Sabiduría que viene de la adversidad (Eclesiastés 7:1-14)

imagen de una mano empuñada como sosteniendo aire, con la palabra sabiduría que viene de la adversidad, junto a la cita bíblica de Eclesiastés 7:1-14

Manuscrito

Texto bíblico: Eclesiastés 7:1-14

“Cuando todo esto pase estarás mejor”. “Ya verás que cuando las circunstancias cambien el sufrimiento se acabará”. “Un día entenderás el porqué de este proceso”.

Esas frases son comunes en nuestra época. Son parte de una generación que no puede permitirse ni una sola gota de sufrimiento, una en la que la adversidad es una desgracia y que la felicidad y el disfrute solo se encuentra cuando las cosas salen bien. Pero esto no es lo que encontramos en las Escrituras.

Y no es que la voluntad de Dios sea solo que vivamos en dolor, sino que en Él podemos encontrar un propósito en una cosa o en la otra.

Quién pudiera pensar que un día el Predicador de este libro de Eclesiastés de los primeros capítulos un día estaría listo para decirnos que la sabiduría no está solo en los placeres, sino incluso en aquellas cosas que le son completamente opuestas: en la adversidad y no siempre en estado de bienestar, en la reprensión y no siempre en la adulación, en la espera paciente en la ansiedad por lo inmediato, que la sabiduría está en un Dios soberano que permite tanto una cosa como la otra.

El predicador nos dejó al final del capítulo 6, después de mostrarnos cómo vivir con sabiduría en relación a los bienes materiales y el dinero, con una pregunta que demandaba una respuesta:

“Porque, ¿quién sabe lo que es bueno para el hombre durante su vida, en los contados días de su vida? Los pasará como una sombra. Pues, ¿quién hará saber al hombre lo que sucederá después de él bajo el sol?” (Ecl 6:12)

Y ahora estamos listos para la respuesta: Dios. Él es la fuente de sabiduría para todo bien porque Él la provee tanto en la prosperidad y la abundancia, así como en la adversidad.

Y este es el argumento que quiero proponerles:

La sabiduría para la vida debajo del solo viene de Dios y podemos obtenerla incluso de las situaciones menos esperadas.

Quiero persuadirlos como el Predicador de Eclesiastés de esta verdad. Que la meta de nuestra vida no es alcanzar lo que este mundo considera la cima de la realización, que cada circunstancia que Él permite en nuestra vida tiene el propósito de ser enseñados por Él y ser conformados a su gloria y que por lo tanto, no debemos desperdiciar ninguna de sus bondades, las cuales a veces vienen en empaques muy bien adornados y otras veces en bolsas desgastadas.

Y vamos a dividir nuestro texto para su estudio en cuatro áreas en las que podemos encontrar sabiduría y sentido para la vida y finalmente la razón de ello y es que todas ellas provienen del Señor:

  1. Sabiduría que viene de la adversidad (1-4)
  2. Sabiduría que viene de la reprensión (5-6)
  3. Sabiduría que viene de la espera (7-10)
  4. Dios como la fuente de toda sabiduría (11-14)

1. Sabiduría que viene de la adversidad (1-4)

El Predicador comienza esta sección mostrándonos una serie de contrastes que abarcan cuatro formas de adversidad: La dignidad vs. la opulencia, la muerte vs el nacimiento, el luto vs. la fiesta, la tristeza vs. la risa.

si se nos preguntara que escogeremos para nuestra vida, estoy seguro que no lo dudaremos: nacer, ir a fiestas y reír. tendemos a descartar toda forma de adversidad, le huimos; pero cuando lo hacemos estamos desperdiciando mucho de lo que el Señor puede hacer por medio de cada situación calamitosa.

Sí, esto se ve contra intuitivo, pero veámoslo más bien como algo desafiante. Si la cruda realidad de la vida debajo del sol fuera una montaña, no podemos pretender que solo escalaremos por los senderos con escalones perfectamente diseñados. Seguramente tendremos que tomar caminos rocosos y difíciles, pero incluso a través de ellos estaremos ascendiendo.

