gloria y que podamos obedecerte sin temor. En el nombre de Jesús, Amén.”


Lecturas del plan para hoy:

Éxodo 3, Lucas 6, Job 20, 1 Corintios 7.

¿Dónde quieres recibir los devocionales?

Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.