Versículo base: «¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién los ha fascinado a ustedes, ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado públicamente como crucificado? Esto es lo único que quiero averiguar de ustedes: ¿recibieron el Espíritu por las obras de la Ley, o por el oír con fe?» (Gálatas 3:1-2, NBLA)
El Espíritu que testifica la verdad
El 8 de abril de 1983, el ilusionista David Copperfield hizo desaparecer la Estatua de la Libertad frente a millones de espectadores. Todos sabían que era un truco, pero nadie podía probar cómo lo había hecho. Años después se reveló la ilusión: el público estaba sobre una plataforma giratoria que los movió lentamente hasta perder de vista la estatua. La sensación que se produce al descubrir la verdad detrás del truco es lo que llamamos «desencanto». Aquello que parecía tan impresionante ahora se ve absurdo. Pablo está a punto de hacer exactamente eso con los gálatas: revelar el truco detrás del espectáculo judaizante que los tenía fascinados y que los estaba apartando del verdadero evangelio, para que puedan ver nuevamente la realidad y el asombro por la obra de Dios que habían perdido de vista.
Entendiendo el pasaje
El apóstol Pablo cambia su tono aquí. Ya no está defendiendo su apostolado ni la autenticidad de su mensaje; ahora ataca directamente el problema. «¡Oh gálatas insensatos!» es como el grito de un padre que ve a su hijo a punto de tocar una estufa caliente y quiere que se detenga. La palabra «fascinó» (βασκαίνω) literalmente significa «hechizar» o «echar mal de ojo». Pablo está diciendo: «¿Quién los hechizó para que no vean lo obvio?»
Aquí el Apóstol está apelando a la propia experiencia de conversión de los de Galacia. Les hace preguntas retóricas cuyas respuestas son obvias. La primera: «¿Recibieron el Espíritu por las obras de la Ley, o por el oír con fe?» Los gálatas eran gentiles. Nunca habían guardado la ley mosaica cuando el Espíritu Santo vino sobre ellos con poder, con dones, con señales milagrosas. Fue al oír el evangelio y creer cuando recibieron el sello de su salvación. Era obvio, pero aveces, lo obvio es loq ue primero se pierde de vista.
Veamos el versículo 3: «¿Tan insensatos son? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿van a terminar ahora por la carne?» La palabra «carne» aquí tiene doble sentido: se refiere tanto al esfuerzo humano como al acto físico de la circuncisión. Pablo está asombrado: comenzaron su vida cristiana por una obra sobrenatural del Espíritu, ¿y ahora quieren terminarla cortándose el prepucio? Como si eso los fuera a hacer más salvos.
El versículo 5 cierra el argumento: «Aquel, pues, que les suministra el Espíritu y hace milagros entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la Ley o por el oír con fe?» Dios seguía obrando poderosamente entre ellos, y no era porque hubieran empezado a guardar tales cuales días o a evitar tales o cuales comidas. Era por la misma fe con la que comenzaron.
Tres verdades bíblicas
- Tu experiencia con el Espíritu confirma tu salvación, no tus obras ¿Recuerdas cuando recibiste a Cristo? No fue porque te circuncidaste, te bautizaste o cumpliste una lista de requisitos. Fue cuando creíste que Jesús murió por tus pecados. En ese momento el Espíritu Santo vino a morar en ti, sellándote para el día de la redención. Esa experiencia es tu evidencia. Si el Espíritu te convenció de pecado, te mostró a Cristo, te dio nueva vida, produjo fruto en ti, entonces eres salvo. No por lo que hagas, sino por lo que Él hizo en ti. Cuando dudas de tu salvación, no mires tus obras imperfectas; mira la obra perfecta del Espíritu en tu vida. ¿Hay amor donde había odio? ¿Paz donde había ansiedad? ¿Dominio propio donde había desenfreno? Eso es el Espíritu testificando que eres hijo.
- La santificación es tan sobrenatural como la salvación Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿ahora vas a perfeccionarte por esfuerzo humano? La santidad no viene por tu disciplina sino por el Espíritu. Cuando luchas contra el pecado sexual en tus fuerzas, eventualmente caerás. Pero cuando el Espíritu te recuerda que tu cuerpo es templo, que Cristo pagó por ese pecado, que hay consecuencias eternas, entonces tienes poder para vencer. El Espíritu no solo te salva; te santifica diariamente apuntándote a Cristo. Él te recuerda las promesas cuando estás tentado, te consuela cuando estás triste, te fortalece cuando estás débil. Practica disciplinas espirituales pero confía en el Espíritu Santo que es quien produce el querer como el hacer por su buena voluntad.
- El sufrimiento por el evangelio confirma su autenticidad, no lo invalida Hay algo que el texto menciona en el versículo 4: «¿Tantas cosas han padecido en vano? Si es que en verdad fue en vano». Los gálatas habían sufrido por su fe antes de conocer cualquier ley judía. Fueron perseguidos, rechazados, marginados por creer en Cristo crucificado, no por circuncidarse o guardar ciertos días. En cierto sentido, sufrir por el evangelio es una evidencia de su obra. Cuando tu familia te rechaza por tu fe, cuando pierdes oportunidades por tus principios cristianos, cuando te excluyen por no participar en la corrupción, no estás sufriendo porque te falta algo. Estás sufriendo porque tienes todo lo que necesitas en Cristo. Tu sufrimiento no invalida tu fe; la confirma.
Reflexión y oración
Si la tu fe y tu salvación comenzaron por la obra del Espíritu, así debe continuar. No hay versión 2.0 del evangelio. No hay actualizaciones que requieran más obras. El mismo evangelio que te salvó te santifica y te prepara para la glorificación final.
Padre, perdóname por las veces que he intentado completar con mis fuerzas lo que Tú comenzaste con tu Espíritu. Perdóname por creer que necesito añadirle algo a la obra perfecta de Cristo. Gracias porque el Espíritu Santo vive en mí, no por mis méritos sino por tu gracia. Ayúdame a caminar en el Espíritu cada día, confiando no en mi disciplina sino en tu poder. Que nunca olvide cómo empezó todo: por gracia, mediante la fe. Obra poderosamente en mi vida y úsame para tu gloria. No quiero un cristianismo de reglas muertas sino uno vivo por tu Espíritu. En el nombre de Jesús. Amén.