Versículo base: «Sepárenme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado» (Hechos 13:2, NBLA)
El llamado que se confirma en comunidad
¿Cómo es que alguien llega a ser pastor o servidor del Señor en algún ministerio? ¿Quién determina eso? ¿Cómo puedo saber que hay un llamado del Señor real y no una mera impresión o deseo? Esas son preguntas para las que quisiéramos tener respuestas simples y directas, como sucede con otras instrucciones en la Biblia; pero eso no significa que no tengamos forma de validar cuando alguien está siendo genuinamente llamado por Dios. Gracias al Señor no nos ha dejado ciegos, tampoco a expensas de nuestras propias impresiones, y pasajes como este nos ayudan a tener un panorama más o menos claro acerca de cómo es que Dios llama. Y aunque no vamos a encontrar instrucciones enumeradas, para ello tendríamos que ir a otros lugares en las Escrituras, sí vemos unos elementos presentes que cuando se revisan a la luz del testimonio de las Escrituras siempre están presentes.
Entendiendo el pasaje
Para llegar a este momento debemos recordar el camino que Saulo había recorrido. Después de su dramática conversión en el camino a Damasco, había sido llevado por Bernabé ante los apóstoles en Jerusalén. Luego había servido fielmente en la iglesia de Antioquía, incluso cumpliendo tareas aparentemente sencillas como llevar una ofrenda a los hermanos necesitados en Jerusalén junto con Bernabé. Eran labores que podrían parecer no muy trascendentales, pero que mostraban su disposición de servicio y su corazón pastoral.
Antioquía ocupaba una posición estratégica como la tercera ciudad más importante del Imperio Romano y se había convertido en un epicentro de la actividad del cristianismo gentil. Era allí donde por primera vez a los seguidores de Jesús se les llamó “cristianos”. Esta iglesia tenía una composición interesante: profetas y maestros como Bernabé, Simeón el Niger, Lucio de Cirene, Manaén y Saulo. Eran hombres de diferentes trasfondos que servían al Señor y le buscaban en oración y ayuno.
Estos líderes estaban ministrando al Señor y ayunando cuando el Espíritu Santo habló. El verbo “ministrar” aquí tiene la connotación de servicio sacerdotal, mostrando que tomaban en serio su responsabilidad delante de Dios. En este contexto de búsqueda espiritual intencional es que vino la dirección de Dios específicamente.
Tres verdades bíblicas
- El llamado viene de Dios No tenemos detalles expresos de cómo se escuchó esta voz del Señor, pero lo más probable es que haya sido a través del ministerio profético que estaba muy activo entonces. Aunque Saulo había tenido una experiencia extraordinaria y Bernabé era alguien reconocido y de mucha reputación en la iglesia, eso no los hizo ministros automáticamente. Se sometieron a una iglesia y allí el Señor confirmó su llamado. Esto es importante: nadie se llama a sí mismo. Si bien debe haber un deseo, el llamado es algo que viene del Señor. Es una convicción interna pero también confirmada por otros. Nadie debería entrar al ministerio por intereses personales o por buscar dinero o fama. Eso es condenable. El llamado genuino es la mezcla entre capacidades y dones, el deseo interno y la confirmación externa de otros, y todo eso proviene del Señor.
- El llamado es confirmado por otros Pablo y Bernabé fueron observados y evaluados por una iglesia que les conocía. Es tremendo cómo a veces se corre a poner en el ministerio a personas que no han sido probadas y observadas antes. La piedad, los dones y el carácter de estos hombres estaba siendo avalado por una iglesia que había interactuado con ellos. Habían visto su servicio fiel en las cosas pequeñas, su disposición a hacer trabajos humildes, su carácter bajo presión. Nadie tiene la autoridad en esta tierra para validar el llamado ministerial más que la iglesia local misma. Es a ella a quien Dios le ha dado esa facultad. No es una decisión individual ni una imposición externa, sino el reconocimiento comunitario de lo que Dios ya está haciendo en una persona.
- El Espíritu Santo actúa por medio de la iglesia Es interesante que el versículo 3 dice que los líderes de la iglesia les impusieron las manos y los enviaron. En el versículo 4 luego dice que fueron enviados por el Espíritu Santo. Eso no es una contradicción sino la prueba de que el llamado del Espíritu se expresa por medio de la validación de la iglesia. Es por eso que la iglesia debe tomarse esto muy en serio: observar con cuidado, orar, evaluar, poner a prueba, a fin de que aquellos que desean el ministerio realmente puedan ser confirmados como un don de parte de Dios para esa iglesia local. Como vemos, el llamado de Dios no es una experiencia mística o alguna cosa fuera de lo ordinario. El Señor usa la dinámica misma de la iglesia para observar los requisitos que él mismo estableció para aquellos que anhelan el ministerio, a fin de confirmarlos. El Señor no ha cambiado y esta sigue siendo la manera en la que él da dones a su pueblo.
Reflexión y oración
Dios llama, pero confirma su llamado a través de la comunidad de fe. El servicio fiel en lo pequeño precede al envío para lo grande. La iglesia tiene la responsabilidad de discernir y confirmar los llamados ministeriales con seriedad y oración. No hay atajos en el proceso de Dios.
Señor, te doy gracias porque no nos dejas a merced de nuestras propias impresiones para discernir tu llamado. Ayúdanos como iglesia a tomar en serio la responsabilidad de observar, evaluar y confirmar a aquellos que tú estás levantando para servirte. Dame un corazón dispuesto a servir fielmente donde me has puesto, sabiendo que tú ves mi disposición aun en las tareas que parecen pequeñas. Que mi vida sea un testimonio claro de tu gracia y que si hay un llamado específico en mi vida, pueda ser confirmado por aquellos que me conocen y han visto tu obra en mí. En el nombre de Jesús, amén.
Lecturas del plan para hoy: Jueces 9, Hechos 13, Jeremías 22, Marcos 8