El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano (Lc 18:11)
¿Cómo reconocer un corazón legalista? Esta pregunta debe ser importante para nosotros, no para saber si otros viven conforme a la ley sino más bien para examinarnos a nosotros mismos. Por supuesto, cuando hablo de legalismo, me refiero a la inclinación de pretender ser justificado por las obras o creer que merecemos más favor de Dios si somos buenas personas.
Observando está parábola del Señor Jesús, el legalista es representado en un fariseo que por sus actos se pretendía mejor creyente que aquellos que no gozaban de una buena reputación.
Un corazón legalista
Un corazón legalista siempre está comparando sus actos con los de otros a fin de sentirse superior, sin embargo, no es con la justicia de los hombres con la que debemos contratarnos, sino con la justicia de Dios ante el cual debemos ser perfectos, y eso es imposible por nuestro propio esfuerzo.
Por otro lado, un corazón legalista siempre cree que debe ser recompensado por lo que hace. El fariseo pensaba que por ayunar dos veces a la semana y dar diezmos de todo era más merecedor del favor de Dios (Lc 18:12). No hay nada más lejos de la realidad. Un corazón humilde reconoce la Gracia del Señor y obedece a causa de ella en agradecimiento continuo.
En ocasiones caemos en el error de pensar que por el hecho de haber realizado algunas cosas para Dios o su obra, entonces somos merecedores de su favor. Ese pensamiento puede estar muy escondido en nuestro corazón, pero es lo suficientemente visible como para ser detectado por Dios y es legalismo en estado puro.
Un corazón humilde
En contraste, el publicano ni siquiera sea atrevía a levantar su cabeza (Lc 18:13). Estaba lejos, no se creía lo suficientemente digno ni siquiera para poder acercarse al Señor y estaba en el lugar más escondido del templo.
Un corazón humilde se opone a la tiranía del orgullo legalista, el cuál sólo puede contemplarse a sí mismo y Dios es para él sólo un dador de recompensas pero no alguien en quien puede delirarse.
Y de esos dos ¿cuál se parece más a ti? No podemos engañarnos a nosotros mismos y menos a Dios. Si hay legalismo en nuestro corazón, es un buen día hoy par renunciar a tal orgullo y entregarnos por completo al Señor, recordando que el que se humilla será exaltado, pero el que se exalta será humillado.
Nuestra justicia es Cristo. Por la fe toda su perfección nos ha sido dada y todo lo que hagamos debe ser para su Gloria, no para ganar algo porque él ya lo ganó todo. El Señor nos ayude. Amén