Devocional para el 6 de marzo

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Versículo base: “He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel.” (Éxodo 17:6)

El juicio invertido

A lo largo de la historia, hemos presenciado juicios que han cambiado el curso de la humanidad. El juicio al Rey Carlos I de Inglaterra en 1649 resultó particularmente impactante: un monarca que creía ser intocable por considerarse “divinamente designado” fue juzgado por su propio pueblo y finalmente decapitado. El mundo comprendió entonces que ningún gobernante estaba por encima de la ley. Sin embargo, en el desierto de Sinaí ocurrió un juicio aún más extraordinario y con implicaciones eternas: uno donde el verdadero Juez se ofreció a sí mismo para recibir el castigo que merecían los acusados.

Entendiendo el pasaje: Un tribunal en el desierto

En Éxodo 17, encontramos a Israel en otro momento de crisis. Ya habían experimentado la provisión divina con el maná, pero ahora enfrentaban la escasez de agua en Refidim. Su respuesta revela una peligrosa evolución en su actitud: no era ya simple murmuración, sino abierta rebelión.

El texto describe cómo el pueblo “contendió con Moisés” (v.2), usando una palabra hebrea (rib) que sugiere un altercado legal, una disputa judicial. Los israelitas habían pasado de la queja a la acusación formal contra Moisés y, por extensión, contra Dios mismo. La gravedad de la situación queda evidenciada cuando Moisés exclama: “¿Por qué tentáis a Jehová?” (v.2). El pueblo había llegado al punto de amenazar con lapidarlo (v.4), pronunciando así una sentencia de muerte contra su libertador.

En respuesta, Dios establece lo que podríamos llamar un tribunal divino. Los elementos son reveladores: el pueblo como testigo, los ancianos como garantes del juicio, Moisés con la vara de autoridad judicial, y finalmente, Dios mismo posicionándose “sobre la peña en Horeb” como el acusado.

El momento culminante llega cuando Dios instruye a Moisés: “golpearás la peña”. La vara que había convertido las aguas del Nilo en sangre como juicio ahora golpearía la roca donde Dios mismo estaba presente. El apóstol Pablo revela el profundo significado espiritual de este evento: “La roca era Cristo” (1 Corintios 10:4). Lo que presenciamos aquí es una prefiguración asombrosa del evangelio: Dios recibiendo sobre sí mismo el golpe del juicio para que de él fluya vida para su pueblo rebelde.

Tres verdades bíblicas

1. Nuestra rebelión tiende a crecer si no es confrontada. Los israelitas habían progresado del descontento (Éxodo 15) a la murmuración (Éxodo 16), y ahora a la abierta rebelión con amenazas de muerte. El pecado rara vez permanece estático; cuando lo toleramos, crece en intensidad. Como dice Hebreos 3:13, debemos “exhortarnos los unos a los otros cada día… para que ninguno se endurezca por el engaño del pecado”. Examina tu corazón hoy: ¿hay alguna queja que estés alimentando que podría convertirse en amargura o rebelión? La progresión del pecado comienza sutilmente, como una grieta que poco a poco debilita toda la estructura.

2. Dios se coloca en el lugar del culpable para ofrecer salvación. En este extraordinario relato, vemos un patrón que alcanza su cumplimiento en el Calvario: el justo tomando el lugar del culpable. La roca golpeada en Horeb prefigura a Cristo, quien fue herido por nuestras rebeliones (Isaías 53:5). En palabras de Pedro: “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). La justicia humana exigiría que el fuego consumiera a los rebeldes, pero de la roca golpeada fluyó agua vivificante. De manera similar, del costado herido de Cristo fluyó “sangre y agua” (Juan 19:34), símbolos de purificación y vida. Cuando te sientas abrumado por tu fracaso, recuerda que Cristo ya recibió el golpe que tú merecías.

3. La provisión de Dios excede infinitamente nuestras quejas. A pesar de la gravedad de la rebelión de Israel, la respuesta de Dios fue abundante gracia. El agua que fluyó de la roca no solo satisfizo una necesidad física inmediata, sino que se convirtió en un símbolo de la provisión espiritual permanente que Cristo ofrece. Jesús mismo declararía: “El que crea en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38). Nuestras quejas frecuentemente revelan una visión limitada, enfocada en carencias momentáneas. Dios, en cambio, ve el panorama completo y proporciona no solo para nuestras necesidades presentes, sino para nuestra eternidad. Cuando estés tentado a quejarte, amplía tu perspectiva para ver la generosidad divina que ya ha sido desplegada en tu vida.

Reflexión y Oración

En el tribunal del desierto, Dios invirtió el orden natural de la justicia: el Juez inocente recibió el golpe para que los acusados culpables pudieran recibir vida. Este patrón alcanzaría su máxima expresión en la cruz, donde Cristo—la Roca eterna—fue herido para que de Él fluyera salvación para un mundo rebelde. La próxima vez que te encuentres en un “desierto espiritual”, recuerda que ya has sido defendido en el tribunal divino. El veredicto ha sido pronunciado, y es “no hay condenación” (Romanos 8:1).

“Padre celestial, cuántas veces he actuado como Israel, convirtiendo mis necesidades en acusaciones contra ti. Perdóname por las veces que mi corazón se ha endurecido, olvidando todas tus provisiones anteriores. Gracias porque en lugar de juzgarme como merezco, enviaste a tu Hijo a recibir el golpe que yo merecía. De su sacrificio ha fluido vida eterna para mí. Ayúdame a recordar, especialmente en mis momentos de escasez, que ya me has dado todo lo que necesito en Cristo. Guárdame de la tentación de endurecer mi corazón y enséñame a confiar en ti incluso cuando no puedo ver el agua en el desierto. En el nombre de Jesús, la Roca de mi salvación, amén.”

Lecturas del plan para hoy:

Éxodo 17, Lucas 20, Job 35, 2 Corintios 5.

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.