Versículo base: «El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros.» (Isaías 61:1, NBLA)
El retrato perfecto del Mesías
Si hay un pasaje en el Antiguo Testamento, incluso en toda la Biblia, que describa de manera específica la misión del Señor Jesucristo en este mundo, es este: Isaías 61. Los detalles son tan precisos que no hay duda de que solo alguien que hiciera estas cosas sería identificado como el Mesías. En parte, el gran problema que los judíos tuvieron con el Señor Jesucristo fue que él hizo todas estas señales que los judíos reconocían que eran exclusivas de un Mesías, pero ellos no querían reconocerlo. Sus ojos estuvieron cegados y sus corazones endurecidos. De modo que estamos ante un pasaje importantísimo que espero pueda ser de provecho para todos en este devocional.
Entendiendo el pasaje
Isaías 61 forma parte de la sección final del libro, donde el profeta anuncia la obra del Siervo del Señor que vendría a traer salvación. Este pasaje es una descripción profética extraordinaria de la misión del Mesías, con detalles tan precisos que cuando se cumplieron, no quedó duda de quién era el cumplimiento de la profecía.
El momento más dramático en la historia de este texto ocurrió en la sinagoga de Nazaret, registrado en Lucas 4. Jesús tomó el rollo del profeta Isaías, leyó exactamente este pasaje, cerró el libro y declaró: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros». La reacción de los judíos fue violenta. Primero se maravillaron de las palabras de gracia que salían de su boca, pero cuando entendieron la implicación de lo que estaba diciendo, que él era el Mesías prometido, intentaron despeñarlo desde un precipicio.
Jesús siempre habló de este texto como haciendo referencia a él mismo. Las palabras «el Espíritu del Señor está sobre mí» apuntan a la unción mesiánica, al comisionamiento divino para una misión específica. Los verbos que siguen describen exactamente lo que Jesús vino a hacer: predicar buenas nuevas, sanar corazones quebrantados, proclamar libertad, dar vista a los ciegos, liberar a los oprimidos. Este no es un pasaje cualquiera, es el programa mesiánico completo, la descripción más detallada de la obra de Cristo en todo el Antiguo Testamento.
Tres verdades bíblicas
- El reino del Señor Jesucristo es un reino espiritual Muchos esperaban un Mesías político, un Mesías que reivindicara a Israel políticamente y los liberara del yugo romano. Pero el Señor está anunciando otro tipo de libertad. Las referencias al jubileo apuntan al hecho de una liberación, pero no de las deudas ni de la esclavitud física, sino una libertad del pecado. El Señor venía a traer bendiciones espirituales en abundancia y fue esto lo que le dijo a Juan el Bautista cuando preguntó si Jesús era aquel a quien esperaban o si debían esperar a otro. El Señor le dice: «Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio». Él se estaba mostrando que este pasaje era una referencia inequívoca a su reino espiritual que comenzaba a extenderse.
- Solo en Cristo hay verdadera libertad Muchas cosas nos atan en este mundo, pero la principal cadena, los grilletes más pesados atados a nuestros pies, es la cadena del pecado. Y solamente Cristo puede romper esa cadena. Cuando vives en esclavitud al pecado, estás ciego, estás muerto, y no puedes ver el efecto que eso tiene en tu vida porque estás perdido. Sin embargo, cuando el Señor te hace libre, cuando te muestra su verdad, entonces puedes ver en esa libertad la gran bendición que significa vivir para la gloria de Dios. No hay libertad política, económica o social que se compare con ser liberado del poder del pecado y de la condenación eterna.
- Cristo te envía a continuar su misión Lo hermoso de este pasaje es que no termina con Cristo. Él vino a hacer esta obra, pero ahora nosotros somos sus representantes en este mundo. Fuiste liberado para liberar a otros, fuiste consolado para consolar, fuiste sanado para ser instrumento de sanidad. Cada vez que compartes el evangelio con alguien, estás cumpliendo Isaías 61. Cada vez que muestras compasión a un corazón quebrantado, estás siendo las manos de Cristo. Cada vez que llevas esperanza a quien está desesperado, estás continuando la misión del Mesías. No eres un espectador de la obra de Cristo, eres un participante activo.
Reflexión y oración
Cristo cumplió perfectamente la misión que el Padre le encomendó. Ahora esa misma misión continúa a través de sus discípulos. Donde hay quebrantamiento, llevamos sanidad. Donde hay cautiverio, proclamamos libertad.
Padre, gracias por enviar a tu Hijo a cumplir perfectamente la misión descrita en Isaías 61. Gracias porque él nos liberó del pecado y nos dio vida nueva. Ayúdanos a ser instrumentos de esa misma obra en las vidas de otros. Que podamos llevar tu luz a lugares oscuros, tu esperanza a corazones desesperados, tu amor a quienes se sienten abandonados. Úsanos para continuar la obra que Cristo comenzó. En el nombre de Jesús, amén.