Versículo base: «Cuando Ahitofel vio que no habían seguido su consejo, aparejó su asno y se levantó y fue a su casa, a su ciudad. Puso su casa en orden y se ahorcó. Así murió, y fue sepultado en el sepulcro de su padre» (2 Samuel 17:23, NBLA)
El peso mortal del rechazo
¿Cuándo fue la última vez que fuiste rechazado? ¿Cómo te sentiste? ¿Tomaste alguna decisión movida por ese rechazo? Es posible que para algunos el ser rechazado no sea un problema mayor, pero sin duda la causa de la amargura en muchas personas viene como consecuencia de no sentirse aceptados o que las expectativas sobre cómo esperan ser tratados no se cumplan. Necesitamos estar bien equipados para responder a ese tipo de sentimientos, los cuales, mal manejados, pueden traer consecuencias catastróficas como las que veremos en este pasaje.
Entendiendo el pasaje
El contexto de este versículo nos lleva al momento más oscuro del reinado de David. Su hijo Absalón ha usurpado el trono mediante una rebelión cuidadosamente orquestada, obligando al rey a huir de Jerusalén con un pequeño grupo de leales. En medio de esta guerra civil, encontramos a dos consejeros clave: Ahitofel, quien había sido consejero de David pero ahora servía a Absalón, y Husai, quien fingía lealtad a Absalón pero secretamente permanecía fiel a David.
Ahora bien, es crucial entender quién era Ahitofel. El texto nos dice en 2 Samuel 16:23 que «el consejo que daba Ahitofel en aquellos días era como si uno consultara la palabra de Dios». Este hombre era considerado el estratega más brillante de Israel. Algunos comentaristas sugieren que era el abuelo de Betsabé, lo cual explicaría su traición a David. Su consejo a Absalón era militarmente impecable: atacar inmediatamente a David mientras estaba vulnerable y cansado. Era un plan que garantizaba la victoria.
Pero Dios tenía otros planes. Como nos dice el versículo 14 del mismo capítulo: «el Señor había ordenado que se frustrara el buen consejo de Ahitofel». Husai propuso esperar y reunir un ejército mayor, apelando al ego de Absalón. Contra toda lógica militar, Absalón rechazó el consejo perfecto de Ahitofel y siguió el de Husai. Cuando Ahitofel vio que su consejo había sido desechado, entendió inmediatamente las implicaciones: David tendría tiempo de reorganizarse y Absalón perdería. Su reputación impecable estaba arruinada. Con una frialdad calculadora, puso su casa en orden y se quitó la vida.
Veamos, aunque Dios estaba en control soberano de todas estas decisiones para proteger a David, eso no excusa las acciones de cada individuo. Ahitofel cosechó las consecuencias de su traición y su orgullo herido. Su decisión fue un acto de locura impulsiva, la decisión fría de un hombre cuya identidad estaba completamente atada a su reputación de sabio infalible.
Tres verdades bíblicas
- El rechazo es inevitable en este mundo caído Debes saber que en este mundo vas a ser rechazado. Necesitas vivir con expectativas ajustadas acerca de ti mismo. Tu orgullo puede hacerte pensar que eres digno de ser siempre recibido y oído, llevándote a esfuerzos incansables por tratar de agradar a todo el mundo, pero eso es imposible. No puedes cargar ese peso tan grande sobre tus espaldas. Es imprescindible aprender a estar bien con el hecho de que incluso si haces lo correcto, es altamente probable que seas rechazado. El mismo Señor Jesús advirtió: «Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a Mí antes que a ustedes». El rechazo no es señal de fracaso; a veces es señal de fidelidad.
- Las emociones del rechazo son pésimas consejeras Cuidado con las emociones y decisiones que tomas a causa del rechazo. Ahitofel no soportó que su consejo no fuera recibido y tomó la trágica decisión de quitarse la vida. Puede que las decisiones que tomes no sean tan drásticas, pero debes saber que ese tipo de emociones no son buenas consejeras. Vas a estar impulsado posiblemente por el odio, algún deseo de venganza, o por una profunda frustración que te impida actuar y decidir correctamente. Si sientes que el rechazo te está afectando emocionalmente, detente. No tomes decisiones importantes. Busca consejo y ayuda de hermanos maduros. Actúa con sabiduría y, sobre todo, ve al Señor en oración antes de hacer cualquier movimiento.
- Tu identidad está asegurada en Cristo, no en la opinión humana Esta es quizá la forma más efectiva de vencer el sentimiento de rechazo. No eres más amado cuando te aceptan ni menos amado cuando te rechazan. Si has sido salvado por Cristo, ya has sido aprobado por el único que puede reprobarte de verdad, y esa es tu seguridad inamovible. Piensa en esto: no eres más justo que Cristo, y Él fue rechazado hasta la muerte, incluso siendo perfecto. Isaías profetizó sobre Él: «Despreciado y rechazado por los hombres». Esto debe traerte consuelo y esperanza, pero sobre todo descanso. Cuando tu identidad está anclada en la obra terminada de Cristo, el rechazo humano pierde su poder destructivo sobre ti.
Reflexión y oración
El rechazo duele porque fuimos creados para la comunión, pero se vuelve mortal cuando nuestra identidad depende de la aprobación humana. Ahitofel murió porque su dios era su reputación. Cuando ese dios cayó, no le quedó razón para vivir. Pero el cristiano tiene una identidad que ningún rechazo puede tocar: somos amados, aceptados y aprobados en el Amado. Esta seguridad nos libera para servir sin necesitar aplausos y para soportar el rechazo sin desesperarnos.
Señor, confieso que el rechazo me duele más de lo que debería. A veces mi día entero puede arruinarse por una palabra despectiva o por sentirme ignorado. Perdóname por buscar mi valor en la opinión de otros en lugar de descansar en tu aprobación inmutable. Ayúdame a recordar que Tú conociste el rechazo supremo en la cruz para que yo pudiera ser eternamente aceptado. Dame sabiduría cuando las emociones del rechazo nublen mi juicio. Guárdame de tomar decisiones impulsivas movido por el orgullo herido. Que mi identidad esté tan arraigada en Cristo que pueda bendecir a quienes me rechazan, sabiendo que nada pueden quitarme que Tú no hayas asegurado ya para mí. En el nombre de Jesús, quien fue despreciado para que yo fuera aceptado. Amén.