Vamos a analizar cada uno de estos escenarios:

  • La dignidad vs. la opulencia: El primer par de comparación tiene que ver con la bondad que hay entre la dignidad del buen nombre que el buen olor de la opulencia. Puede ser que en este mundo siempre persigamos el estar bien vestidos y con buena apariencia externa, pero eso no hace honorable a nadie necesariamente. Lamentablemente hemos caído como sociedad en el error de juzgar a las personas por su apariencia muy a menudo. Alguien con corbata nos parece decente, pero alguien con ropa modesta o informal lo podemos juzgar como alguien de miserable. La verdad es que puedes encontrar a personas opulentas viviendo vidas desgraciadas y a personas sencillas llegando al final de sus días con mucha dignidad. Y no es que esté mal el buen olor o la buena apariencia, pero eso no debe ser lo que nos defina y si en algún momento tenemos que escoger entre nuestra apariencia externa y nuestra dignidad interna, nuestra integridad; siempre debemos preferir nuestro buen nombre o nuestra buena reputación.
  • Morir o nacer: este tiene una relación con lo anterior. Es mejor haber vivido una vida con dignidad y ser recordado por ello al momento de morir, que nacer y aún no saber cómo vivir. Para aquellos que estamos en el Señor, morir siempre será una ganancia y aunque es la más dura calamidad y la última que enfrentaremos, debemos asegurarnos de enfrentarla en plenilunio de gozo
  • El luto vs. la fiesta: de acuerdo con el predicador, hay mucho más provecho en el luto donde hay un dolor genuino que en una fiesta donde hay alegría falsa. Y la razón es que la muerte y el luto nos hacen reflexionar en el corazón sobre nuestra propia vida, mientras que el jolgorio nos anestesia. Es increíble cómo invertimos tan fácilmente los valores. Siempre será más fácil ir a una fiesta que a un velorio porque nadie quiere tener que enfrentar la realidad de que un día no podrá asistir a su propio funeral porque Él será a quien sepulten. ¿Te has preguntado acerca de la temporalidad de tu vida?  ¿O vives más preocupado por acallar con diversión temporal y ocio la realidad de un día vas a morir y dar cuentas al Señor?
  • Tristeza vs. risa: En ese mismo sentido. La tristeza, esa misma que con tanta frecuencia queremos despreciar y dejar ir de nuestras vidas, resulta, de acuerdo con el predicador, en una gran maestra de la sabiduría. En la nueva traducción viviente se lee: “Es mejor el llanto que la risa, porque la tristeza tiende a pulirnos.” La idea detrás de esto es que la tristeza nos prepara para una alegría verdadera, no fingida porque está acompañada de gratitud y del gozo de ser liberados del dolor. Solo cuando experimentamos tristeza podemos distinguir lo que es el gozo verdadero de la alegría superficial.

Así que la gran reflexión del predicador para cada una de estas adversidades es que nuestro corazón debe estar inclinado al día en que nuestros días terminan. No podemos evadir esa realidad y debemos enfrentarla como se debe.

El necio por el contrario quiero vivir anestesiado por el placer. No quiere pensar en ello, prefiere ignorar esa realidad, pero lo que hace es perderse de todo lo que el Señor puede hacer al confrontarnos tan duramente con nuestra debilidad y nuestra fragilidad.

Mira a los jóvenes de hoy. Nadie piensa en cómo terminará sus días, en qué pasará cuando no estén en este mundo o en el día en que tenga que estar de pie ante el tribunal de Cristo.  A ellos solo les interesa divertirse, pero eso no es más que su forma de escapar de una realidad que no se va a mover de donde está. Un día tendrás que responder a esa gran pregunta: vas a morir ¿y cuando eso pase a dónde irás? Lo que el predicador dice es que podemos ocuparnos de eso ahora y encontrar en esa realidad no una fuente de temor sino de verdadera sabiduría para la vida, porque ya no viviremos para nosotros sino para el Señor.

