Versículo base: «Tendrán el quincuagésimo año como año de jubileo: no sembrarán, ni segarán lo que nazca espontáneamente, ni vendimiarán sus viñas que estén sin podar. Porque es jubileo, les será santo. De lo que produzca el campo, comerán.» (Levítico 25:11-12)
El jubileo: liberación y restauración divina
El concepto de un “reinicio económico” completo parece una locura en estos tiempos modernos. Es que solo imagínate un momento en que todas las propiedades vuelven a sus dueños originales, las hipotecas quedan saldadas, todas las deudas en los bancos quedan canceladas, y todo comienza de nuevo. Esta idea, tan revolucionaria hoy como lo era entonces, no surgió de algún movimiento social moderno sino del corazón mismo de Dios por lo que deberíamos evitar ver este texto como la sugerencia de algún modelo económico. El año del jubileo representaba un poderoso recordatorio de que la tierra pertenece últimamente a Dios, y que Él desea que su pueblo viva en libertad incluso de la esclavitud que pueden representar las cosas materiales.
Entendiendo el pasaje
La ley del jubileo en Levítico se encuenta ubicado dentro de las leyes de santidad (capítulos 17-26), este mandato aparece justo después de la institución del año sabático y representa su culminación. Cada cincuenta años, después de siete ciclos de siete años, Israel debía proclamar un “jubileo” (del hebreo yobel, “cuerno de carnero” usado para anunciarlo).
El jubileo abarcaba varios elementos fundamentales: la tierra descansaba completamente; todas las propiedades vendidas regresaban a sus dueños originales; los esclavos hebreos eran liberados; y las deudas quedaban canceladas. Esta legislación tenía tanto un carácter económico como teológico. Recordaba al pueblo que la tierra pertenecía ultimadamente a Dios (v.23: “la tierra mía es”), que ellos eran simplemente administradores, y que las estructuras sociales injustas no debían perpetuarse indefinidamente.
Tres verdades bíblicas
- Dios establece límites a la acumulación y el poder El jubileo prevenía la concentración permanente de riqueza y poder en pocas manos. Cualquier venta de tierras era realmente un “arrendamiento temporal” hasta el próximo jubileo. Esta provisión aseguraba que las familias no perdieran permanentemente su herencia ni quedaran atrapadas en ciclos generacionales de pobreza. Dios conoce nuestra tendencia a acumular y a construir reinos personales, por eso instituyó este corrector sistémico. No debemos permitir que la acumulación de posesiones, poder o control se convierta en un fin en sí mismo. El jubileo es un recordatorio de que todo lo que “poseemos” es realmente prestado, y que estamos llamados a administrarlo con una mano abierta, con generosidad.
- El descanso refleja confianza en la provisión divina Durante el año del jubileo, Israel no debía sembrar ni cosechar, sino confiar en la provisión previa de Dios. Esta prohibición de trabajar la tierra parecía económicamente contraproducente, pero revelaba algo espiritual: la vida no depende últimamente de nuestros esfuerzos, sino de la bondad de Dios. La liberación del trabajo constante recordaba que la identidad del pueblo no estaba en su productividad, sino en su relación con Dios. Qué apropiado es esto para estos tiempos en los que vivimos tan obsesionados con el rendimiento, la productividad y la actividad perpetua, este principio es confrontador. Nuestra productividad no es lo que nos define sino la confianza en el Señor y su provisión.
- Cristo proclamó y cumplió el jubileo definitivo Al iniciar su ministerio en Nazaret, el Señor leyó de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos… para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año favorable del Señor” (Lucas 4:18-19). Luego declaró: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos”. Él estaba proclamando el jubileo espiritual definitivo. Su obra redentora cumple y supera la promesa del jubileo: ofrece libertad del pecado, cancelación de nuestra deuda espiritual, y restauración de nuestra relación con Dios. La liberación temporal del jubileo hebreo apuntaba hacia la liberación eterna que Cristo traería. En la cruz sonó hasta los cielos el cuerno de nuestra liberación.
Reflexión y oración
Dios es un Dios de restauración. A todos nos gusta oir: borrón y cuenta nueva cuando somos los que tenemos la deuda, y eso es justo lo que el Señor ha hecho al perdonar nuestros pecados. Por otro lado, aunque el jubileo como institución legal pertenece al antiguo pacto, sus principios de generosidad, justicia económica, y confianza en la provisión divina siguen siendo relevantes. Más importante aún, el jubileo nos señala hacia Cristo, quien proclamó y cumplió el “año agradable del Señor” de manera definitiva. En Él, hemos recibido un jubileo infinitamente más valioso que cualquier cancelación de deudas terrenales.
Padre celestial, gracias por enviarnos a tu Hijo, quien proclamó y cumplió el jubileo definitivo. Reconozco que todo lo que tengo viene de ti y te pertenece ultimadamente. Líbrame de la tendencia a acumular posesiones, poder o control. Enséñame a vivir con manos abiertas, confiando en tu provisión. Gracias por cancelar mi deuda espiritual a través de la cruz. Ayúdame a extender esa misma generosidad y gracia hacia otros, especialmente hacia quienes están económicamente oprimidos o socialmente marginados. Que mi vida refleje los valores del jubileo: justicia, compasión y descanso en tu suficiencia. En el nombre de Cristo, mi libertador. Amén.