Frecuentemente nos encontramos con asuntos relacionados con la fe o la práctica de la vida cristiana que nos resultan complejos o difíciles de resolver. En muchas ocasiones un estudio dedicado de la Palabra de Dios podría ayudarnos pero en otros casos no es tan fácil, ¿qué hacer entonces?
No son pocos los que, ante asuntos difíciles de resolver acuden al misticismo y es común escuchar cosas como estas —El Espíritu me ha dado testimonio de eso, él me ha hecho sentir que eso es así—
Eso, por supuesto suena muy piadoso, pero este pensamiento encierra al menos tres problemas grandes.
1) El Espíritu no es una alternativa a la Palabra de Dios
Los que optan por buscar una experiencia con el Espíritu para ser convencidos y no en la Palabras de Dios se enfrentan a la siguiente disyuntiva: ¿Qué pasaría si la Palabra de Dios dice algo que va en contra de de lo que está recibiendo como testimonio? ¿Puede acaso el Espíritu Santo ‘dar testimonio’ de algo aunque eso mismo sea contradicho por la Biblia? La respuesta obvia es NO.
El Espíritu no va contra la Palabra simplemente porque él inspiró la palabra. Él siempre nos guiará hacia toda la verdad y ésa verdad es Su Palabra.
En ocasiones, algunas personas ante la incapacidad de poder probar algo por las Escrituras, recurren a la experiencia, incluso si la Palabra contradice su convicción, ponen la experiencia por encima de la Biblia y eso es muy peligroso, por no decir que inconcebible
Evidentemente, el Espíritu no es una alternativa a la Palabra de Dios, si pudiéramos decirlo de manera sencilla: en cuanto a pensamientos, La Palabra y el Espíritu son una misma cosa.
2) Las experiencias místicas no son objetivas
Si dos personas dicen tener testimonio de algo y resultan ser dos posiciones opuestas de la misma cosa ¿Qué determina quien tiene la razón? Usualmente quienes usan este subterfugio resuelven el problema dando la razón al más espiritual, al que más tiempo tiene de ser creyente o al que más tiempo permanezca en oración, pero eso hace la verdad algo subjetivo, que depende de las experiencias individuales y no de una regla objetiva, no cambiante.
Esto representa un problema serio. El relativismo es inminente. Si dejamos a las experiencias individuales determinar las verdades que deben creerse o practicarse, eso abrirá la puerta para cada cosa que quiera sugerirse como verdad, aún que sea lo mas descabellado que pueda concebirse.
3) La palabra de Dios es suficiente, las experiencias individuales no
Si por medio del Espíritu se puede recibir el ‘testimonio’ de todo asunto de doctrina y práctica ¿Para qué es necesaria la Palabra de Dios entonces? Pero sabemos de antemano que toda la Escritura es inspirada y útil (2 Tim 3:14-16) para determinar nuestra fe y nuestra conducta.
No me mal interpreten. Nosotros podemos recibir testimonio del Espíritu sobre cosas específicas que tal vez no son explícitas en la Palabra, pero ese testimonio será, por supuesto, en armonía con una verdad general que si está expresada claramente.
Por ejemplo; El Espíritu puede darle testimonio a una joven de que su pretendiente no creyente no puede ser su esposa; pero es es en perfecta armonía con la verdad de que revela la Palabra de Dios de no unirse en yugo desigual con los incrédulos (1 Cor 6:14)
Asegurémonos por tanto, que las opiniones o posiciones que asumimos sobre alguna cosa en particular relacionada con la fe y la práctica de la misma, sea por un convencimiento proveniente de la Palabra de Dios después de estudiarlas cuidadosamente. Desechemos por tanto el misticismo y avancemos a una fe mas sólida con la Palabra de Dios como ancla.