Versículo base: «Pero Sansón dijo a su padre: ‘Tómala para mí, porque ella me agrada’» (Jueces 14:3, NBLA)
Cuando el don se vuelve pretexto
Después de siglos de jueces que liberaron a Israel, nos encontramos con el último de ellos, y quizás el más conocido de todos: Sansón. Su historia ha inspirado películas, libros y leyendas, pero también representa el final de una era. Después de él no habría más jueces; vendría una decadencia nacional que llevaría a Israel a clamar por un rey como las demás naciones. Sansón era la última oportunidad, el hombre con el potencial más extraordinario que había visto Israel. Su nacimiento fue anunciado por un ángel, su fuerza era sobrenatural, y desde niño el Espíritu de Dios se movía en él. Tenía todo para ser el libertador definitivo. Pero su primera decisión como adulto nos deja con una sensación extraña: ¿en serio, este es el hombre que iba a rescatar a Israel?
Entendiendo el pasaje
Para entender esta escena necesitamos recordar dónde estamos en la historia. Israel llevaba cuarenta años bajo opresión filistea, el período más largo que habían experimentado. Pero esta vez había algo diferente: el pueblo no había clamado a Dios. Se habían acostumbrado a vivir bajo dominación extranjera. En medio de esta resignación nacional, Dios levanta a Sansón, no porque el pueblo se lo pidiera, sino por pura gracia.
Sansón creció sabiendo exactamente cuál era su propósito: liberar a Israel de los filisteos. El voto de nazareo que llevaba desde el vientre de su madre era un recordatorio constante de su consagración. No debía beber vino, no debía tocar cuerpos muertos, no debía cortarse el cabello. Todo en su vida apuntaba hacia una cosa: ser completamente apartado para Dios. Ahora bien, cuando baja a Timnat y ve a esta mujer filistea, no estamos viendo simplemente a un joven enamorado. Estamos viendo al libertador de Israel eligiendo precisamente aquello de lo cual debía librar a su pueblo. Los filisteos no eran solo enemigos políticos; eran adoradores de Dagón, representaban todo lo que se oponía al Dios de Israel. Y Sansón decide que quiere formar una familia con una de ellas.
Tres verdades bíblicas
- Los dones de Dios aumentan la responsabilidad, no la libertad para pecar Sansón razonaba como muchos de nosotros: “Tengo esta fuerza extraordinaria, puedo manejar cualquier situación.” Es la misma lógica del ejecutivo que piensa que su éxito empresarial le da libertad para ser deshonesto en sus negocios, o del líder cristiano que cree que su influencia le permite comprometerse moralmente. Los dones no son cartas blancas; son herramientas que vienen con manual de instrucciones. Cuando Dios te bendice con habilidades especiales, no te está dando permiso para usarlas como quieras, te está confiando algo sagrado.
- Lo que “nos agrada” puede ser exactamente lo que nos destruye La respuesta de Sansón a sus padres nos muestra el corazón del problema: “ella me agrada.” No dijo “creo que Dios me está dirigiendo hacia ella” o “he orado sobre esto.” Su criterio era puramente emocional. Ahora bien, esto es peligroso porque nuestros sentimientos pueden llevarnos exactamente hacia lo que nos hace daño. Esa relación que sabes que no conviene pero “te gusta mucho,” ese trabajo que compromete tus valores pero “se siente como una oportunidad,” esas decisiones financieras que van contra la prudencia pero “parecen atractivas.” El corazón humano tiene una capacidad asombrosa para justificar lo que desea.
- Dios puede cumplir sus propósitos incluso a través de nuestros errores El texto nos dice algo sorprendente: “esto venía del Señor, pues él buscaba ocasión contra los filisteos.” Esto no significa que Dios aprobaba el matrimonio de Sansón, sino que su soberanía es tan grande que puede incorporar incluso nuestras malas decisiones en sus planes. Es como Cristo en la cruz: los soldados romanos creían que estaban ejecutando a un criminal, pero Dios estaba ejecutando el plan de salvación. Esto debe darnos esperanza cuando hemos fallado, pero no excusa para seguir fallando. Dios puede usar nuestros errores, pero siempre prefiere nuestra obediencia.
Reflexión y oración
Sansón tenía todo para cambiar la historia de Israel, pero su primer paso fue hacia sus propios deseos. Su tragedia no fue la falta de potencial, sino la falta de discernimiento. Todos enfrentamos diariamente la misma encrucijada: elegir entre lo que nos agrada y lo que agrada a Dios.
Señor, perdóname por las veces que he usado tus bendiciones como justificación para vivir según mis deseos. Reconozco que todo lo que tengo viene de ti y debe ser usado para tu gloria. Ayúdame a distinguir entre lo que me atrae y lo que realmente me conviene. Dame la sabiduría para ver las consecuencias de mis decisiones antes de tomarlas, y el valor para elegir tu camino aunque sea más difícil. Gracias porque tu gracia es más grande que mis errores. Amén.