Suramérica posee el afluente más grande del mundo: El río Amazonas. Este gran río mide más de 7.062 km (Entre Santa Marta y Santiago de Chile) Su ancho está entre 1.6 y 10 km en su área baja, pero se expande (en tiempo de lluvias) hasta 48 km con una profundidad entre los 20 y los 100 metros. Nace en Cordillera de los Andes de Perú en el Nevado Mismi, Arequipa, luego pasa por tres departamentos peruanos, por Leticia en Colombia y cuatro ciudades de Brasil de donde descarga al Océano Atlántico unos 6,591 km3 por año. Solo este imponente río, proporciona la quinta parte del agua dulce al planeta. Lo alimentan unos 1.500 afluentes en todo su recorrido, habitan unas 2.300 especies de peces (15 % del total a nivel mundial). Su caudal varía entre 0,1 y 2 metros por segundo.
¿Alguna vez has experimentado una sed extrema? ¿Crees que un río como el Amazonas lograría saciarla? Tal vez tu respuesta sería: ¡obvio! ¡Por supuesto que sí!
En el Evangelio de Juan (al igual en que en otros Evangelios) es recurrente ver a Jesús referirse a aquellos que no habían creído en Él, como los que tienen sed:
4:13-14 – 13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás…
6:35 – Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.
En el pasaje que nos compete exponer en esta mañana, Jesús va más allá. Da un mensaje claro y contundente a la humanidad entera, uno que se evidenciaría en vidas como la de Adrián, Roberto, Clara, Keren, Jacobis, incluso Salvador, Ana Lucía y Salomón, el día que vengan a sus pies en arrepentimiento y fe, como aquellos sedientos que vienen a la fuente de la vida eterna.
El mensaje lo hemos dividido en los siguientes puntos:
- Un escenario (37)
- Una declaración (38)
- Una promesa cumplida (39)