Versículo base: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y tanto más cuanto veis que el día se acerca.” (Hebreos 10:25, NBLA)
La vida congregacional no es opcional
Una de las respuestas más frecuentes que encuentro al predicar el evangelio es: “No necesito una iglesia para agradar a Dios; oro todos los días y trato bien a la gente”. Esto podría ser apenas aceptable en no creyentes, pero cuando sale de la boca de alguien que se dice cristiano, hay un problema serio. Aunque parezca una exageración, hoy muchas personas viven de acuerdo con una profesión de fe sin tener un compromiso real con una iglesia local.
Entendiendo el pasaje
El libro de Hebreos fue escrito a cristianos de origen judío que, frente a la persecución, estaban considerando abandonar la fe y regresar a sus antiguas prácticas religiosas. A lo largo de sus páginas, el autor demuestra cómo Cristo es superior a todo lo que el Antiguo Testamento anticipaba: superior a los ángeles, a Moisés, al sacerdocio levítico, y su sacrificio superior a los sacrificios del templo.
En el capítulo 10, el autor muestra cómo el sacrificio de Cristo y su sangre abren un nuevo camino hacia nuestra relación con Dios: “Tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo” (Hebreos 10:19-20). Inmediatamente después, conecta esta gran verdad teológica con una aplicación práctica: debemos acercarnos a Dios con corazón sincero, estimularnos unos a otros al amor y las buenas obras, y no dejar de congregarnos. El autor no presenta estas cosas como opcionales, sino como consecuencias naturales e inevitables de nuestra redención en Cristo.
Tres verdades bíblicas
Congregarse es una consecuencia directa de la redención La vida de iglesia para ti, como creyente, no es una opción que puedes tomar o dejar. Es algo directamente asociado con tu salvación. Observa cómo el autor de Hebreos conecta el sacrificio de Cristo con dos resultados paralelos: la santificación personal y la vida en comunión. Afirmar que puedes ser cristiano sin congregarte es tan absurdo como decir que puedes ser cristiano sin andar en santidad. En la misma medida que la redención transforma tu corazón internamente, también transforma tu vida social, llevándote naturalmente a buscar la comunión con otros que han sido igualmente redimidos.
Sin congregación no hay verdadera disciplina ni crecimiento Necesitas la iglesia porque solo a través de ella puedes ser verdaderamente disciplinado y corregido. Cuando vives aisladamente tu fe, te vuelves auto-indulgente y nunca enfrentas realmente tus pecados. Jesús mismo estableció que la iglesia es la instancia final de corrección: “Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el recaudador de impuestos” (Mateo 18:17). Quien rehúye la iglesia está rehuyendo la disciplina y la corrección que necesita para crecer. Esta es una de las razones por las que muchos prefieren un “cristianismo a domicilio” – pueden mantener sus pecados cómodos sin enfrentar la luz de la comunidad.
La iglesia local es el campo de entrenamiento para la eternidad El cielo no será un lugar donde estarás aislado con Dios, sino una gran congregación adorando eternamente al Cordero. La iglesia local es literalmente un ensayo para la eternidad. Apocalipsis nos muestra que “las naciones andarán a su luz” y “traerán a ella la gloria y el honor de las naciones” (Apocalipsis 21:24-26). Si no anhelas reunirte con los santos ahora en la tierra, ¿cómo puedes verdaderamente desear el cielo? La falta de deseo por la vida congregacional debería hacerte cuestionar seriamente tu comprensión de la gloria futura. El servicio a otros, el estímulo mutuo, y la adoración colectiva que practicamos en la iglesia local son preparación directa para lo que haremos por toda la eternidad.
Reflexión y oración
La vida congregacional no es un apéndice opcional a la fe cristiana, sino su expresión natural. Es una consecuencia orgánica de la redención, una necesidad para la disciplina y el crecimiento, y la preparación para nuestra existencia eterna. Un cristiano sin iglesia es como un órgano sin cuerpo, una rama sin árbol, o un hijo sin familia. Si hoy estás alejado de la iglesia, este versículo es un llamado directo de Dios a reintegrarte a lo que es fundamental para tu vida espiritual.
Padre celestial, reconozco que he minimizado la importancia de congregarme con tu pueblo. He caído en la tentación de creer que mi relación contigo puede ser exclusivamente individual. Perdóname por este error. Gracias porque a través del sacrificio de tu Hijo no solo me has reconciliado contigo, sino que también me has hecho parte de un cuerpo, tu iglesia. Ayúdame a valorar este regalo y a participar activamente en la vida de mi congregación local, sabiendo que allí encontraré la disciplina, el compañerismo y el servicio que necesito para crecer. Y sobre todo, fortalece mi compromiso con la iglesia como preparación para ese día cuando me una a la gran asamblea celestial para adorarte por toda la eternidad. Amén.