Así nos lleva el predicador al siguiente aspecto a considerar como fuente de sabiduría: la reprensión en lugar de la adulación.

2. Sabiduría que viene de la reprensión (5-6)

A todos nos gusta que nos digan cosas bonitas. Que nos alaben. Que nos adulen. Nadie, aunque a lo mejor haya alguien, dirá: soy feliz cuando me confrontan, me siento bien y alegre cuando sucede. De hecho, es una tendencia muy común el evitar la confrontación porque no la consideramos agradable; pero ella, por dura que sea, es un instrumento de Dios para nuestro bien y para vivir una vida que le agrade.

Me gusta como lo pone la NTV:

“Es mejor ser criticado por un sabio que alabado por un necio. La risa del necio se apaga enseguida, como los espinos que crepitan en el fuego. Eso tampoco tiene sentido.”

Si la risa de los necios y su alabanza fuera una forma de prender fuego, sería como usar yerba seca. Puede que produzca un gran fuego, pero se apaga de una vez. Todo lo que produce es ruido debajo de la olla. Cuando uno se asoma para ver, no hay nada, solo humo.

No sé si se ha dado cuenta, pero es como muchos han decidido vivir su vida: buscando el humo de la alabanza de personas que no tienen ningún interés en su bienestar.

Las redes sociales son el monumento donde todo esto se desarrolla. La gente expone sus vidas en esa vitrina para esperar que vengan los aplausos y las adulaciones, mismas que quizás están siendo acompañadas de comentarios burlones y hasta deseos maliciosos.

En cambio, si quieres ser sabio, no menosprecies la reprensión. Esta es la advertencia que hace el autor de proverbios: (Proverbios 9:9-14)

Aleja de la extraña tu camino,

Y no te acerques a la puerta de su casa;

No sea que des tu vigor a otros

Y tus años al cruel;

No sea que se sacien los extraños de tus bienes

Y tu esfuerzo vaya a casa del extranjero;

Y al final te lamentes,

Cuando tu carne y tu cuerpo se hayan consumido,

Y digas: «¡Cómo he aborrecido la instrucción,

Y mi corazón ha despreciado la corrección!

-» No he escuchado la voz de mis maestros,

Ni he inclinado mi oído a mis instructores.

-» He estado a punto de completa ruina

En medio de la asamblea y la congregación».

Procura rodearte de personas que van a hablarte lo que realmente necesita tu alma y no solo lo que tus oídos quieren escuchar.

Es preferible tener la reprensión honesta de alguien que te ama que la adulación de alguien que te aborrece. No lo puedo yo decir mejor que el proverbista una vez más:

Mejor es reprensión manifiesta

Que amor oculto.

Fieles son las heridas del que ama;

Pero importunos los besos del que aborrece. (Proverbios 27:5-6).

Así pasamos al tercer aspecto que menciona el predicador en el que podemos encontrar sabiduría y que nos resulta tan contra intuitivo. La espera paciente:

3. Sabiduría que viene de la espera (7-10)

La idea del proverbista es que debemos aprender a ver el provecho de la espera paciente en lugar de precipitarnos por la impaciencia.

No estamos acostumbrados a la espera. De hecho, comúnmente queremos evitarla, pero eso nos puede traer varios problemas. Según el texto:

  • Se puede recurrir al soborno o a tomar atajos
  • Se puede caer en la arrogancia de la que habla Santiago: mañana haré, mañana iré, mañana negociaré. etc.
  • Se puede caer en el enojo. La impaciencia y la ira son hermanos de padre y madre. Mientras la paciencia viene acompañada de paz, la impaciencia de turbación y enojo.
  • Y finalmente, la necedad nos puede conducir a la necedad de no apreciar que todo tiene su tiempo. Un corazón lleno de reproche por las cosas pasadas en el pasado es una fábrica de descontento y amargura por las cosas presentes y ansiedad por las cosas futuras. Debemos tener gratitud y saber que Dios obra todo hermoso en su tiempo.

