¿Has observado alguna vez a un bebé recién nacido durmiendo? Esa imagen de paz absoluta evoca en muchos de nosotros un anhelo de volver a ese estado de tranquilidad total, lejos de las preocupaciones de la vida. Sin embargo, para la mayoría, los recuerdos de esas etapas sin preocupaciones son inexistentes, y nuestras vidas parecen estar marcadas por el constante ruido del afán y la ansiedad.
En un mundo donde la ansiedad y el estrés se han convertido en problemas de salud pública, la búsqueda de paz parece más apremiante que nunca. Las deudas, las relaciones rotas, las necesidades no cubiertas y las expectativas incumplidas son solo algunas de las muchas causas que pueden sumirnos en un torbellino de preocupación. Pero, gracias a Dios, no estamos destinados a vivir en ese estado perpetuo de angustia.
En este mensaje, exploraremos cómo la Palabra de Dios nos llama a responder al afán y la ansiedad mediante la confianza en Él, la oración ferviente y la experiencia de Su paz que sobrepasa todo entendimiento. Reflexionaremos sobre esta verdad central:
«Ante el afán y la ansiedad, somos llamados a confiar en Dios en oración y descansar en la paz que proviene de Él.»
A través de tres puntos principales, veremos cómo podemos vivir esta realidad en nuestras vidas:
- Un llamado a no afanarse.
- Un llamado a orar.
- Un llamado a esperar la paz del Señor.
1. Un llamado a no afanarse
El apóstol Pablo, escribiendo desde prisión, insta a los creyentes en Filipos: «Por nada estén afanosos.» Esta exhortación no es una sugerencia superficial, ni una demanda insensible, sino un llamado realista y lleno de gracia a confiar en Dios.
Pablo no pide algo imposible; él mismo vivía en circunstancias difíciles, encarcelado y enfrentando peligros constantes. Sin embargo, demostraba una fe inquebrantable y un gozo que no dependía de sus circunstancias.
Jesús también nos enseñó acerca de la importancia de no preocuparnos:
«No se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán… Miren las aves del cielo… Observen cómo crecen los lirios del campo… ¿No hará Él mucho más por ustedes?» (Mateo 6:25-30).
La clave para no afanarnos no radica en la ausencia de problemas, sino en nuestra confianza en un Dios soberano, bueno y fiel. Como creyentes, tenemos la certeza de que Dios cuida de nosotros.
El afán y la ansiedad son un reflejo de nuestra falta de confianza en el Señor. En lugar de permitir que estas emociones gobiernen nuestras vidas, estamos llamados a dirigir nuestros corazones hacia Dios, quien tiene control sobre todas las cosas.
En nuestra sociedad moderna, el afán se ha romantizado, especialmente durante ciertas épocas del año. Las preocupaciones por los regalos, las fiestas y las expectativas sociales se convierten en un torbellino que consume nuestras fuerzas y nos aleja de lo verdaderamente importante. Sin embargo, el Señor nos llama a enfocarnos en Su Reino y en Su justicia, recordándonos que nuestra mayor necesidad ya ha sido resuelta en Cristo.
2. Un llamado a orar
Pablo continúa su instrucción: «Antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios.»
Aquí, Pablo nos muestra el antídoto contra el afán: la oración.
En lugar de preocuparnos, debemos llevar todas nuestras necesidades y preocupaciones al Señor en oración. Pablo menciona tres formas específicas de oración que nos ayudan a confiar en Dios:
- Oración: Una conversación general con Dios, donde reconocemos Su grandeza y autoridad sobre nuestras vidas.
- Súplica: Una oración ferviente y específica, donde presentamos nuestras necesidades más urgentes ante el Señor.
- Acción de gracias: Un elemento crucial de la oración, donde expresamos gratitud por lo que Dios ha hecho y confiamos en lo que hará.
La oración no es simplemente un acto ritual; es un medio de gracia por el cual llevamos nuestras cargas al Señor y encontramos descanso en Su fidelidad.
Lamentablemente, muchas veces buscamos soluciones fuera de Dios, recurriendo a nuestras propias fuerzas o a métodos temporales que solo agravan nuestra ansiedad. Sin embargo, la oración nos recuerda nuestra dependencia del Señor y nos dirige hacia Él como nuestra única fuente de ayuda.
Establecer una vida de oración consistente no es fácil, especialmente en medio de una sociedad acelerada. Pero, como dijo Martín Lutero: «Tengo tantas cosas que hacer que debo invertir las primeras tres horas del día en oración.»
La oración no solo nos alivia del afán, sino que nos conecta con el corazón de Dios y nos permite experimentar Su cuidado de manera personal y profunda.
3. Un llamado a esperar la paz del Señor
Pablo concluye con esta promesa: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.»
Cuando llevamos nuestras preocupaciones al Señor en oración, Él nos concede Su paz, una paz que no depende de las circunstancias y que supera nuestra lógica.
Esta paz no es una ausencia de problemas, sino una certeza de que Dios está obrando en nuestras vidas, incluso en medio de la dificultad. Es una obra sobrenatural del Espíritu Santo que transforma nuestras emociones y pensamientos, alineándolos con Cristo.
La paz de Dios guarda nuestras mentes y corazones, protegiéndonos de la desesperación y el caos emocional. Nos da claridad para actuar con sabiduría y nos fortalece para enfrentar cualquier situación con confianza en el Señor.
Un ejemplo claro de esta paz es el apóstol Pablo mismo, quien escribió estas palabras desde una celda, enfrentando incertidumbre y sufrimiento. Su gozo y confianza en Dios eran el resultado de una fe que descansaba plenamente en la soberanía y bondad del Señor.
Aplicación práctica
Enfrentar el afán y la ansiedad no es fácil, pero podemos tomar pasos concretos para cultivar una vida de confianza en Dios:
- Establece un tiempo regular de oración: Haz de la oración una prioridad diaria, buscando al Señor en cada circunstancia.
- Practica la gratitud: Recuerda y agradece las bendiciones de Dios en tu vida.
- Medita en la Palabra: Llena tu mente con las verdades de las Escrituras, permitiendo que moldeen tus pensamientos y emociones.
- Busca apoyo en tu comunidad: Rodéate de hermanos en la fe que te animen y oren contigo.
Conclusión
El afán y la ansiedad son una realidad en nuestras vidas, pero no tienen que definirnos. En Cristo, tenemos acceso a un Dios que nos invita a confiar en Él, a llevarle nuestras cargas en oración y a experimentar Su paz que sobrepasa todo entendimiento.
Cuando enfrentemos las tormentas de la vida, recordemos que la oración es el puente que nos lleva de la preocupación a la paz. Corramos al Señor con nuestras cargas y descansemos en Su fidelidad, sabiendo que Él es quien guarda nuestras mentes y corazones en Cristo Jesús.
Que Dios nos conceda vivir esta verdad cada día, confiando en Su poder y descansando en Su paz. Amén.