Versículo base: “Entonces la nube cubrió la tienda de reunión, y la gloria del SEÑOR llenó el tabernáculo.” (Éxodo 40:34, NBLA)
Dios con nosotros: el final del camino
Hace poco terminé de leer un libro que me había tenido completamente atrapado durante semanas. Al llegar a la última página, sentí esa mezcla extraña de satisfacción y vacío que nos deja el final de una buena historia. Algo parecido ocurre cuando llegamos al capítulo 40 de Éxodo, el cierre de este extraordinario libro que ha narrado el viaje de un pueblo desde la esclavitud hasta la presencia de Dios.
Entendiendo el pasaje
Éxodo 40 representa el clímax de toda la narrativa que comenzó con un pueblo esclavizado en Egipto. El libro de Éxodo se organiza alrededor de tres grandes movimientos: la liberación de Egipto (caps. 1-18), el pacto en Sinaí (caps. 19-24), y la construcción del tabernáculo (caps. 25-40). Cada una de estas secciones revela el propósito progresivo de Dios: liberar a su pueblo para establecer una relación de pacto, y finalmente, habitar en medio de ellos.
Lo que muchos no logran ver es que Éxodo no trata simplemente de salir de la esclavitud, sino de entrar en una nueva relación con Dios. Desde el principio, cuando Dios habla con Moisés en la zarza ardiente, declara: “Ciertamente yo estaré contigo, y la señal para ti de que yo te he enviado será esta: cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, ustedes servirán a Dios en este monte” (Éx 3:12). La liberación tenía un propósito específico: servir a Dios y entrar en comunión con Él.
En este capítulo final, vemos la consumación de ese propósito cuando, tras seguir meticulosamente las instrucciones divinas para la construcción del tabernáculo, la nube de la gloria de Dios desciende y llena el espacio sagrado. Es el momento en que la presencia divina, que había estado guiando al pueblo desde lejos, ahora viene a habitar en medio de ellos. El sentido profundo del libro queda así revelado: Dios quería un pueblo libre, no solo de la esclavitud física, sino libre para adorarle y experimentar su presencia continua.
Tres verdades bíblicas
- La libertad es para la comunión con Dios El ciclo completo de Éxodo nos muestra que Dios no nos libera simplemente para que hagamos lo que queramos. Nos libera con un propósito mayor: tener comunión con Él. Piensa en tu vida: ¿Para qué te ha liberado Dios del pecado? No simplemente para que evites el infierno, sino para que disfrutes de Su presencia ahora y por la eternidad. El tabernáculo era solo una sombra de lo que Cristo haría por nosotros, permitiéndonos acceder directamente a la presencia de Dios.
- La obediencia prepara el camino para la presencia de Dios Moisés siguió meticulosamente las instrucciones divinas. El texto repite la frase “como el Señor lo había mandado a Moisés” una y otra vez. No había espacio para la improvisación o la creatividad humana en la construcción del tabernáculo. En tu vida diaria, cuando sigues fielmente la Palabra de Dios, estás preparando un espacio para que Su presencia se manifieste. No son nuestras ideas brillantes las que atraen a Dios, sino nuestra obediencia fiel a Su palabra.
- La gloria de Dios supera nuestros mejores esfuerzos Lo más impresionante del pasaje es que después de todo el trabajo humano (que era necesario), la parte más importante vino como un regalo: “la gloria del SEÑOR llenó el tabernáculo”. Moisés y los artesanos podían construir la estructura, pero no podían manufacturar la presencia divina. En Cristo, Dios ha hecho algo más extraordinario aún: no solo ha visitado a Su pueblo como en el tabernáculo, sino que ha enviado Su Espíritu para habitar permanentemente en nosotros. Ya no necesitamos un edificio especial; ahora somos nosotros el templo de Su Espíritu.
Reflexión y oración
El viaje de Éxodo nos recuerda nuestra propia historia: esclavizados por el pecado, rescatados por gracia, guiados a través del desierto de la vida, y finalmente llevados a la comunión con Dios. La gloria que descendió sobre el tabernáculo antiguo ahora habita en nosotros por el Espíritu Santo. La presencia de Dios que guiaba a Israel día y noche ahora nos guía a través de Su Palabra y Su Espíritu.
Padre celestial, gracias porque tu deseo siempre ha sido habitar en medio de tu pueblo. Te alabo porque ya no necesitamos un tabernáculo físico para encontrarte; por medio de Jesús, has hecho de nosotros tu templo. Perdóname por las veces que busco tu presencia en lugares externos cuando tú ya habitas en mí. Ayúdame a vivir consciente de tu presencia continua, permitiendo que tu gloria transforme cada aspecto de mi vida. Que mi obediencia prepare siempre el camino para que tu presencia se manifieste poderosamente. En el nombre de Jesús, amén.