Versículo base: «Porque el Señor su Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra.» (Josué 2:11b, NBLA)
Fe en el lugar menos esperado
A veces pensamos que la fe florece solo en lugares santos o en corazones preparados desde la cuna. Buscamos a Dios en el templo, en la comunidad de creyentes o en familias con generaciones de fe. Pero la historia de la redención está llena de sorpresas, de flores que brotan en el desierto más árido. La fe de Rahab es una de esas flores inesperadas. Ella no era israelita, no conocía la Ley de Moisés y vivía en una ciudad condenada, Jericó. Sin embargo, desde los muros de esa fortaleza pagana, pronunció una de las confesiones de fe más poderosas de todo el Antiguo Testamento.
Entendiendo el pasaje
Para captar la magnitud de las palabras de Rahab, debemos entender su contexto. Josué ha enviado dos espías a reconocer la tierra prometida, comenzando por la imponente ciudad de Jericó. Estos hombres terminan en la casa de una prostituta llamada Rahab, un lugar ideal para pasar desapercibido. Cuando el rey de Jericó se entera y envía a sus soldados, Rahab toma una decisión que sellará su destino: esconde a los espías y miente a las autoridades.
¿Por qué arriesgaría su vida por dos extranjeros cuyo pueblo venía a destruir su hogar? La respuesta está en su discurso a los espías en la azotea. Ella les dice: «Hemos oído…» Su fe no nació de una experiencia personal directa con Dios, sino del testimonio de Sus obras: cómo secó el Mar Rojo para Israel y cómo les dio la victoria sobre reyes poderosos. Estos relatos, que para sus compatriotas producían un «corazón desfallecido» de pánico, en ella produjeron una fe que reconocía la soberanía absoluta de Dios.
Su declaración: «porque el Señor su Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra», es una joya teológica. En un mundo politeísta donde los dioses eran territoriales, Rahab declara que el Dios de Israel no tiene límites. Él no es un dios más en el panteón; Él es EL DIOS soberano sobre toda la creación. Es una confesión de monoteísmo y omnipotencia asombrosa para una mujer cananea. Su fe, basada en el testimonio del poder de Dios, la llevó a alinearse con él y su pueblo, costara lo que costara.
Tres verdades bíblicas
- La fe verdadera nace de escuchar la revelación de Dios Rahab nunca vio el Mar Rojo partirse. No caminó por el desierto con Israel. Su fe se encendió al escuchar los relatos del poder de Dios. Esto nos recuerda el principio de Romanos 10:17: «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios». Tu fe no depende de experiencias místicas espectaculares, sino de atender a la verdad que Dios ya ha revelado en su Palabra. Los testimonios de su poder a lo largo de la historia son el fundamento sólido para tu confianza hoy. ¿Estás prestando atención a lo que Dios ha dicho y hecho?
- La fe genuina siempre se traduce en acción valiente La confesión de Rahab no se quedó en meras palabras. Inmediatamente después de declarar quién es Dios, actúa. Miente a los guardias, esconde a los espías y negocia la salvación de su familia. Su fe la impulsó a abandonar la lealtad a su rey y su ciudad para jurar lealtad al Rey del Cielo y la Tierra. Santiago 2:25 la elogia precisamente por esto: su fe se demostró por sus obras. Una fe que no cambia tu conducta, tus alianzas y tus decisiones, es una fe que debes cuestionar. La fe verdadera siempre tiene un costo y te mueve a actuar con una valentía que no es tuya, sino de Dios.
- Cristo abre la puerta de la gracia para todos Rahab era, a los ojos del mundo, una candidata improbable para la salvación. Era una gentil, una mujer de moral cuestionable y parte de un pueblo enemigo. Sin embargo, su fe en el «Dios del cielo y de la tierra» fue suficiente para que él la injertara en su pueblo. Su historia no termina con ser salvada de Jericó; Mateo 1:5 nos revela que Rahab se convirtió en ancestro directo de nuestro Señor Jesucristo. El mismo Cristo que nació de su linaje vino a abrir definitivamente la puerta de la gracia para toda raza, lengua y nación. No hay muro tan alto ni vida tan rota que la gracia de Dios no pueda alcanzar.
Reflexión y oración
El Dios del cielo y de la tierra sigue buscando corazones que respondan a su revelación con fe genuina. No importa dónde estés o de dónde vengas. Su gracia te alcanza.
Señor, tu soberanía se extiende sobre toda la creación. Gracias porque tu gracia no está limitada por nuestro pasado o nuestra condición. Como Rahab, ayúdanos a responder a tu Palabra con fe que se traduzca en obediencia. Que podamos reconocerte como el único Dios verdadero y actuar con la valentía que esa fe demanda. Gracias por Cristo, quien abrió el camino para que todos tengamos acceso a tu gracia. Amén.