Versículo base: «Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda» (Proverbios 26:20, NBLA)
Apagando el fuego de la discordia
Hay un pecado del que es muy poco probable que escuches a alguien admitirlo o confesarlo: El chisme. Bueno, al menos yo, hasta hoy, nunca he presenciado a nadie diciendo: ¡Señor, se propicio a mi porque he sido un chismoso o chismosa! Y no creo que sea por alguna intención deliberada de no reconocerlo, creo que es mas bien porque no lo tomamos en serio, lo consideramos algo pequeño en comparación con otros pecados, pero la verdad es que así cómo una pequeña chispa puede convertirse en un incendio devastador, unas pocas palabras susurradas pueden desencadenar conflictos que destruyen relaciones enteras.
Todos hemos estado en ambos lados: compartiendo información que no deberíamos o siendo víctimas de rumores dañinos. En nuestra era digital, donde un mensaje puede alcanzar a cientos de personas en segundos, el poder de las palabras para construir o destruir se ha multiplicado exponencialmente.
Entendiendo el pasaje
El capítulo 26 de Proverbios contiene una colección de dichos que abordan principalmente la necedad humana en sus múltiples formas, junto con advertencias sobre los males de la pereza y el engaño en las relaciones. Nuestro versículo de hoy establece una analogía poderosa: así como el fuego necesita combustible para mantenerse ardiendo, los conflictos y disputas necesitan personas que alimenten esas llamas con palabras dañinas.
El término hebreo para «chismoso» describe a alguien que murmura, calumnia o susurra secretos maliciosos. No se refiere solo a quien transmite información, sino a quien lo hace con intención destructiva. Esta palabra aparece varias veces en Proverbios, siempre asociada con daño relacional y conflicto. La metáfora del fuego es particularmente reveladora: el chisme, al igual que el fuego, consume y destruye todo a su paso si no se controla.
Tres verdades bíblicas
- El chisme destruye comunidades enteras Piensa por un momento en el impacto de tus palabras. Cuando pasas información negativa sobre alguien, no solo afectas a esa persona, sino que envías ondas expansivas a toda la comunidad. Santiago 3:5-6 lo compara con un incendio forestal: «Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. Miren qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego». Ese comentario aparentemente inofensivo sobre tu compañero de trabajo o hermano en la fe puede dividir equipos, fracturar amistades y debilitar iglesias enteras. ¿Cuántas veces has visto relaciones destruidas porque alguien no contuvo su lengua?
- Las palabras revelan nuestro corazón Lo que hablas acerca de otros no solo dice algo sobre ellos, sino que revela mucho más sobre ti mismo. Jesús fue categórico: «De la abundancia del corazón habla la boca» (Lucas 6:45). Cuando caes en el hábito del chisme, estás mostrando inseguridad, orgullo o un deseo de elevar tu posición a costa de otros. Examina honestamente tus motivos cuando sientes ese impulso de compartir información negativa. ¿Estás buscando conexión a través del drama? ¿Intentas parecer más informado? ¿O quizás estás desviando la atención de tus propias faltas? La próxima vez, detente y pregúntate: ¿qué dice esto sobre mi corazón?
- El evangelio transforma nuestra comunicación Cristo murió no solo para perdonar nuestros pecados, sino para transformar cada aspecto de nuestra vida, incluyendo cómo hablamos de los demás. Pablo instruye en Efesios 4:29: «No salga de la boca de ustedes ninguna palabra corrompida, sino solo la que sea buena para edificación». Cuando entendemos que cada persona es creada a imagen de Dios y que Cristo murió también por aquellos de quienes hablamos mal, nuestra perspectiva cambia radicalmente. El Evangelio es también el mejor antídoto para el chisme porque en el fondo, el chismoso lo que busca es reducir la imagen del otro con el propósito de que la suya prevalezca, es una forma de sobresalir o mostrarse superior; pero el evangelio nos pone a todos en un mismo lugar: pecadores que merecen el juicio de Dios. Nadie es superior a nadie por más que alguien intente denigrar a todo el mundo con el propósito de sentirse superior, la realidad siempre va a explotarle en la cara ¿Has experimentado la libertad de hablar bien de otros incluso cuando no están presentes? El poder del evangelio nos capacita para ser defensores, no acusadores; para bendecir, no maldecir; para sanar, no herir con nuestras palabras.
Reflexión y oración
Nuestras palabras tienen poder para construir o destruir. Cada conversación es una oportunidad para reflejar el carácter de Cristo o ceder a nuestra naturaleza caída. La próxima vez que te enfrentes a la tentación de alimentar el fuego de la contienda, recuerda que puedes elegir ser quien apaga las llamas en lugar de avivarlas.
Señor, perdóname por las veces que he usado mis palabras para dañar en lugar de sanar. Reconozco que mi lengua ha encendido fuegos que han lastimado relaciones y comunidades. Transforma mi corazón para que mis palabras reflejen tu gracia y verdad. Dame sabiduría para hablar palabras que edifiquen y restauren. Ayúdame a ver a los demás como tú los ves, dignos de respeto y honor. En el nombre de Jesús, amén.
Lecturas del plan para hoy: