Por: Yirenni Pérez de Paden
Cada década trae consigo sus “modas teológicas”, cada cierta cantidad de tiempo pasa a la palestra pública del pueblo de Dios algún tema que todos debaten, todos quieren aprender y todos quieren experimentar.
En los últimos años, una de esas “modas” ha sido la corriente de la Mentalidad de Reino.
Creo todo lo que la Biblia dice y con mi esposo he aprendido el valor de estudiar la palabra en su contexto. Por esto creo que como creyentes somos llamados a tener una mente diferente a la mentalidad del hombre común no regenerado. Ya que tenemos la mente de Cristo (I Corintios 2:16) es necesario que pensemos diferente y en consecuencia, actuemos diferente al mundo.
Aclaremos una duda
Cuando leo a Jesús en los Evangelios hablar del Reino de los cielos, noto que muy a menudo el antecede “arrepentíos” cuando va a anunciar que el Reino se ha acercado.
¿Por qué? Porque el Reino de los cielos es el sistema de Dios, es la política de Dios, el corazón de Dios.
El Reino no es una fórmula mágica para hacernos ricos; son pecadores arrepentidos por el poder del Espíritu Santo.
No es un negocio multinivel donde, en la medida en que inviertes, ganas.
Se trata de gastarnos por completo por amor a aquel que nos amó primero y que un día nos pedirá cuentas de nuestras obras.
El Reino es hombres y mujeres siendo santificados, a veces por medio de diversas pruebas, para que en ellos brille la imagen de Cristo.
El Reino es vivir y caminar bajo cada promesa de bendición escrita en la Palabra y sujeto a cada mandamiento de amor que nos mantiene alejados del pecado.
Es por esto que, tanto Juan el Bautista como Jesús, primero mandaba la multitud a arrepentirse (Mt. 3:2 ; 4:17) Porque para entender el sistema de Dios, hay que tener la mente de su hijo, Jesucristo, y esto sólo se obtiene por medio del arrepentimiento genuino de nuestros pecados y habiendo confesado a Cristo como Señor de nuestras vidas, para poder vivir bajo sus ordenanzas.
Cuando bendición no equivale a grandeza
Muchos de nosotros que un día nos arrepentimos de nuestros pecados y fuimos sumergidos en las aguas del bautismo, empezamos el andar cristiano pensando en que Dios tenía grandes planes para nosotros, a muchos nos vendieron la idea de que seríamos grandes predicadores o líderes.
Y esa es una verdad que no cambia, Dios SI tiene planes grandes para nosotros, pero ese grande no está definido por términos humanos, sino que la grandeza vista a los ojos de Dios puede ser muy diferente.
Tener la mente del Reino de los cielos es saber que mis dos panes y mis cinco pescados (Lucas 9:13) en las manos correctas, son multiplicadas.
Es tener la confianza de que mi súplica hecha a los oídos correctos, convierte el agua en vino (Jn. 2:9).
La mentalidad de Reino es saber que se trata de Cristo, no de mí.
Por lo tanto, hago todo cuanto me venga a la mano para hacerlo con mucho empeño, aunque nadie lo note, aunque nunca llegue a ser famosa, porque no se trata de mis talentos o de mi alcance, se trata de quien me ha llamado por sierva, se trata del dueño de la obra.