Devocional para el 24 de abril

Versículo base: «Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo, que Él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por Su gracia fuéramos hechos herederos según la esperanza de la vida eterna.» (Tito 3:5-7, NBLA)

El asombroso proceso de nuestra salvación

La salvación es como un diamante precioso con múltiples facetas. Muchos cristianos, aunque genuinamente convertidos, tienen una comprensión limitada de lo que ocurrió cuando vinieron a Cristo. Entendemos que fuimos perdonados, pero hay mucho más. Un conocimiento más profundo de la obra completa de Dios en nuestra salvación nos permite vivir con mayor gratitud, confianza y propósito. Hoy exploramos este proceso maravilloso que Pablo describe con precisión y belleza.

Entendiendo el pasaje

En su carta a Tito, Pablo ha instruido sobre el comportamiento apropiado de los creyentes. Ahora, en el capítulo 3, ofrece la motivación teológica para tal conducta. Este pasaje presenta una secuencia clara del proceso de salvación, desde su origen en la misericordia divina hasta su meta final en la herencia eterna.

Pablo comienza enfatizando el contraste fundamental: nuestra salvación no está basada en nuestras obras de justicia, sino en la misericordia de Dios. Luego describe el proceso mismo de la salvación con tres componentes interrelacionados: el lavamiento de la regeneración (nuestra transformación interna), la renovación por el Espíritu Santo (el agente divino de este cambio), y la justificación por gracia (nuestra nueva posición legal ante Dios). Todo esto culmina en nuestra adopción como herederos con una esperanza segura de vida eterna. Este pasaje condensa magistralmente toda la obra redentora de la Trinidad: la misericordia del Padre, la mediación del Hijo, y la aplicación transformadora del Espíritu.

Tres verdades bíblicas

  1. La iniciativa de nuestra salvación viene completamente de Dios Pablo es categórico: “Él nos salvó.” La salvación comienza con Dios, no con nosotros. La razón de nuestra salvación no reside en alguna bondad prevista en nosotros o en nuestras obras, sino exclusivamente en la misericordia divina. Esta verdad desarma todo orgullo humano y establece el fundamento para la verdadera adoración. Si hoy te sientes indigno o inadecuado, puedes descansar en esta verdad liberadora: tu salvación nunca dependió de tu dignidad o adecuación. Desde el principio hasta el fin, la salvación es obra de Dios. Tu respuesta apropiada no es la ansiedad o el esfuerzo frenético por merecerla, sino la gratitud expresada en una vida de obediencia amorosa.
  2. La salvación es tanto un evento como un proceso continuo Pablo habla de nuestra salvación usando términos que indican tanto un evento decisivo (el lavamiento de la regeneración) como un proceso continuo (la renovación por el Espíritu Santo). El momento en que creímos, fuimos instantáneamente regenerados – nacidos de nuevo, hechos nuevas criaturas en Cristo. Pero el Espíritu continúa renovándonos diariamente, transformándonos a la imagen de Cristo. Esta doble realidad explica por qué a veces todavía luchamos con el pecado aunque somos salvos. La transformación completa es tanto un hecho consumado como una obra en progreso. Puedes encontrar ánimo en esto cuando luchas con patrones persistentes de pecado; el Espíritu que inició la obra en ti continuará perfeccionándola hasta que seas completamente como Cristo.
  3. La salvación tiene una meta gloriosa y segura La finalidad de nuestra salvación es que seamos “herederos según la esperanza de la vida eterna.” Esta no es una esperanza incierta, sino una expectativa confiada basada en las promesas infalibles de Dios. Como herederos, tenemos un título legal a todo lo que Cristo ha asegurado para nosotros. Esto cambia fundamentalmente cómo vemos nuestras circunstancias presentes. Las dificultades, pérdidas y frustraciones de este mundo son temporales; nuestra herencia es eterna. Cuando las preocupaciones inmediatas amenazan con abrumarte, eleva tu mirada hacia tu destino final. La certeza de tu herencia eterna proporciona la perspectiva necesaria para enfrentar los desafíos temporales.

Reflexión y oración

El plan de salvación que Pablo describe es un tapiz hermosamente tejido donde cada hilo es esencial para el diseño completo. No podemos separar la regeneración de la justificación, ni la obra del Espíritu de la mediación de Cristo. Juntos, estos elementos forman la obra maestra de la redención – una obra que comenzó en la mente de Dios antes de la fundación del mundo y que continuará hasta que estemos perfectamente conformados a la imagen de Cristo.

Padre celestial, me asombra la profundidad y perfección de tu plan de salvación. Gracias porque la iniciativa fue completamente tuya, basada solo en tu misericordia. Me humilla saber que nunca podría haber ganado o merecido lo que tan generosamente me has dado. Gracias por la obra regeneradora de tu Espíritu en mi vida y por la justificación que me has otorgado por medio de Cristo. Ayúdame a vivir cada día consciente de mi posición como tu hijo y heredero. Cuando las preocupaciones terrenales me distraigan, recuérdame la gloria de mi herencia eterna. Que el conocimiento de tu salvación transforme no solo mi destino eterno sino también mi andar diario. En el nombre de Jesús, por quien he sido redimido. Amén.

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*Lecturas del plan para hoy:

Números 1, Salmos 35, Eclesiastés 11, Tito 3

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.