Mira cuantas cosas entonces podemos aprender de la paciente que tanto despreciamos, del simple acto de esperar en la voluntad del Señor, que es todo lo opuesto a lo que acabamos de mencionar.:

  • Dependencia de él
  • Humildad
  • Gozo
  • Sabiduría y gratitud

Así llega entonces el predicador al último punto

4. Dios como la fuente de sabiduría (vv.11-14)

Después de mostrar cómo podemos aprender de la adversidad, la reprensión y la espera, el Predicador llega al punto culminante: todas estas fuentes de sabiduría funcionan porque provienen de Dios mismo. No es casualidad que podamos aprender de situaciones difíciles – es porque Dios las permite con propósito educativo.

“Buena es la ciencia con herencia, y provechosa para los que ven el sol. Porque escudo es la ciencia, y escudo es el dinero; mas la excelencia de la sabiduría es que da vida a sus poseedores.”

El Predicador reconoce que la sabiduría combinada con recursos materiales puede ser provechosa. No desprecia completamente las herencias o los bienes materiales de los cuales ya hemos hablado ampliamente, pero establece una jerarquía. Tanto la sabiduría como el dinero administrado sabiamente pueden servir como “escudo” – protección contra las dificultades de la vida. Pero hay una diferencia crucial: la sabiduría “da vida a sus poseedores.”

Mientras el dinero puede protegerte de ciertos problemas externos, solo la sabiduría puede darte la capacidad de navegar cualquier circunstancia con paz.

La sabiduría preserva la vida porque te enseña cómo vivir, no solo cómo sobrevivir.

Mira la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que él torció?

Aquí está el fundamento de toda la sabiduría anterior: Dios está en control absoluto de todas las circunstancias. El verbo “mira” es un imperativo – el Predicador nos ordena que observemos, que prestemos atención a lo que Dios está haciendo.

Cuando entendemos que las circunstancias difíciles no son accidentes sino parte del diseño soberano de Dios, podemos recibirlas como oportunidades de aprendizaje en lugar de tragedias sin sentido.

En lugar de luchar contra las circunstancias que Dios ha permitido, la sabiduría nos enseña a preguntarnos: ¿Qué quiere enseñarme Dios a través de esto?

En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. También hizo Dios tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de Él.

Aquí está la aplicación práctica de toda la enseñanza anterior. El Predicador nos da instrucciones específicas para dos tipos de días que todos experimentaremos:

En el día del bien: “goza del bien.” Cuando las cosas van bien, no las tomes por sentado. No te sientas culpable por disfrutar las bendiciones de Dios. Recibe la prosperidad como regalo divino y disfrútala con gratitud. Esto conecta directamente con lo que aprendimos en el capítulo 5 sobre recibir los bienes como don de Dios.

También hizo Dios tanto lo uno como lo otro. Esta es la declaración más importante del pasaje. Dios no solo permite las cosas buenas y tolera las malas. Él activamente “hace” tanto los días buenos como los días difíciles. Ambos son parte de Su plan soberano para nuestras vidas.

A fin de que el hombre nada halle después de él. No sé si logran verlo, pero esto es asombroso: que Dios disponga tanto la calamidad como el disfrute es con el propósito de que dependemos enteramente de Él.

Así que, en lugar de desperdiciar los días difíciles deseando que terminen rápido, podemos preguntarnos qué sabiduría quiere enseñarnos Dios a través de ellos. Y en lugar de tomar por sentado los días buenos, podemos recibirlos con gratitud como regalos de nuestro Padre celestial.

Amados hermanos, después de todo ese es precisamente el gran mensaje del evangelio. Que de la más grande y profunda calamidad, el Señor trajo nuestra más grande y profunda salvación. Nuestro Señor que nos ha sido hecho, justica de Dios, sabiduría de Dios, santificación y redención, para que como está escrito, el que se gloría que se gloríe en el Señor,

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