Versículo base: «Pero esto digo: el que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará. Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:6-7, NBLA)
La generosidad que nace del evangelio
Una de las objeciones más comunes que escucho de personas que dicen ser creyentes para no comprometerse con la iglesia es que no están dispuestos a dar su dinero a un hombre para que satisfaga sus placeres y los de toda su familia. Y aunque debemos admitir con vergüenza que a menudo la fe se toma como trampolín para negociar con la espiritualidad de las personas, debemos lamentar al mismo tiempo que este tipo de ideas nos empujen al extremo opuesto, donde poco importa la generosidad y el dar ofrendas como parte de los deberes cristianos. Debemos decirlo enérgicamente: que algunos perviertan los principios de la palabra de Dios no los invalida como un deber y un llamado legítimo de obediencia.
Entendiendo el pasaje
2 Corintios 9 es el pasaje que más explícitamente habla sobre el dar en la iglesia. Aunque no es el único, quizá es de los más conocidos. Es importante entender el contexto: Pablo no se refería aquí a la ofrenda regular del domingo, sino a una colecta especial para ayudar a los creyentes necesitados en Jerusalén que atravesaban una hambruna severa. Los corintios habían prometido participar un año antes, y ahora Pablo les escribe para animarles a completar lo que habían comenzado con tanto entusiasmo.
Ahora bien, aunque el contexto inmediato era una ofrenda específica para una crisis particular, los principios que Pablo establece aquí son extensibles a toda práctica de generosidad en la iglesia. El apóstol usa la imagen de la agricultura, algo que cualquier persona en Corinto entendería perfectamente: el agricultor que apenas esparce unas pocas semillas no puede esperar una cosecha abundante. Veamos, esto no establece una ley mecánica de dar para recibir en alguna proporción matemática, lo cual convertiría la ofrenda en una transacción comercial con Dios. Más bien, Pablo muestra cómo Dios está dispuesto a bendecir con abundancia a quienes son generosos, permitiendo que por medio de su generosidad muchos sean bendecidos. Como vemos con Gayo en 3 Juan, a quien el apóstol alaba por su generosidad con los hermanos, hay una forma en que Dios bendice el alma generosa y la hace prosperar espiritualmente. El énfasis está en el espíritu de la ofrenda: «como propuso en su corazón», no con tristeza ni por obligación. La palabra griega para «obligación» es ἀνάγκη (anánke), que implica compulsión externa, presión, necesidad forzada. Dios no quiere donantes reluctantes sino corazones alegres.
Tres verdades bíblicas
- La generosidad genuina nace del evangelio, no de la manipulación Nadie debe dar por obligación. Tu generosidad debe ser genuina y nacer de tu entendimiento del evangelio, de un Cristo que se dio completamente por ti cuando no tenías nada que ofrecerle. Cuando alguien te presione para dar, cuando sientas que están manipulando tus emociones con música suave o historias diseñadas para hacerte sentir culpable, detente. Esa no es la generosidad que Dios busca. El evangelio es suficiente para persuadirte. Si conoces verdaderamente la gracia de Cristo, quien siendo rico se hizo pobre para que tú por su pobreza fueras enriquecido, no necesitas que nadie te obligue a ser generoso. La presión externa produce resentimiento; el evangelio produce gratitud desbordante.
- Dios rechaza las ofrendas dadas con amargura No des con tristeza ni por necesidad. Si das porque todos están mirando, si tu corazón se resiente mientras tu mano se mueve, es mejor no dar, . Dios no necesita tu dinero; Él es dueño del ganado sobre mil colinas. Lo que busca es un corazón que ha sido tocado por su gracia. Cuando das de mala gana, estás diciendo que confías más en tu dinero que en el Dios que promete suplir todas tus necesidades. Examina tu corazón antes de dar. Si hay tristeza o resentimiento, primero lidia con eso en oración. y esto, vale aclararlo, no solo aplica para la generosidad en el contexto De la Iglesia, sino la generosidad en general, con los hermanos necesitados, con nuestro prójimo.
- La alegría en el dar atrae el favor especial de Dios Dios ama al dador alegre. La palabra griega para «alegre» es ἱλαρός (hilarós), de donde viene nuestra palabra «hilarante». Es una alegría contagiosa, desbordante, casi risueña. y lo que el texto dice es que ese tipo de actitud agrada a Dios. Porque sí, la actitud importa e importa mucho más que la cantidad que se da. No es que Él te ame más, pero hay un favor particular, una bendición específica para quienes reflejan su propia naturaleza generosa. Piensa en cómo das regalos a tus hijos o amigos: ¿no te deleitas cuando sus ojos brillan de emoción al dar? Así es Dios contigo. Él promete que hará que sobreabunde en ti toda gracia, para que tengas siempre todo lo suficiente y sobreabunde para toda buena obra. Bien lo dijo el Señor, es más bienaventurado dar que recibir.
Reflexión y oración
La generosidad cristiana no es una estrategia de inversión ni una obligación religiosa; es la respuesta natural de un corazón que ha experimentado la gracia desbordante de Cristo. Cuando entendemos cuánto hemos recibido, dar se convierte en gozo, no en carga. El evangelio produce dadores alegres porque nos muestra a un Dios que dio alegremente a su Hijo por nosotros.
Padre, perdóname por las veces que he dado de mala gana o por presión social. Perdóname por las veces que he cerrado mi mano cuando podía haberla abierto. Ayúdame a ver mi dinero y posesiones como herramientas para tu Reino, no como mi seguridad. Dame un corazón como el tuyo, que encuentra gozo en la generosidad. Que mi dar sea un reflejo de tu gracia en mi vida, no una transacción religiosa. Líbrame de la avaricia que se disfraza de prudencia y de la tacañería que se viste de sabiduría. Hazme un canal de bendición para otros, y que mi alegría al dar testifique de tu bondad. En el nombre de Jesús, quien lo dio todo por mí. Amén.
Lecturas del plan para hoy: 2 Samuel 16, 2 Corintios 9, Ezequiel 23, Salmos 70-71