Devocional para el 26 de marzo

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Versículo base: «Y padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor» (Efesios 6:4)

El delicado equilibrio de la crianza según Dios

Hace unos días un padre me compartió en una conversación de amigos cómo había perdido los estribos con su hijo por una calificación baja. «Le grité tanto que después me sentí terrible», confesó. Me quedé en silencio, pero no juzgándolo, sino reconociéndome a mí mismo en esa historia, porque en la posicional de padres, el tener autoridad es siempre una tentación para pecar de dureza con nuestros hijos. La crianza es probablemente uno de los trabajos donde más expuestos estamos a equivocarnos constantemente, y donde las consecuencias de nuestros errores pueden ser más profundas y duraderas.

Entendiendo el pasaje

Pablo escribe estas palabras a los creyentes en Éfeso, una ciudad sumergida en cultos paganos y tradiciones ancestrales. En ese contexto cultural, el padre romano tenía poder absoluto sobre su familia bajo el concepto de «patria potestas». No exagero si te digo que un padre podía literalmente decidir sobre la vida o muerte de sus hijos recién nacidos, venderlos como esclavos o someterlos a trabajos forzados. Ese era el trasfondo cultural cuando Pablo lanza esta frase revolucionaria: «no provoquéis a ira a vuestros hijos”.

Lo que Pablo está haciendo es establecer un límite divino a la autoridad paterna. El término griego «parorgizō» (provocar a ira) describe una exasperación constante que genera resentimiento profundo. Pablo reinterpreta el quinto mandamiento a la luz del evangelio: la autoridad paterna no existe para satisfacer el ego de los padres, sino para un propósito mucho más elevado. La crianza debe ser un reflejo de cómo Dios nos trata a nosotros: con firmeza pero sin crueldad, con disciplina pero sin quebrantar el espíritu, con corrección pero siempre con gracia.

Tres verdades bíblicas

  1. La autoridad paterna tiene límites establecidos por Dios En materia de crianza podríamos decir que esta es una época de extremos. Vemos padres controladores que microadministran cada aspecto de la vida de sus hijos, y en el otro lado del espectro, padres que han abandonado completamente su rol de autoridad. Pablo nos muestra un camino distinto. Aquí hay algo práctico: la próxima vez que vayas a corregir a tus hijos, detente y pregúntate: «¿Esto refleja cómo Dios me trata a mí cuando me equivoco?» Recuerda que tus hijos no te pertenecen realmente; son un préstamo temporal de Dios, confiados a tu cuidado para un propósito específico.
  2. Necesitamos identificar lo que realmente exaspera a nuestros hijos Frustramos a nuestros hijos de formas que ni siquiera notamos. Las expectativas imposibles, la inconsistencia, las comparaciones con otros niños, son armas de destrucción masiva en la relación padre-hijo. Hace poco me di cuenta de algo: cuando mi hijo me explicaba algo importante para él, yo estaba mentalmente formulando mi respuesta en vez de escucharlo realmente. Le estaba enviando el mensaje de que sus ideas no merecían mi atención completa. Atrévete a preguntarles directamente: «¿Hay algo que yo haga que te frustra profundamente?» La respuesta puede ser dolorosa pero transformadora.
  3. La meta no es criar niños exitosos sino discípulos fieles «Criadlos en la disciplina e instrucción del Señor» nos recuerda que nuestra meta no es simplemente criar hijos bien portados o exitosos según los parámetros del mundo. La palabra «disciplina» (paideia) abarcaba en el mundo antiguo todo el proceso educativo, mientras que «instrucción» (nouthesia) se refiere específicamente a la corrección verbal. Ambas deben centrarse en el Señor, no en nuestras preferencias. No hay nada que pueda arruinar más rápido la fe de un niño que padres que predican a Cristo pero actúan según la carne. La pregunta clave es: «¿Esta corrección los está acercando a Cristo o alejándolos de Él?»

Reflexión y oración

El modo en que criamos a nuestros hijos es un espejo de nuestra propia comprensión del corazón de Dios. Cuando corregimos desde la ira, revelamos que no hemos entendido cómo Dios nos trata a nosotros. Cuando somos inconsistentes, mostramos que aún no hemos comprendido la fidelidad divina. No podemos dar lo que no tenemos, ni reflejar lo que no contemplamos. La buena noticia es que no depende únicamente de nosotros transformar sus corazones—esa es obra exclusiva del Espíritu—pero sí podemos intentar, con humildad y dependencia de Dios, crear un ambiente donde la gracia sea tan tangible como las reglas.

Padre, cuántas veces hemos tratado a nuestros hijos desde nuestra frustración y no desde tu corazón. Cuántas veces hemos ejercido autoridad para nuestra propia satisfacción y no para su bendición. Perdónanos cuando hemos proyectado una imagen distorsionada de ti ante ellos. Enséñanos a ser el tipo de padres que reflejan tu carácter: pacientes ante los tropiezos, firmes en los límites importantes, y siempre con un corazón orientado hacia la restauración. Danos sabiduría para saber cuándo corregir y cuándo mostrar gracia. Recuérdanos diariamente que la transformación de sus corazones es obra tuya, no nuestra. Ayúdanos a descansar en tu soberanía sobre sus vidas, confiando que tú los amas incluso más que nosotros. En el nombre de Jesús, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

Éxodo 37, Juan 16, Proverbios 13, Efesios 6

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.