Versículo base: «Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por Sus heridas hemos sido sanados» (Isaías 53:5, NBLA)
El corazón del evangelio
Si tuviéramos que mencionar un pasaje famoso de Isaías, estoy seguro que aparecería alguna referencia a Isaías 53 casi que por unanimidad. La relevancia de este pasaje está, más allá del contenido, en la solemnidad con la que se recrean aquí los padecimientos del Salvador. Toda la teología de la redención podría ser reconstruida a partir de este pasaje. Fue este mismo el que leía el eunuco etíope en el libro de los Hechos y por medio del cual vino a salvación. Hay mucho del deseo de un Dios Salvador en este texto que espero que puedas ver y abrazar.
Entendiendo el pasaje
Nos encontramos en la segunda sección del libro de Isaías, específicamente en lo que los estudiosos llaman «los cánticos del Siervo Sufriente». Este cuarto cántico, que abarca los capítulos 52:13 al 53:12, representa el punto culminante de la revelación profética sobre la obra redentora del Mesías. Aquí Isaías está mostrando, de manera muy precisa, el plan eterno de Dios para la salvación de la humanidad.
El pasaje está estructurado como un contraste entre el rechazo humano del Siervo y la exaltación que Dios hace del mismo. El versículo 5 es, si pudiera decirse, el centro teológico de todo el capítulo, donde se revela la naturaleza sustitutiva del sufrimiento del Mesías. La palabra hebrea «chalal» (herido) implica una herida mortal, mientras que «daka» (molido) sugiere un quebrantamiento completo. Este lenguaje que tiene características proféticsa apunta inequívocamente a la persona de Jesús, cumpliendo con una precisión asombrosa lo que sucedería setecientos años después en la cruz del Calvario.
Tres verdades bíblicas
- El plan redentor no es un plan B Desde el Antiguo Testamento la idea de redimir estaba clara. Dios no trajo este plan como algo repentino o improvisado después de que las cosas «salieran mal». La cruz no fue una reacción desesperada de Dios ante el pecado humano, sino el cumplimiento de un plan eterno diseñado antes de la fundación del mundo. Esto nos ayuda a conectar al Dios fiel del Antiguo Testamento con el mismo que cumplirá sus promesas futuras, porque no ha cambiado. Al mismo tiempo, esto hace la Biblia un libro confiable precisamente por su integridad. Cuando enfrentas incertidumbre sobre el futuro, recuerda que el mismo Dios que planeó tu salvación desde la eternidad también tiene planes específicos para tu vida.
- El justo ha sido castigado por los injustos Cuando pensamos en la salvación, a veces la vemos como algo que sucedió en alguna sala secreta en los cielos, pero la verdad es que hemos sido salvos por un acto judicial público y real. Dios no miró para otro lado por nuestros pecados; él es santo y justo, no puede hacer eso. En lugar de ello, cargó toda nuestra maldad sobre alguien que pudiera resistirla y al mismo tiempo redimirla. Cristo no solo murió «por» nosotros, sino «en lugar de» nosotros. Esto te da la garantía absoluta de que tus pecados ya han sido perdonados y nadie te puede acusar delante de Dios si has creído en Cristo. Cuando la culpa te atormente, cuando sientas que no mereces el perdón, recuerda que la justicia de Dios ya fue satisfecha completamente en la cruz.
- La redención en Cristo es completa El Señor no salvó solo unas partes de tu ser. Has sido sepultado con él y unido a él en cada aspecto de tu existencia. Puedes confiar en que no hay área de tu vida que esté fuera del alcance del poder del evangelio. Tu mente, tu cuerpo, tus emociones, tus relaciones, tu trabajo, todo ha sido redimido y el Señor te llama a vivir en el poder de esa redención. No hay nada que el evangelio no pueda solucionar. Esa ansiedad que te persigue, esa relación rota que cargas, ese patrón de pecado que parece invencible: Cristo ya pagó por todo eso y su poder está disponible para ti hoy.
Reflexión y oración
El evangelio no es una teoría abstracta sobre Dios, sino la realidad histórica de que él mismo vino a cargar nuestro castigo. En cada herida de Cristo vemos nuestras transgresiones. En cada gota de su sangre vemos el precio de nuestra paz. No hay sufrimiento humano que él no haya experimentado, no hay dolor que él no comprenda.
Padre, te damos gracias porque no escatimaste ni a tu propio Hijo, sino que lo entregaste por todos nosotros. Gracias porque en Cristo nuestro castigo ya fue pagado, nuestra culpa ya fue removida, y nuestra paz ya fue comprada. Ayúdanos a vivir hoy en la realidad de esta redención completa. Que podamos descansar en la obra terminada de Cristo y caminar en la libertad que ya hemos recibido. En el nombre de Jesús, amén.