Versículo base: “Todos los varones de los hijos de Aarón comerán de ella. Es estatuto perpetuo para sus generaciones con respecto a las ofrendas encendidas al SEÑOR; todo lo que las toque quedará consagrado.” (Levítico 6:18, NBLA)
El privilegio del servicio sacerdotal
Si estás siguiendo nuestro plan de lecturas, estoy seguro que debes estar batallando con el montón de reglas e instrucciones que están contenidas en el libro de Levítico, se que en ocasiones puede parecer abrumador, pero este es un libro que si nos detenemos a observar con detenimiento y a la luz de toda la historia de la redención, encontramos una riqueza incalculable y muchas verdades acerca del evangelio y nuestra propia identidad, así que ánimo.
Entendiendo el pasaje
Levítico ocupa un lugar central en el Pentateuco, siguiendo al Éxodo (la liberación) y precediendo a Números (el viaje). Su tema principal es la santidad: cómo un pueblo pecador puede acercarse a un Dios santo. El libro detalla cinco tipos principales de ofrendas (caps. 1-7), la consagración del sacerdocio (caps. 8-10), las leyes de pureza (caps. 11-15), el Día de la Expiación (cap. 16), y diversos estatutos para la vida santa (caps. 17-27).
En el capítulo 6, encontramos instrucciones específicas sobre la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la culpa. Nuestro versículo describe un privilegio exclusivo: los sacerdotes, descendientes de Aarón, podían comer de estas ofrendas. Esto no era simplemente una forma de sustento; era una participación sagrada en el proceso de expiación. Al comer parte de la ofrenda, los sacerdotes incorporaban simbólicamente el pecado del oferente, actuando como mediadores entre Dios y el pueblo.
La frase “todo lo que las toque quedará consagrado” revela la naturaleza transferible de la santidad en el sistema levítico. Los objetos que entraban en contacto con estas ofrendas adquirían un estatus especial, requiriendo un manejo apropiado. Esta santidad contagiosa subrayaba la seriedad de acercarse a Dios y la necesidad de una pureza absoluta en su presencia.
Tres verdades bíblicas
Dios siempre ha provisto mediación para acercarnos a Él El sistema sacrificial no fue un invento humano, sino una provisión divina. Dios, en su misericordia, estableció un medio para que los israelitas mantuvieran comunión con Él a pesar de su pecado. Estos sacerdotes y sacrificios, sin embargo, eran solo sombras que apuntaban hacia Cristo, nuestro perfecto mediador. Como leemos en Hebreos 10:1, “La ley es solo una sombra de los bienes futuros, no la imagen misma de las cosas.” Mientras los sacerdotes aarónicos debían ofrecer sacrificios repetidamente, Cristo se ofreció a sí mismo “una vez para siempre” (Heb 7:27). Hoy, gracias a este sacrificio perfecto, tienes acceso directo al trono de la gracia, un privilegio que los israelitas bajo el sistema levítico apenas podían imaginar.
La santidad divina demanda reverencia y preparación Las detalladas regulaciones de Levítico nos recuerdan que acercarnos a Dios no es algo que debamos tomar a la ligera. Aunque ya no seguimos estos rituales específicos, el principio subyacente permanece: la santidad de Dios merece nuestra reverencia. En nuestra era de informalidad, corremos el riesgo de aproximarnos a Dios casualmente, olvidando que Él sigue siendo “fuego consumidor” (Heb 12:29). Esto no significa que debamos temer acercarnos a Dios, sino que debemos hacerlo con corazones preparados y conscientes de su majestad. Considera tu aproximación a la oración y adoración: ¿Reflejan tus actitudes la grandeza del Dios al que te acercas?
En Cristo, todos los creyentes tienen privilegios sacerdotales Lo que era exclusivo de los hijos de Aarón ahora es el privilegio de todos los creyentes. Pedro declara que somos “real sacerdocio, nación santa” (1 Pedro 2:9). Esta democratización del acceso a Dios es uno de los aspectos más revolucionarios del nuevo pacto. Como sacerdotes en Cristo, tenemos el privilegio y la responsabilidad de ministrar tanto a Dios (en adoración) como a las personas (en testimonio y servicio). Ya no necesitamos intermediarios humanos para acercarnos a Dios; Cristo ha rasgado el velo, permitiéndonos entrar con confianza al Lugar Santísimo por su sangre (Heb 10:19-22). Esta verdad debe transformar radicalmente nuestra comprensión de lo que significa ser cristiano: no somos meros espectadores, sino participantes activos en la obra de Dios.
Reflexión y oración
El sistema sacrificial de Levítico, con sus reglas precisas y restricciones, puede parecer ajeno a nuestra experiencia contemporánea. Sin embargo, estas antiguas prácticas nos recuerdan verdades fundamentales: la santidad de Dios, la seriedad del pecado, y la necesidad de mediación para la comunión con el Creador. En Cristo, estas sombras han dado paso a la sustancia. Su sacrificio perfecto ha hecho posible lo que el sistema levítico solo prefiguraba: acceso directo y permanente a la presencia de Dios para todos los creyentes.
Padre Santo, me asombra cómo preparaste el camino hacia ti a través de las edades. Gracias por la revelación progresiva que vemos en las Escrituras, desde las sombras del sistema levítico hasta la luz plena en Cristo. Reconozco que sigo siendo propenso a tomar tu santidad demasiado a la ligera. Ayúdame a acercarme a ti con reverencia, sin perder la confianza que has garantizado mediante la sangre de tu Hijo. Gracias porque en Cristo ya no somos extraños, sino sacerdotes en tu presencia. Muéstrame cómo vivir a la altura de este privilegio, sirviendo como mediador entre tú y un mundo que necesita desesperadamente conocerte. Por Jesucristo, nuestro gran sumo sacerdote, amén.