Alcen, oh puertas, sus cabezas,
Álcense, puertas eternas,
Para que entre el Rey de la gloria.
¿Quién es este Rey de la gloria?
El Señor, fuerte y poderoso;
El Señor, poderoso en batalla.
Alcen, oh puertas, sus cabezas,
álcenlas, puertas eternas,
Para que entre el Rey de la gloria.
¿Quién es este Rey de la gloria?
El Señor de los ejércitos, Él es el Rey de la gloria. (Salmo 24:7-10)
Hemos llegado quizás al momento climático de Éxodo. Éxodo 19 es la bisagra de esta historia. Hasta ahora, hemos visto cómo Dios ha sacado a Su pueblo de la esclavitud con mano poderosa, lo ha pasado por el desierto a través de pruebas y ahora está justo aquí, en el monte de Dios, para un encuentro con Su verdadero Rey: El Señor.
Esta es la respuesta a la gran pregunta ¿para qué ha sacado Dios a Israel de Egipto? Para revelarse, hacer un pacto y habitar en medio de ellos antes de entrar en la tierra prometida. Así que este momento es crucial: toda la ley que ellos están a punto de recibir y la presencia de Dios que va a descender en un tabernáculo para estar con ellos permanentemente, todo tiene su impulso aquí: en la relación de pacto que Dios va a establecer con ellos, un pacto cuyo mediador es Moisés y cuya base es el cumplimiento de sus leyes.
Y ese es precisamente el argumento que quiero proponerles para este sermón:
El Dios santo se ha revelado a Su pueblo para establecer una relación de pacto con ellos.
Desarrollaremos este argumento a la luz de los 3 siguientes encabezados:
- La proposición de un pacto de Gloria (1-9)
- La purificación previa al pacto (10-15)
- La manifestación del Dios del pacto (16-24)