Versículo base: «Moisés, siervo del Señor, murió allí en la tierra de Moab, conforme a la palabra del Señor. Y El lo sepultó en el valle en la tierra de Moab, frente a Bet-peor; pero nadie sabe hasta hoy el lugar de su sepultura.»(Deuteronomio 34:5-6, NBLA)
El epitafio que realmente importa
¿Cómo quisieras ser recordado cuando mueras? ¿Qué es lo que quisieras que se escribiera en tu epitafio o en tu tumba? Muchas personas viven para ser recordados, se esfuerzan en dejar grandes obras, grandes herencias, grandes legados, pero lo cierto es que posiblemente muchos de nosotros moriremos y seremos olvidados antes que termine esta generación. Solo una cosa debería ser prioridad para aquellos que aman y sirven al Señor: que el día que muramos, el Señor pueda decirnos: «Bien, buen siervo fiel, entra en el gozo de tu señor».
Entendiendo el pasaje
Llegamos al final del libro de Deuteronomio y con él al cierre del Pentateuco. Este es un momento histórico de proporciones gigantescas. Deuteronomio significa «segunda ley» y consiste en los últimos discursos de Moisés al pueblo de Israel antes de entrar a la tierra prometida. Aquí Moisés repasa toda la ley, renueva el pacto con la nueva generación y prepara al pueblo para lo que viene.
Este libro es el testamento de Moisés, el hombre que Dios escogió para traer la ley al pueblo. Quizá uno de los hombres más grandes de los que se puede hablar en el Antiguo Testamento. Liberó a Israel de Egipto, recibió los Diez Mandamientos, intercedió por el pueblo una y otra vez, los guió por el desierto durante cuarenta años. Una cantidad de acciones extraordinarias a su favor, pero que al final termina muriendo sin entrar a la tierra prometida.
Moisés no pudo entrar a Canaán por su desobediencia en las aguas de Meriba, donde golpeó la roca en lugar de hablarle como Dios le había ordenado. Ahí deshonró a Dios delante del pueblo. El sentido de este pasaje es que hasta los más grandes siervos de Dios son pecadores y las consecuencias del pecado nos alcanzan a todos.
Pero hay algo notable: Dios mismo sepultó a Moisés en un lugar secreto. ¿Por qué? Conociendo la tendencia del pueblo de Israel hacia la idolatría, Dios sabía que el cuerpo de Moisés hubiese sido venerado, profanado para convertirlo en un dios terrenal. Al esconder su tumba, Dios protegió tanto la memoria de Moisés como la pureza de la adoración que le pertenece solo a él.
Tres verdades bíblicas
- No importa cómo vivas, un día estarás delante del Señor Moisés fue un hombre que vio a Dios cara a cara, él conversó con Dios, recibió la ley, tuvo encuentros con Dios que posiblemente ningún otro mortal ha tenido. Sin embargo, le llegó el día para morir. La Biblia dice en Hebreos 9:27 que está establecido para los hombres que mueran una sola vez y después de esto el juicio. No importa qué tan grande seas, cuánto dinero tengas, cuánto poder tengas, cuántas obras hayas construido, cuánto te respeten en el mundo. Debes saber que un día vas a enfrentar la muerte. Y la pregunta que debes hacerte es: ¿estás preparado?
- Debemos morir como siervos de Dios Es interesante que pudiéndose decir muchas cosas de Moisés, lo que se dice al final de su vida es que era siervo de Dios. Moisés no vivió para otra cosa, él vivió para servir al Señor. Y esto hace eco de las palabras del Señor en el Nuevo Testamento, en la parábola de los talentos: «Bien, buen siervo fiel, entra en el gozo de tu señor; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré». Debemos perseguir ese momento en nuestras vidas, el día en que al morir el temor de dejar este mundo se convierte en el gozo de ser llamados por el Señor para ser siervos suyos por la eternidad.
- Cristo es el único que venció la muerte definitivamente Moisés murió y fue sepultado. Su tumba permanece oculta hasta hoy. Pero hay uno que murió y resucitó, cuya tumba está vacía y es conocida por todos. Jesús no vino a ser sepultado en secreto, sino a vencer la muerte públicamente. Donde Moisés falló al deshonrar a Dios, Cristo obedeció perfectamente. Donde Moisés no pudo entrar a la tierra prometida, Cristo nos abre el camino al cielo mismo. La diferencia entre Moisés y Jesús es que uno fue siervo, el otro es el Hijo. Uno murió por su pecado, el otro murió por los nuestros.
Reflexión y oración
La muerte llega para todos, pero para el creyente no es el final del camino sino el comienzo de la eternidad. Lo que importa es cómo vivimos y a quién servimos mientras estamos aquí.
Señor, enséñanos a contar nuestros días de tal manera que traigamos al corazón sabiduría. Que podamos vivir como siervos tuyos cada día, sabiendo que un día estaremos cara a cara contigo. Ayúdanos a no vivir para dejar un nombre en este mundo, sino para escuchar tu voz diciéndonos: «Bien, buen siervo fiel». Gracias por Jesús, quien venció la muerte por nosotros y nos asegura la vida eterna. Amén.