Versículo base: “Porque Job ha dicho: ‘Yo soy justo, y Dios me ha quitado mi derecho. ¿He de mentir contra mi derecho? Mi herida es incurable, aunque estoy sin transgresión’.” (Job 34:5-6)
Cuando no entendemos
En 1633, Galileo Galilei se encontró ante el tribunal de la Inquisición romana, acusado de herejía por defender que la Tierra giraba alrededor del Sol. Forzado a retractarse bajo amenaza de tortura, según la leyenda, murmuró: “Eppur si muove” (“Y sin embargo, se mueve”). Durante siglos, este episodio pareció representar la injusticia de un sistema que silenciaba la verdad. Sin embargo, la historia resulta más compleja: Galileo no poseía todas las pruebas necesarias y la Iglesia no era simplemente anti-científica. Lo que parecía injusticia a ojos humanos era, en parte, limitación de perspectiva.
De manera similar, cuando enfrentamos sufrimientos que no comprendemos, nuestra visión limitada puede llevarnos a cuestionar la justicia divina, tal como le sucedió a Job en medio de su angustia indecible.
Entendiendo el pasaje: La acusación contra Job
En Job 34, encontramos a Eliú, el más joven de los amigos de Job, tomando la palabra después de que los otros tres consejeros y Job mismo han agotado sus argumentos. Eliú se dirige ahora a Job para señalar un error fundamental que ha detectado en su defensa: Job ha comenzado a acusar a Dios de injusticia.
Las palabras que Eliú cita reflejan la evolución del pensamiento de Job. Al inicio de su sufrimiento, Job mantuvo una integridad admirable: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21). Sin embargo, bajo el peso incesante del dolor y los argumentos simplistas de sus amigos (que insistían en que todo sufrimiento es castigo por el pecado), Job comienza a sentir que está sufriendo injustamente.
Eliú comprende algo profundo: aunque Job tenía razón al afirmar su inocencia frente a las acusaciones de pecados específicos, se equivocaba al sugerir que Dios actuaba arbitrariamente o con injusticia. El error de Job no estaba en defender su integridad, sino en comenzar a ver a Dios como un adversario que “le quitaba su derecho”.
El argumento central de Eliú es teológicamente sólido: “Lejos esté de Dios la maldad, y del Todopoderoso la iniquidad” (v.10). Está defendiendo la justicia perfecta de Dios incluso cuando no comprendemos sus caminos. No existe un estándar de justicia por encima de Dios contra el cual podamos medirlo; Él es la fuente misma de toda justicia.
Tres verdades bíblicas
1. El sufrimiento no siempre es consecuencia directa del pecado. Los amigos de Job habían simplificado la teología del sufrimiento: si sufres, es porque has pecado. Jesús mismo desmontó esta idea cuando, ante un hombre ciego de nacimiento, aclaró: “Ni este pecó, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3). Cuando afrontes dificultades, resiste la tentación de buscar automáticamente qué pecados las han causado. El sufrimiento puede tener múltiples propósitos en la economía divina: refinamiento, testimonio, dependencia de Dios o, simplemente, consecuencias de vivir en un mundo caído.
2. Dios es perfectamente justo, aunque no comprendamos sus caminos. Como Eliú señala: “Por tanto, escúchenme hombres entendidos: ¡Lejos esté de Dios la maldad, y del Todopoderoso la iniquidad!” (v.10). Nuestra perspectiva es limitada – vemos solo fragmentos del tapiz que Dios está tejiendo. Cuando te sientas tentado a cuestionar la justicia de Dios, recuerda que tus categorías de “justo” e “injusto” son imperfectas. Incluso cuando no entendemos, podemos descansar en su carácter perfecto. Como escribió el teólogo A.W. Tozer: “La fe descansa no en lo que es visto, sino en Quien no es visto”.
3. En la cruz, el Justo sufrió por los injustos. La máxima paradoja de la justicia divina se encuentra en la cruz, donde el único verdaderamente justo – Jesucristo – sufrió el castigo que merecíamos nosotros. Como expresa 1 Pedro 3:18: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. Lo que parecía la mayor injusticia de la historia (la crucifixión del Hijo inocente de Dios) resultó ser el acto supremo de justicia y misericordia. Cristo no reclamó sus derechos, sino que los entregó voluntariamente para que pudiéramos ser justificados. Cuando sientas que la vida es injusta, mira a la cruz: allí Dios transformó la injusticia humana en salvación eterna.
Reflexión y Oración
Cuando nos enfrentamos al sufrimiento inexplicable, nuestra tentación es pensar que Dios nos ha fallado o que ha sido injusto. Sin embargo, la historia de Job nos recuerda que nuestro entendimiento es limitado. La verdadera cuestión no es por qué sufrimos, sino a quién acudimos cuando el dolor nos alcanza. Job aprendió finalmente que, incluso sin respuestas, Dios mismo es suficiente. En nuestros momentos de mayor confusión, no necesitamos tanto explicaciones como la presencia del que lo comprende todo.
“Dios de perfecta justicia, confieso que a menudo he cuestionado tus caminos cuando no he entendido mi sufrimiento. Perdóname por las veces que, como Job, te he acusado de injusticia desde mi limitada perspectiva. Ayúdame a recordar que tus pensamientos son más altos que mis pensamientos, y tus caminos más altos que mis caminos. Gracias porque, aun cuando no comprendo, puedo confiar en tu carácter perfecto. En los momentos de confusión, ayúdame a fijar mis ojos no en las circunstancias, sino en Cristo, quien sufrió por mí. Concédeme la humildad para aceptar que, aunque no tenga todas las respuestas, puedo descansar en ti. En el nombre de Jesús, amén.”
Lecturas del plan para hoy:
Éxodo 16, Lucas 19, Job 34, 2 Corintios 4.