Versículo base: «Cuando Jesús vio a las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, Sus discípulos se acercaron a Él. Y abriendo Su boca, les enseñaba, diciendo» (Mateo 5:1-2, NBLA)
El Rey proclama las leyes de su reino
Esta es quizás una de las escenas más memorables del ministerio terrenal del Señor, es la apertura del sermón más importante jamás predicado en la historia: el Sermón del Monte. Esta es la imagen de un Rey que ahora está listo para dictar la ley de su reino y cuáles son las demandas de aquellos que han de vivir bajo su mandato.
Entendiendo el pasaje
La escena que Mateo presenta aquí está íntimamente conectada con el capítulo anterior, donde vimos a Jesús siendo tentado en el desierto durante cuarenta días. Este no es un detalle casual; Mateo está construyendo deliberadamente un paralelo con la experiencia de Israel en el Éxodo.
El Sermón del Monte se extiende desde Mateo 5 hasta 7 y está estructurado magistralmente. El capítulo 5 comienza con las bienaventuranzas, que funcionan como el fundamento del carácter del ciudadano del reino, seguidas por las seis antítesis donde Jesús contrasta la interpretación superficial de la ley del Antiguo Testamento con su verdadero significado espiritual: «Oyeron que fue dicho… pero yo les digo». El capítulo 6 aborda las relaciones del creyente con las cosas materiales y las disciplinas espirituales fundamentales: la limosna, la oración y el ayuno, mostrando cómo estas deben practicarse en secreto ante el Padre y no para impresionar a los hombres. También incluye la enseñanza sobre no afanarse por las cosas materiales, sino buscar primero el reino de Dios. El capítulo 7 concluye con diversas enseñanzas prácticas: la advertencia contra juzgar, la regla de oro, la puerta estrecha, los falsos profetas, y culmina con la parábola de los dos cimientos, estableciendo que oír estas palabras sin obedecerlas es construir sobre arena.
Tres verdades bíblicas
- El Señor no vino para abolir la ley, sino para cumplirla Cristo no está aquí simplemente dando nuevas reglas; está mostrando el verdadero espíritu de la ley al decir «Oísteis que fue dicho… pero yo os digo». Está entrando una versión elevada de esa ley en la que ahora no solo importa el formalismo o la observancia externa, sino también las intenciones del corazón. El Señor hace referencia tanto a la acción como a la intención porque para él cuentan ambas. Esta es la nueva perspectiva: la obediencia no solo consiste en hacer cosas correctas, sino también en el motivo por el cual las hacemos. No basta con no matar; también importa la ira que albergas contra tu hermano. No basta con no cometer adulterio; también importa la lujuria que alimentas en tu mente. El reino de Dios demanda una justicia que trasciende la de los escribas y fariseos porque penetra hasta las intenciones más profundas del corazón.
- Las instrucciones del Señor abarcan todas las áreas de la vida El Señor no nos ha dejado a ciegas. Nos ha dejado un manual completo para la vida, y cada una de estas instrucciones, cada uno de estos mandatos dados en el contexto del Sermón del Monte, no son solo una carga sino una guía para vivir plenamente. Por eso no deberíamos tenerlos en poco o verlos como un yugo pesado, sino como las marcas en el sendero que nos conduce hacia la vida abundante. Desde cómo manejar la ira hasta cómo relacionarnos con el dinero, desde cómo orar hasta cómo tratar a nuestros enemigos, Jesús cubre cada aspecto de la experiencia humana. Cuando sigues estas instrucciones, no estás sometiéndote a reglas arbitrarias; estás alineando tu vida con el diseño original de Dios para el florecimiento humano.
- Este sermón revela que necesitamos un Salvador, no solo un maestro Mientras escuchas estas demandas del reino, puede que te sientas abrumado por la imposibilidad de cumplirlas perfectamente. Y ese es precisamente el punto. El Sermón del Monte no es solo un código moral que debemos esforzarnos por seguir; es un espejo que nos muestra nuestra necesidad desesperada de gracia. Jesús no está simplemente diciendo «hagan esto y vivirán»; está mostrando la santidad que su reino requiere para luego proveer esa santidad a través de su propia vida perfecta y su muerte sustitutiva. Cada mandamiento imposible te señala hacia él como la única esperanza de cumplir las demandas de Dios. No puedes amar a tus enemigos con perfección, pero él sí puede hacerlo a través de ti. Este sermón no es tu carga; es tu invitación a depender completamente de Cristo.
Reflexión y oración
En el monte, Jesús abre su boca para revelar los principios eternos que gobiernan su reino. Estas no son sugerencias para una vida mejor; son las demandas absolutas de la justicia divina. Pero la belleza del evangelio es que el mismo que proclama estas demandas es quien las cumple por nosotros y en nosotros.
Señor Jesús, te doy gracias porque has venido como el nuevo Moisés para darnos no solo la ley, sino la gracia y la verdad. Mientras leo tu Sermón del Monte, no permitas que me sienta orgulloso de mi obediencia ni desesperado por mi fracaso. Ayúdame a ver en cada mandamiento tanto la santidad que demandas como la gracia que provees. Que tu Espíritu me capacite para vivir según los principios de tu reino, no en mis propias fuerzas sino en el poder de tu justicia imputada y tu presencia transformadora. Haz de mi vida un reflejo de las bienaventuranzas que proclamaste en este monte. En tu nombre, amén.