Versículo base: “Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.” (Apocalipsis 5:4-5, RVR1960)
El Cristo que necesitamos ver
¿Sabes cuál es uno de los problemas más serios que enfrentamos hoy como iglesia? La forma en que hemos reducido la imagen de Cristo a una figura sentimental. Por años, nos hemos alimentado de representaciones visuales del Jesús sufriente, pálido, pasivo, casi etéreo… y claro, hay verdad en su dolor, pero si eso es todo lo que vemos, estamos en peligro.
Déjame decirte: el Cristo del Apocalipsis no es el que Hollywood nos vendió. Este no es un Jesús indefenso colgado en una pared, ni un mártir trágico. Este es el León de la tribu de Judá. Este es el Rey que fue profetizado desde los labios de Jacob. Este es aquel que tiene el cetro en la mano y que vendrá a juzgar a vivos y muertos. Es el Cristo glorificado, vencedor, lleno de majestad, digno de abrir el libro sellado del juicio y ejecutar la justicia de Dios.
Y necesitamos volver a ver a Cristo así. Porque solo cuando lo vemos en toda su gloria, podemos vivir en medio de este mundo con verdadera esperanza.
Entendiendo el pasaje
Los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis son una bisagra. Son el portal que conecta lo que “es” con lo que “ha de venir” (Ap. 1:19). Y tiene mucho sentido que estén allí. Antes de que Juan vea los juicios, antes de que se abran los sellos del capítulo 6, Dios quiere que la iglesia vea el cielo. Y lo que vemos es trono, gloria, cánticos, criaturas postradas, relámpagos, y sobre todo, un libro sellado… que nadie puede abrir.
Juan llora. Y no es un llanto superficial. Llora porque parece que no hay desenlace, que la historia se ha detenido sin sentido. ¿Quién puede desatar los sellos? ¿Quién puede ejecutar el juicio y traer justicia? ¿Quién tiene autoridad? Entonces uno de los ancianos habla: “No llores”. Qué frase tan pastoral. Qué frase tan necesaria.
Y lo que sigue es aún más poderoso: “He aquí que el León de la tribu de Judá… ha vencido”. Y luego Juan gira para mirar y no ve un león. Ve un Cordero inmolado. Esa es la paradoja gloriosa del evangelio. La victoria vino por medio de la muerte. Y esa muerte no fue el fin, fue la coronación del Rey.
Los cristianos perseguidos no necesitaban venganza. Necesitaban justicia. No necesitaban a un Mesías de utilería, necesitaban al Señor resucitado. Muchos mártires eran ridiculizados mientras morían: “¿Ese Cordero va a vencer?” Pues sí. Este Cordero ha vencido. Y Él reina.
Tres verdades bíblicas
El Cristo de la Biblia es un Cristo victorioso
Es probable que muchas veces te hayas quedado con la imagen de un Cristo expuesto, frágil, inmóvil. Pero Apocalipsis 5 nos llama a recuperar una visión gloriosa: Jesús ha vencido. Él tiene el poder. Él es digno. Él abrirá el libro y traerá justicia a las naciones. En un mundo donde parece que todo está fuera de control, necesitas recordar que tu Salvador no está derrotado. Está en el trono.
La victoria de Cristo es nuestra victoria
El verso 10 nos deja sin aliento: “Nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.” Eso es lo que Él ganó. Su victoria no fue un acto aislado. Fue el inicio de un reinado compartido con su pueblo. Eso significa que, aunque hoy seas despreciado, aunque este mundo te rechace, tú tienes un lugar asegurado. Él ha prometido reunirnos como Su pueblo. Eso cambia completamente cómo vemos el sufrimiento.
El Señor es digno de toda alabanza
¿Has considerado la magnitud del cántico celestial en este capítulo? Multitudes de seres celestiales se postran ante el Cordero. Toda adoración se centra en Él. Y esto es más que un detalle litúrgico. Esto es una corrección profunda al egoísmo espiritual que ha permeado nuestras iglesias. Cristo es el centro de la adoración, no tú, no yo. El culto no es un espejo emocional. Es un trono. El humanismo religioso es una blasfemia. Y este capítulo nos recuerda que la gloria solo le pertenece a Él.
Reflexión y oración
Hoy, antes de que veamos el inicio de los juicios en el capítulo 6, Dios quiere que miremos al cielo. Antes de que descienda la ira, Él nos muestra la gloria. El trono no está vacío. El libro no está cerrado. El León ha vencido. El Cordero reina. Y tú estás del lado correcto de la historia.
Señor Jesús, gracias por mostrarme quién eres realmente. Perdóname cuando he reducido tu gloria a una caricatura. Hoy me postro ante ti, Cordero inmolado y Rey glorioso. Sé el centro de mi vida, el objeto de mi adoración, y la esperanza que sostiene mi alma. Amén.