Devocional para el 5 de junio

Versículo base: “Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. Y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.” (Apocalipsis 7:9-10, RVR1960)

La multitud preservada

Si uno solo se quedara en el capítulo anterior, podría pensar que no hay esperanza. El juicio se ha desatado. Los jinetes han recorrido la tierra, la muerte ha tocado a muchos, y hasta los cielos parecen estremecerse. Pero justo cuando la tensión sube, hay una pausa en el libro. Antes de que se abra el séptimo sello, hay un interludio. Y ese espacio es intencional. Porque el juicio no es toda la historia. Dios quiere que veamos otra cosa: que en medio del juicio, Él guarda a su pueblo.

Esta escena es necesaria porque el dolor y la disciplina pueden nublar nuestra percepción. Cuando todo tiembla, necesitamos una imagen clara de lo que permanece firme. Y aquí está: una multitud incontable, de todos los rincones de la tierra, de pie ante el trono, con vestiduras blancas, adorando al Cordero. Ellos no han sido vencidos. Han sido preservados. Han salido del sufrimiento, sí, pero están vivos, plenos, adorando. Es como si se nos adelantara el final de una película en la que por el momento los buenos pierden, pero al terminar, todos estarán del otro lado, victoriosos delante del Trono.

Entendiendo el pasaje

Apocalipsis 7 se ubica entre el sexto y el séptimo sello. Es un paréntesis interesante y deliberado. Aquí no hay cataclismos ni caballos desbocados. Aquí hay un ángel deteniendo los vientos del juicio, y un acto solemne: los siervos de Dios son sellados. El número simbólico de 144,000 representa totalidad del pueblo De Dios, plenitud. No falta nadie. Dios conoce a los suyos y los guardará hasta el fin.

Esta imagen recuerda a otras en la Escritura. En el éxodo, cuando la plaga cayó sobre Egipto, Dios hizo una distinción: “No habrá plaga sobre vosotros”. En Ezequiel 9, los que gemían por el pecado fueron marcados para que no cayera sobre ellos el juicio. En 1 Tesalonicenses 5, Pablo recuerda que no hemos sido puestos para ira, sino para alcanzar salvación por medio de Cristo. La historia se repetirá al final de todo, cuando el juicio venga, Dios guardará a su pueblo.

Pero esta protección no es escapista. No se trata de evitar todo sufrimiento. La multitud que Juan ve ha pasado por una gran tribulación (v14). Han sufrido, han sido probados. Pero no han sido destruidos. Han sido lavados, preservados, sostenidos. Y ahora están donde sse les prometió estar, ante el trono y ante el Cordero.

Tres verdades bíblicas

  1. Dios guarda a su pueblo en medio del juicio

    la Biblia no nos promete una vida sin dolor, pero sí una seguridad incuestionable: Dios no olvida a los suyos. El sello en sus frentes es una marca de pertenencia, de que hemos sido comprados por precio. El juicio no puede borrar lo que Dios ha sellado. Si estás en Cristo, tu vida está escondida en Él, incluso cuando todo lo que esté al rededor tambalee.

  2. La salvación es una obra de Dios, no del esfuerzo humano

    “La salvación pertenece a nuestro Dios”, clama la multitud. No se atribuyen el mérito. No cuentan sus obras. Ellos han sido lavados en la sangre del Cordero. Esta es una verdad que necesitamos repetirnos con frecuencia: no nos salvamos a nosotros mismos, ni nos mantenemos firmes por nuestras fuerzas. Todo es por gracia. Estas Palabras aparecen en Jonás 2:9 después que el profeta desobediente enfrenta el juicio de Dios y rescatado clama con las mismas palabras: la salvación es del Señor. No hay mejor manera de confirmar la soberanía de Dios en la salvación que a través de esta realidad, el Señor salvando a los suyos de en medio del juicio.

  3. La iglesia que Dios redime es  universal

    Juan ve una multitud de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Esto no es un detalle cultural. Es el cumplimiento de la promesa a Abraham: “en ti serán benditas todas las familias de la tierra”. El evangelio no es un proyecto étnico ni nacional. Es el plan de Dios para reunir un pueblo de todos los rincones del planeta, unidos no por idioma, sino por el Cordero. No podemos perder de vista que el pueblo de De Dios está esparcido por todo el mundo, que no pertenece a alguna nación en particular o linaje, que son redimidos de todos los rincones del mundo.

Reflexión y oración

Antes de continuar con los juicios, Dios quiso que viéramos esta escena. No por accidente, sino por misericordia. Porque necesitamos recordar que aunque haya tribulación, no hay condenación para los que están en Cristo. Es común que al leer apocalipsis nos abrumen tanto los juicios que nuestros ojos se cierran para ver la misericordia, pero es en medio del color gris del dolor y el juicio que la misericordia brilla como el sol y que al final de todo, la multitud estará de pie. No vencida, sino adorando.

Señor, gracias por recordarme que tú no pierdes a ninguno de los que son tuyos. Aunque el juicio avance y el mundo parezca quebrarse, tu sello permanece. Que mi confianza no esté en mi resistencia, sino en tu fidelidad. Y que mi adoración no dependa de mis circunstancias, sino de tu salvación. Amén.

Compartir devocional

*Lecturas del plan para hoy:

Deuteronomio 9, Salmos 92–93, Isaías 37, Apocalipsis 7

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

¿Dónde quieres recibir los devocionales?

Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.