Devocional para el 31 de marzo

Versículo base: “Después de haber comido, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Pedro le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».” (Juan 21:15, NBLA)

Restaurado para servir

Todos hemos experimentado alguna vez ese momento devastador en que nos sentimos como completos fracasados. Para Pedro, ese momento llegó cuando negó a Jesús tres veces después de haber prometido que jamás lo haría. El dolor y la vergüenza debieron ser abrumadores. Por eso no es sorprendente encontrarlo ahora de vuelta en su barca, pescando. No estaba dando un paseo recreativo—había vuelto a lo que conocía, a su vida anterior. Un regreso silencioso a lo que era antes de que Jesús lo llamara.

Entendiendo el pasaje

Juan 21 nos muestra a Pedro y otros discípulos regresando a su antigua profesión tras la crucifixión y resurrección de Jesús. La escena es reveladora: después de una noche infructuosa de pesca, Jesús aparece en la orilla (aunque ellos no lo reconocen inicialmente) y les indica dónde lanzar las redes. El resultado es una pesca milagrosa que evoca su primer llamado años atrás.

Lo que sigue es uno de los encuentros más conmovedores del Nuevo Testamento. Después de comer juntos, Jesús se dirige específicamente a Pedro con una pregunta repetida tres veces: “¿Me amas?”. Esta triple pregunta corresponde, no por casualidad, a las tres negaciones de Pedro. Pero lejos de ser un interrogatorio acusatorio, es un proceso de restauración. Jesús no está recordándole su fracaso para avergonzarlo, sino ofreciéndole la oportunidad de reafirmar su amor y recibir un nuevo comisionamiento.

Cada vez que Pedro responde afirmativamente, Jesús le asigna una responsabilidad pastoral: “Apacienta mis corderos”, “Pastorea mis ovejas”, “Apacienta mis ovejas”. La vergüenza de la negación es reemplazada por la dignidad de una misión. El fracaso de Pedro no determinó su destino—fue el amor restaurador de Cristo lo que definió su futuro.

Tres verdades bíblicas

  1. Nuestros fracasos no definen nuestro futuro en Cristo Cuando Pedro negó a Jesús, probablemente pensó que todo había terminado para él. De ahí su regreso a las redes. Pero Cristo no lo había descartado. En tu vida, quizás hayas fallado de manera que te parece imperdonable, y has concluido que ya no puedes servir a Dios o que tu utilidad espiritual ha terminado. Recuerda a Pedro. Cristo cumple fielmente su promesa: “No apagará la mecha que apenas arde; no quebrará la caña cascada” (Isaías 42:3). Tu peor momento no determina tu valor para Dios ni limita lo que Él puede hacer a través de ti a partir de hoy.
  2. La restauración divina siempre tiene un propósito mayor Jesús no restauró a Pedro solo para hacerlo sentir mejor. Lo restauró para una misión específica: pastorear a Su pueblo. La restauración de Dios siempre tiene un propósito que va más allá de nuestro bienestar emocional. Cuando Dios restaura, lo hace para que podamos servir a otros con la misma gracia que hemos recibido. Piensa en tu propia historia: ¿qué heridas han sido sanadas en tu vida? Esas áreas de restauración suelen convertirse en tus ministerios más poderosos, porque puedes ofrecer a otros lo que tú mismo has experimentado.
  3. Los restaurados se convierten en restauradores El Pedro restaurado se convirtió en un instrumento de restauración para otros. Años después, cuando Juan Marcos abandonó a Pablo y Bernabé durante su primer viaje misionero (Hechos 13:13), Pablo se negó a darle una segunda oportunidad (Hechos 15:36-41). Pero Bernabé, y más tarde Pedro, tomaron a Marcos bajo su protección. No es coincidencia que Pedro llame a Marcos “mi hijo” en su primera carta (1 Pedro 5:13). Pedro, que conocía el valor de una segunda oportunidad, se convirtió en mentor de otro que también necesitaba restauración. Cuando has sido perdonado mucho, perdonas mucho. Cuando has sido restaurado, te conviertes en un agente de restauración.

Reflexión y oración

La historia de Pedro nos recuerda que nuestros momentos más oscuros no tienen por qué definir nuestra historia. El mismo Jesús que predijo la negación de Pedro también oró para que su fe no fallara (Lucas 22:32). Él sabía que Pedro caería, pero también sabía que se levantaría otra vez. Lo mismo es cierto para nosotros. Nuestras caídas, por dolorosas que sean, no son el final de nuestra historia cuando estamos en las manos del que puede restaurar, renovar y reutilizar incluso lo que parece irremediablemente roto.

Señor Jesús, me conmueve profundamente ver cómo buscaste a Pedro en su momento de vergüenza y fracaso. Gracias porque haces lo mismo conmigo. Reconozco las veces que he vuelto a mis “redes”, abandonando mi llamado cuando me he sentido indigno. Gracias por no dejarme ahí. Dame el valor para responder a tu pregunta —”¿Me amas?”— con un sincero “Sí, Señor”, incluso después de mis fracasos. Ayúdame a recibir no solo tu perdón sino también tu comisión renovada. Y como Pedro, hazme un instrumento de restauración para otros que han fallado y creen que ya no hay esperanza para ellos. Que mi historia de gracia les dé esperanza. En tu nombre restaurador, amén.

Compartir devocional

*Lecturas del plan para hoy:

Levítico 1, Juan 20, Proverbios 17, Filipenses 4

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

¿Dónde quieres recibir los devocionales?

Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.