Devocional para el 24 de agosto

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Versículo base: «No destruyas con tu comida a aquel por quien Cristo murió. […] Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo.» (Romanos 14:15,17, NBLA)

La unidad que el evangelio demanda

Romanos 14 es quizás la razón principal por la que se escribió toda la carta, aunque entiendo que otros puedan diferir, pero es a la idea que recorre todo el arco narrativo, la preocupación por la división entre judíos y gentiles. Pablo entendía la importancia de la iglesia de Roma para la predicación del evangelio al mundo, y entendía también el peligro de que la iglesia se dividiera por aspectos relacionados con comida y días de fiesta, por aspectos no fundamentales. Él se esforzó por mostrarles las cosas grandes en las que están unidos: todos son pecadores, todos han sido justificados, todos han recibido el mismo Espíritu, están amparados por la misma promesa de fidelidad. Por lo tanto, ámense unos a otros y no entren en pleito por cosas poco relevantes en comparación con la grandeza de lo que Dios ha hecho en cada uno.

Con ese contexto en mente, Pablo exhorta a los hermanos a mantener el espíritu de unidad. La obra del Señor anunciada en el evangelio ha sido tan grande para hacer de estos un solo pueblo que no deben permitir que haya divisiones por asuntos de comida, bebida o cosas triviales.

Entendiendo el pasaje

Pablo conocía los riesgos que enfrentaba la iglesia de Roma. Como bastión estratégico para la predicación del evangelio, no podía permitirse el lujo de dividirse por disputas internas. Las tensiones giraban en torno a la comida y los días de fiesta —temas que hoy nos parecen menores, pero que entonces amenazaban con fracturar la comunidad.

El capítulo se estructura en cuatro secciones principales: el llamado a no juzgarnos mutuamente por diferencias de conciencia, el principio de no ser piedra de tropiezo para otros hermanos, el recordatorio de que el reino de Dios es más grande que nuestras preferencias, y la exhortación final a procurar la paz y la edificación mutua. Todo apunta hacia una verdad central: la obra redentora de Cristo es tan grande que ha hecho de judíos y gentiles un solo pueblo. No permitan que las divisiones por asuntos menores destruyan lo que Cristo logró con su sangre.

Tres verdades bíblicas

  1. La unidad de la iglesia es esencial en el plan redentor Que Cristo te haya redimido por el mismo sacrificio, siendo tú un pecador igual que todos los demás, deja un mensaje claro: somos uno en Él. Desde tiempos inmemoriables, el trabajo de Satanás ha sido intentar dividir la iglesia por asuntos menores. Sucedió en los días de los apóstoles, dando lugar al concilio de Jerusalén en Hechos 15, y ha sucedido a lo largo de los siglos. Es cierto que no podemos estar de acuerdo al ciento por ciento en todas las cosas, pero lo esencial —el evangelio de nuestra salvación— son cosas que no se pueden poner en riesgo. Tu compromiso con la unidad del cuerpo de Cristo debe estar por encima de tus preferencias personales.
  2. La unidad no requiere uniformidad en el pensamiento Pablo no pretendía que todos los hermanos de Roma pensaran exactamente lo mismo. Él era consciente de que nuestros trasfondos pueden hacernos inclinar hacia ciertas preferencias. La unidad consiste en cómo, movido por el amor, pones a los demás hermanos por encima de esas preferencias. Puede que hoy no sea tu caso la discusión por comidas o días de fiesta, pero la música que escuchas, la ropa que usas o cómo te cortas el cabello son cosas que no puedes poner por encima del amor fraternal y el espíritu de unidad. La madurez espiritual se mide por tu capacidad de ceder en lo que no es esencial para dar lugar al bien mayor de una unidad basada en la verdad.
  3. El reino de Dios es más grande que nuestras preferencias «El reino no consiste en comida ni bebida, sino en justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo». Qué palabras más contundentes. Es una lista de cosas en las que Pablo quiere que te concentres como esenciales. El reino es más grande que tú, que tu preferencia o la de tu hermano. Debes procurar tener una mirada más amplia de lo que Dios está haciendo por medio de ti y de la iglesia. A veces te concentras tanto en tu parcela que pierdes de vista todo lo que Dios ha hecho y hace en el mundo por medio de personas muy diferentes a ti. Qué diferente sería tu testimonio del evangelio al mundo si pudieras mostrar más amor, más unidad, más justicia, más gozo y más de la obra del Espíritu Santo. Ese fue el deseo del Señor: «que sean uno, para que el mundo crea que tú me enviaste» (Juan 17:21).

Reflexión y oración

El evangelio nos une en lo esencial y nos da libertad en lo secundario. La obra de Cristo es tan poderosa que ha derribado las barreras más profundas entre judíos y gentiles, creando un pueblo unido bajo su señorío. Que esta unidad sea visible al mundo.

Señor, perdóname por las veces que he puesto mis preferencias por encima del amor fraternal. Ayúdame a distinguir entre lo esencial y lo secundario. Dame un corazón dispuesto a ceder en lo que no compromete el evangelio, y dame sabiduría para procurar la paz y la edificación de mis hermanos. Que nuestra unidad sea un testimonio poderoso de tu obra redentora. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

1 Samuel 16, Romanos 14, Lamentaciones 1, Salmos 32

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.