Versículo base: «Que todo hombre nos considere de esta manera: como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios» (1 Corintios 4:1, NBLA)
Entre el menosprecio y la idolatría: El lugar correcto de los líderes
Una de las cosas con las que Pablo tuvo que lidiar a lo apego de su ministerio fue con el rechazo, por parte de quienes le perseguían, de los judaizantes que pretendían desnaturalizar el evangelio pero quizás, la oposición más dura vino de esta iglesia. Para que te hagas una idea, de todas las facciones en Corinto, solo los que se consideraban «de Pablo» parecían mostrar algún respeto por él y su ministerio; el resto lo menospreciaba abiertamente. Lo consideraban débil en presencia, poco elocuente, carente del carisma que esperaban de un líder espiritual. Es irónico porque la misma iglesia que estaba dividida por seguir a diferentes líderes humanos, despreciaba al hombre que Dios había usado para traerles el evangelio. Es cierto que no debemos hacer a los líderes nuestros representantes en lugar de Cristo, pero tampoco ignorar o menospreciar su trabajo y servicio a los santos. Pablo cierra esta primera sección sobre las divisiones mostrándonos el lugar correcto que deben ocupar los siervos de Dios en la iglesia.
Entendiendo el pasaje
Este capítulo conecta directamente con el anterior donde Pablo advertía sobre destruir el templo de Dios mediante divisiones. Ahora explica cómo deben ver a los líderes: ni como celebridades ni como sirvientes despreciables, sino como administradores de los misterios de Dios. El pasaje se divide en tres partes. Primero, Pablo define el rol de los apóstoles como siervos y administradores (vv. 1-7), enfatizando que lo que se requiere de un administrador es fidelidad y no popularidad.
Segundo, usa la ironía para contrastar la arrogancia de los corintios con el sufrimiento de los apóstoles (vv. 8-13). Les dice con sarcasmo: «Ya están saciados, ya se hicieron ricos, sin nosotros llegaron a reinar» (v.8), mientras los apóstoles son «espectáculo al mundo», tratados como «la escoria del mundo».
Tercero, Pablo apela a su relación paternal con ellos (vv. 14-21). Aquí el tono cambia de la ironía al afecto paternal: «No les escribo esto para avergonzarlos, sino para amonestarlos como a mis hijos amados» (v.14). «Porque aunque tengan diez mil maestros en Cristo, no tienen muchos padres, pues yo los engendré en Cristo Jesús mediante el evangelio» (v.15). Es como si les estuviera diciendo: pueden menospreciarme, pueden preferir a otros oradores más elocuentes, pero no pueden cambiar el hecho de que fui yo quien les trajo el evangelio. ¿cómo pueden despreciar al instrumento que Dios usó para darles vol mensaje del evangelio?
Tres verdades bíblicas
- Los líderes en la iglesia son administradores, no propietarios Pablo se define como «servidor» y «administrador». Un administrador maneja bienes que no le pertenecen. Qué contraste con muchos líderes hoy que ven la iglesia como su pequeño reino, las ovejas como sus súbditos y las ofrendas como su tesoro personal. Pablo nunca buscó gloria de los hombres ni reconocimiento fuera de su servicio. Nadie, por más que haya incluso fundado o plantado una iglesia local, puede reclamar derecho de propiedad. Los pastores administran la grey de Dios, no son sus dueños. Por eso nunca deben ejercer señorío sobre ella. Tu pastor no es tu dueño; es un siervo puesto por Dios para administrar los misterios del evangelio. Cuando los líderes olvidan esto, se convierten en lobos. Cuando las congregaciones lo olvidan, crean ídolos.
- Que los líderes sean siervos no significa que deban ser menospreciados Aunque Pablo no pretendía gloria humana, tampoco esperaba que su servicio fuera despreciado. Es posible que ellos no vieran en Pablo a un orador prominente siempre vestido de blanco inmaculado típico de la opulencia griega y más bien como a un hombre sencillo y poco digno de ser seguido; pero ese menosprecio era irracional y pecaminoso. La Biblia enseña claramente: «Tengan en alta estima a los que trabajan entre ustedes» (1 Tesalonicenses 5:12-13). Honrar a los pastores no es idolatrarlos, es tener consideración por el trabajo que realizan «para que lo hagan con gozo y no quejándose» (Hebreos 13:17). Una iglesia que respeta, cuida y reconoce a sus pastores contribuye a que sigan sirviendo con ánimo. No se trata de poner a los líderes en pedestales pero tampoco de tratarlos como empleados despreciables.
- El juicio sobre el ministerio pertenece solo a Dios, no a las opiniones humanasHay algo que el apóstol Pablo menciona y que es muy llamativo: «En muy poco tengo el ser juzgado por ustedes o por tribunal humano. Ni aun yo me juzgo a mí mismo» (v.3). esto no debe ser entendido como arrogancia por su parte. El que juzga es el Señor (v.4). Los corintios juzgaban a Pablo por su apariencia, su oratoria, su presencia. Pero Dios juzga por la fidelidad. Cuántos ministros fieles son despreciados por no tener carisma, mientras charlatanes carismáticos son exaltados. En el día del juicio, no importará cuántos seguidores tuviste en las redes sociales o qué tan elocuente eras. Importará si fuiste fiel con lo que Dios te encomendó. Deja de juzgar a los siervos de Dios por criterios mundanos. Su Señor los juzgará.
Reflexión y oración
La iglesia de Corinto nos muestra los dos extremos peligrosos: idolatrar a los líderes creando divisiones, o menospreciarlos negando su autoridad espiritual. Ambos extremos destruyen la iglesia. Los líderes son siervos, no celebridades; pero son siervos de Cristo, no nuestros empleados. Son administradores de misterios sagrados, no vendedores de entretenimiento religioso. Cuando encontramos el balance bíblico, la iglesia florece: líderes que sirven con humildad, congregaciones que honran sin idolatrar.
Padre, perdónanos cuando hemos caído en cualquiera de los extremos: hacer ídolos de nuestros líderes o menospreciar a tus siervos. Ayúdanos a ver a los pastores como tú los ves: administradores de tus misterios, siervos tuyos puestos para nuestro bien. Da a nuestros líderes corazón de siervos, que no busquen gloria propia sino tu gloria. Da a tu iglesia sabiduría para honrar sin idolatrar, para respetar sin adular. Que juntos, líderes y congregación, edifiquemos tu templo en unidad y amor. Por Jesucristo nuestro Señor, amén.