Devocional para el 6 de abril

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Versículo base: “¿Por qué, oh Señor, estás lejos? ¿Por qué te escondes en tiempos de angustia?” (Salmo 10:1, NBLA)

Cuando no vemos a Dios, pero Él sigue ahí

Hay momentos en los que las oraciones no fluyen. Días en los que lo único que uno puede decirle a Dios es “¿Dónde estás?”. No porque hayamos dejado de creer en Él, sino porque el dolor se ha vuelto tan pesado que todo parece oscuro. El Salmo 10 comienza así, sin rodeos. Un lamento, una queja, una súplica. No hay introducción teológica, ni afirmación de confianza previa. Solo la voz de alguien que mira el sufrimiento y no comprende el silencio de Dios.

Y eso también es fe. Fe herida, sí. Pero fe.

Entendiendo el pasaje

El Salmo 10 forma parte de una colección de clamores escritos en la tensión entre lo que se cree y lo que se ve. David está rodeado de injusticia. El mal avanza. El impío se jacta. El débil es oprimido. Y Dios parece distante. No es que el salmista haya olvidado quién es Dios, sino que su dolor le impide verlo con claridad. En su oración, le reclama a Dios su aparente indiferencia.

La estructura del salmo va desnudando esa frustración con precisión. Hay acusación contra los malvados, descripción de su arrogancia, y una sensación de abandono. El verso 1 lo deja claro: hay angustia, y hay silencio. Pero el texto no se detiene en ese tono.

En el verso 14, algo cambia. David dice: “Tú lo has visto”. Esa frase marca el giro. El mismo Dios al que cuestionaba, ahora es reconocido como testigo y juez. No se ha movido de su trono. No ha ignorado el dolor. Ha visto todo. Y eso es suficiente para que David se acerque de nuevo con confianza.

Tres verdades bíblicas

Puedes hablar con Dios desde tu aflicción
No necesitas una fe sin grietas para acercarte a Él. Dios no exige que escondas tu dolor o maquilles tu desilusión. Puedes orar desde la herida. Puedes decir lo que sientes. El salmista lo hizo, y no fue desechado. Dios escucha incluso cuando nuestras palabras llevan más frustración que adoración.

El dolor no anula tu relación con Dios
El sufrimiento no es señal de que has sido olvidado. Tampoco de que tu fe ha fallado. Vivimos en un mundo roto. Habrá momentos en que sentirás que Dios guarda silencio. Lo que ocurre a tu alrededor puede confundir tu percepción. Pero eso no cambia quién es Él. No necesitas sentir su presencia para saber que está.

Dios ve lo que tú no puedes ver
“Tú lo has visto”, dice David. Esa frase sostiene el salmo. Dios no está lejos. No se ha desentendido. Su compasión no depende de lo que tú percibes. Él sigue viendo. Sigue actuando. Sigue cuidando. En Cristo, eso quedó confirmado. Jesús no evitó el dolor del mundo. Lo cargó. Y desde entonces, la cruz se volvió la señal más clara de que no estamos solos.

Reflexión y oración

La fe no es la ausencia de preguntas, sino la decisión de seguir buscando a Dios cuando no lo entendemos. Puedes lamentar, puedes llorar, puedes sentir que no tienes fuerzas. Pero no necesitas cargar también con la culpa de sentir así. Dios sigue ahí. Su compasión no cambia. Su justicia no se detiene.

Señor, hay días en que me cuesta orar. En que siento que tus oídos están lejos. Hoy te hablo desde ahí. No quiero fingir que todo está bien. Estoy cansado. Me duele lo que veo y me cuesta comprender tu silencio. Pero me aferro a lo que sé: tú ves. Tú escuchas. Tú sostienes. Aunque no entienda el momento que estoy viviendo, descanso en que tú no has cambiado. Recuérdame que tu mano sigue extendida. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

Levítico 9, Salmos 10, Proverbios 24, 1 Tesalonicenses 3

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.