Versículo base:« Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos» (Efesios 2:4-5, RVR1960)
Un gran “pero”
Hace unos días estaba revisando unas fotografías antiguas y me encontré con una de cuando era adolescente. El contraste con mi apariencia actual me hizo sonreír. No solo por los cambios físicos obvios, sino por todo lo que ha ocurrido entre esa imagen y el presente. Esa fotografía captura un momento, pero no cuenta la historia completa de cómo llegué hasta aquí. De manera similar, Pablo en Efesios 2 nos presenta un “antes y después” mucho más significativo: nuestra transformación espiritual.
Entendiendo el Pasaje
La carta a los Efesios fue escrita por Pablo mientras estaba en prisión, alrededor del año 60-62 d.C. Éfeso era una ciudad próspera en Asia Menor (actual Turquía), donde el apóstol había pasado aproximadamente tres años estableciendo la iglesia. A diferencia de otras cartas paulinas que abordan problemas específicos, Efesios presenta principalmente enseñanzas positivas sobre la identidad de la iglesia y su propósito en el plan divino.
En este segundo capítulo, Pablo desarrolla un contraste dramático entre la condición espiritual anterior de sus lectores y su nueva realidad en Cristo. Los primeros tres versículos describen la situación desesperada: “muertos en delitos y pecados”, “siguiendo la corriente de este mundo”, “viviendo según los deseos de la carne”. Luego, con las palabras “Pero Dios”, introduce el giro radical provocado por la intervención divina. Esta estructura retórica subraya la magnitud de la transformación y atribuye todo el mérito a la iniciativa divina, no a esfuerzos humanos.
Tres verdades bíblicas
- Solo existen dos caminos posibles para todo ser humano Pablo presenta una realidad binaria que contradice la idea moderna de múltiples opciones espirituales. O estamos “muertos en delitos y pecados” siguiendo “al príncipe de la potestad del aire”, o hemos sido “vivificados con Cristo”. No existe un territorio neutro ni una zona intermedia. Esto no es mera retórica religiosa, sino un diagnóstico preciso de la condición humana. Cada decisión que tomas, cada prioridad que estableces, refleja en cuál de estos dos caminos te encuentras. El cambio de un estado a otro no ocurre por evolución gradual sino por una revolución espiritual que Pablo llama ser “creados en Cristo Jesús”.
- La gracia desmantela nuestro sistema de méritos “Por gracia sois salvos por medio de la fe… no por obras, para que nadie se gloríe”. Pablo repite esta idea dos veces en cinco versículos, enfatizando un punto que resulta contraintuitivo para nosotros. Vivimos en una cultura obsesionada con el desempeño y los logros, donde constantemente nos evaluamos y comparamos. Este sistema de valores se filtra en nuestra comprensión espiritual, haciéndonos pensar que debemos “calificar” para el favor divino. La gracia demolisce por completo este paradigma. La salvación no es una recompensa al final de un proceso de automejora, sino un regalo inmerecido que recibimos al principio del camino.
- La salvación por gracia produce buenas obras, no al revés “Creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. Esta frase revela el propósito práctico de la gracia. Las buenas obras no son el medio para obtener la salvación, sino el resultado natural de haberla recibido. Es como un árbol que produce fruto: no se convierte en manzano por producir manzanas; produce manzanas porque es un manzano. Cuando comprendes que has sido rescatado por pura gracia, la respuesta natural es vivir de manera que honre ese regalo. Tu conducta cambia no por obligación externa sino por transformación interna.
Reflexión y oración
El “Pero Dios” de Efesios 2 representa el giro más dramático posible en la historia humana. Sin esta intervención divina, continuaríamos en una trayectoria de muerte espiritual, esclavitud al pecado y separación de Dios. Este contraste no es solo teología abstracta; es la historia real de nuestra vida. Reconocer esta transformación nos libera de la presión de tener que ganarnos el favor divino y nos impulsa a vivir conforme a nuestra nueva identidad, no para conseguir algo, sino como respuesta agradecida a lo ya recibido.
Padre, a veces me comporto como si tuviera que ganarme tu amor cada día. Hoy quiero descansar nuevamente en la verdad de que me salvaste por gracia cuando estaba completamente muerto en mis pecados. No tenía nada que ofrecerte excepto mi necesidad. Gracias porque no esperaste a que mejorara para rescatarme. Ayúdame a vivir desde esta identidad de hijo amado y no desde la ansiedad de tener que impresionarte. Que las buenas obras que realice hoy fluyan naturalmente del corazón transformado que me has dado, no como un intento de ganarme lo que ya me has regalado. Amén.