Versículo base: «En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía» (Jueces 18:1, NBLA)
Cuando los líderes se venden al mejor postor
Ayer vimos el primer cuadro en nuestro recorrido por este museo de la decadencia: cómo Micaía había fabricado su propia religión con dinero robado. Pensaríamos que ya habíamos tocado fondo, pero a medida que avanzamos por las salas de este museo, las luces se vuelven más tenues y las escenas más perturbadoras. El libro de Jueces nos demuestra que cuando una sociedad se aleja de Dios, la degradación no tiene límites.
El segundo cuadro de nuestro recorrido está también relacionado con la religión, pero ahora vemos la decadencia del liderazgo. Además de un ladrón convertido en adorador de ídolos, ahora aparece alguien que debería haber sabido mejor. Un levita, de linaje sacerdotal, alguien que había sido apartado para servir al Dios verdadero, llega a la casa de Micaía buscando trabajo. Y lo que sucede después es una de las escenas más lamentables de toda la Escritura: el colapso total del liderazgo espiritual.
Entendiendo el pasaje
Este joven levita de Belén de Judá había dejado su lugar de servicio y andaba buscando dónde vivir. Esto ya nos dice algo inquietante: los levitas habían abandonado sus responsabilidades sagradas. La adoración al Dios verdadero estaba tan descuidada que quienes debían dedicarse a ella estaban en las calles buscando empleo. Cuando Micaía se entera de que es levita, inmediatamente ve una oportunidad: «Quédate en mi casa, y serás para mí padre y sacerdote; y yo te daré diez siclos de plata por año, vestidos y comida.»
Ahora bien, hay tantas cosas que lamentar en esta escena que no sabemos ni por dónde empezar. Un levita que no está donde debe estar, un idólatra que cree que puede comprar la bendición de Dios, un hombre consagrado que se vende por diez siclos de plata al año. Pero lo más trágico es la respuesta del levita: acepta. Se queda. Se convierte en sacerdote a sueldo de un dios pagano. Y Micaía, completamente convencido de su lógica perversa, declara: «Ahora sé que el Señor me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote.»
Lo que vemos aquí es el colapso de toda autoridad espiritual. Es un abismo que llama a otro abismo: la sociedad se aparta de Dios cuando no hay quien predique fielmente la Palabra, y una sociedad apartada de Dios produce líderes que no les importa su Palabra.
Tres verdades bíblicas
- Cuando los que deberían guardar la verdad la abandonan, toda la sociedad se corrompe Este levita representaba la autoridad espiritual en Israel. Era alguien que conocía la ley, que sabía que lo que Micaía estaba haciendo era abominación delante de Dios. Pero en lugar de confrontar el pecado, se acomodó a él. Se convirtió en cómplice por dinero. Cuando los líderes espirituales se corrompen, arrastran a toda la sociedad con ellos. Esto pasa hoy cuando pastores predican lo que la gente quiere escuchar en lugar de lo que necesita escuchar, cuando cambian el evangelio por un mensaje que no ofende, cuando se venden al mejor postor. Los líderes corruptos producen seguidores corruptos.
- El dinero puede comprar servicios religiosos, pero nunca la bendición de Dios Micaía pensaba que contratar a un levita le garantizaría la prosperidad. Creía que podía manipular a Dios como si fuera un negocio: pago por servicios religiosos, recibo bendiciones a cambio. Este es el mismo error que cometen quienes piensan que sus donaciones, su asistencia a la iglesia, o sus buenas obras los hacen acreedores de la gracia de Dios. Pero Dios no se deja sobornar. No puedes comprar su favor, no puedes negociar con él, no puedes contratar tu camino al cielo. La salvación es por gracia, no por servicios contratados.
- La verdadera prosperidad viene de la obediencia, no de la religiosidad La tragedia de esta historia es que tanto Micaía como el levita confundieron actividad religiosa con la bendición de Dios. Tenían ídolos, efod, terafines, sacerdote contratado, toda la parafernalia religiosa. Pero no tenían a Dios. La verdadera prosperidad, la que realmente importa, viene cuando vivimos bajo la autoridad de Cristo, cuando obedecemos su Palabra, cuando nos sometemos a su señorío. No viene de acumular símbolos religiosos o contratar servicios espirituales. Viene de una relación genuina con el Dios vivo que se ha dado a conocer en las Escrituras.
Pero tristemente, la historia no termina ahí. La tribu de Dan, buscando territorio, pasó por la casa de Micaía, robó todos sus ídolos y se llevó al levita con ellos. Ladrón que roba a ladrón. Luego fueron a una ciudad pacífica llamada Lais, la conquistaron violentamente y la quemaron, violando toda noción de justicia y propiedad.
Reflexión y oración
Lo que había comenzado con religión falsa terminó en violencia y robo. Porque cuando no hay autoridad moral real, cuando no hay líderes que defiendan la verdad de Dios, lo que queda es que cada uno haga lo que bien le parezca.
Señor, cuántas veces que he tratado de negociar contigo como si fueras un comerciante. Ayúdame a entender que no puedo comprar tu favor ni contratar tu bendición. Oro por los líderes de tu iglesia, para que sean fieles a tu Palabra y no se vendan a los deseos de los hombres. Que la prosperidad que busque sea la que viene de obedecerte, no la que viene de manipularte. Protégenos de líderes corruptos y haznos fieles a tu verdad. Amén.