Cuando la mentira suena más convincente que la verdad
El 30 de octubre de 1938, millones de estadounidenses encendieron sus radios y escucharon algo aterrador. “Señoras y señores, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia de última hora procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrell del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez…Continuaremos informando“.. De inmediato la gente reportaba “avistamientos” y el pánico se apoderó de ciudades enteras.
Era ficción. Una adaptación radiofónica de «La Guerra de los Mundos» de H.G. Wells, dirigida por Orson Welles. A pesar de las advertencias claras durante la transmisión, cientos de miles de personas creyeron que una invasión extraterrestre era real. Los titulares del día siguiente así lo reportaron: «Falso boletín de guerra difunde el terror por todo el país».
Esto es lo inquietante; somos tremendamente susceptibles al engaño, aun con cosas que no tienen sentido. Y no hay problema en caer en una que otra noticia falsa aquí o allá. Pero ¿qué sucede cuando estas mentiras comprometen el destino de nuestras almas?
Entendiendo el pasaje
En los capítulos anteriores, Pablo ha estado poniendo en orden la casa de Dios. Hemos visto cómo los líderes De la Iglesia deben ser irreprensibles, la adoración ordenada y la oración no puede estar ausente. Al final del capítulo 3, mostró con claridad que la iglesia es columna y baluarte de la verdad. Uno pensaría que estamos listos para comenzar una nueva sección. Pero Pablo no termina ahí. Al abrir el capítulo 4, lanza esta advertencia, la iglesia no solo debe sostener la verdad, sino también protegerla activamente del engaño que vendrá.
Aquí se retoma el tono de alarma con el que comenzó la carta en el capítulo 1. No se nos habla de algo que pudiera llegar a suceder sino de algo que es seguro que va a suceder: algunos se apartarán de la fe y apostatarán. Notemos que no se refiere a personas que no tenían ninguna relación con la verdad, sino que la habían escuchado claramente. Eso es lo realmente preocupante.
Al mismo tiempo, afirma que el origen de tales enseñanzas no será intelectual o alguna guerra por evidencias o de ideas. Es una batalla espiritual. La falsa doctrina es una conspiración demoníaca contra la verdad de Dios. Esta es la misma estrategia del Edén. Es la misma voz en diferentes tonos: «¿Con que Dios os ha dicho?». El peligro de la falsa doctrina es que dice cosas mal acerca de Dios, y eso es lo que la hace potencialmente dañina.
Tres verdades bíblicas
1. La falsa doctrina tiene un origen espiritual oscuro. Pablo describe a los falsos maestros como «hipócritas, mentirosos, que tienen cauterizada la conciencia». Estos individuos han elegido el error con plena conciencia, permitiendo que sus corazones se endurezcan al punto de perder toda sensibilidad hacia la verdad y el pecado. En ocasiones, pareciera que Dios permite que este engaño diabólico ocurra como parte de su juicio contra los que insistentemente resisten la verdad. Como explica 2 Tesalonicenses 2:11: «Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira». Cuando el amor por la verdad se enfría, el engaño encuentra terreno fértil para florecer. Si en algún momento percibes alguna resistencia a la Palabra, no lo tomes como algo trivial. Despierta, porque puede que te levantes un día en medio del mar en un barco a la deriva.
2. Los falsos maestros operan con hipocresía deliberada. Reflejan incoherencia entre lo que enseñan y cómo viven. Son los que se recrean en el error, los que con conciencia apartan a las personas de Cristo. Son aquellos para los cuales el evangelio es una actuación, un rol que cumplen, que hacen lo que hacen solo por buscar un beneficio: poder, dinero, placer, reputación. Pedro describe a estos hombres como aquellos que «por avaricia harán mercadería de vosotros». El peligro radica en que pervierten la verdad con intenciones deliberadas de manipular y dominar. Donde hay un corazón insensible al pecado, habrá una enseñanza que distorsiona la verdad.
3. La falsa doctrina ataca los buenos regalos de Dios. Pablo señala dos áreas específicas donde estos falsos maestros estaban distorsionando la verdad: el matrimonio y la comida. La prohibición del matrimonio y la abstinencia de ciertos alimentos eran manifestaciones de doctrinas que negaban la bondad de la creación de Dios y llevaban a los creyentes a un camino de legalismo y autojustificación. Pablo refuta estas mentiras al recordar que «todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias». La verdadera doctrina es aquella que nos conduce a la libertad de disfrutar lo que Dios creó para nosotros con gratitud y sin impiedad. Mientras la falsa enseñanza nos priva del disfrute en Dios, la sana doctrina nos conduce a disfrutarlo en pureza y santidad para Su gloria.
Reflexión y oración
La falsa doctrina es un espíritu, un engaño que lleva a los hombres a poner los ojos en cualquier cosa creada menos en Cristo. Toda enseñanza que nos aleja de la verdad revelada al final del capítulo 3 es falsa doctrina. Todo lo que reduce la eficacia de la gracia y el sacrificio de Cristo es una falsa doctrina. Todo lo que hace a cualquier cosa más importante que Cristo es una falsa doctrina. Si quieres saber sobre la salud de una iglesia, observa el papel que el evangelio tiene en toda su actividad de adoración. Un culto que gira alrededor del hombre no es un culto cristiano, así se canten alabanzas. De tantas iglesias que dicen ser de sana doctrina, ¿cuál tiene la razón? La respuesta a la pregunta «¿es Cristo realmente lo más importante o hay alguna otra cosa que tome su lugar?» puede ayudarte a tener una muy buena idea. Las formas cambian de una iglesia a otra, pero la verdad de Cristo no debe ser opacada por ninguna mentira. Donde la verdad es ignorada, el engaño prospera. Mantén tus ojos fijos en Cristo, el autor y consumador de nuestra fe.
Señor, protégenos del engaño. En tiempos de confusión, ayúdanos a permanecer firmes en tu verdad, discerniendo con sabiduría y evaluando todas las enseñanzas a la luz de tu Palabra. Que no permitamos que la falsa doctrina nos aparte del evangelio de la gracia. Guárdanos vigilantes en mantener la pureza de la doctrina y en vivir conforme a la gracia que hemos recibido en Cristo Jesús. Que siempre busquemos glorificarte, confiando en tu Palabra y en tu provisión para nuestras vidas. En el nombre de Cristo oramos, amén.