Vivimos en mundo cada vez más materialista y por tanto más experimental. Parece que cada día necesitamos mas de ver para creer y eso ha hecho que restemos importancia a las cosas que son espirituales solo porque no pueden ser evidentes.
La prueba de eso es que no es suficiente saber que Jesús está con nosotros en la aflicción¡, queremos que la aflicción no exista. No es suficiente con encontrar nuestra identidad en Cristo, queremos tener todo lo que deseamos.
En este pasaje encontramos algo relacionado con esta aparente dicotomía, o dilema. ¿Qué es mejor, el perdón de los pecados o que un hombre paralítico recobre la movilidad? Sé que todos en el ánimo de ser espirituales diríamos que el perdón de pecados, pero en el fondo reconocemos que es más impactante si un paralitico camina.
Eso nos ha hecho incluso hasta redefinir el milagro solo a aquello que es observable a simple vista. Nuestra salvación, el nuevo nacimiento, es un milagro aunque nada físico más allá de el cambio de nuestros hábitos y afectos haya sucedido.
En las secciones anteriores hemos visto que Jesús vino como el Mesías y el hijo de Dios y que su misión es anunciar el mensaje del Reino y llamar a los hombres al arrepentimiento, vimos que él no va a hacer eso solo sino que llama a unos discípulos que lo ayudan en esa labor. En el sermón anterior vimos como Jesús prueba que u mensaje sobre le reino tiene autoridad, pero la otra parte de su misión es llamar a los hombres al arrepentimiento, ¿cómo va a hacerlo? ¿Cómo estar seguros que Cristo puede perdonar pecados?
Eso es lo que veremos en el sermón de hoy, un relato puesto por Marcos aquí con mucho cuidado; su propósito es mostrar que Cristo no solo tiene autoridad para predicar el mensaje del Reino (que estaría marcado según las profecías por las sanidades y la libertad de los cautivos) sino también para ofrecer perdón gratuito.
Veremos entonces nuestro texto a la luz de tres encabezados:
La fe en el hijo de Dios que perdona pecados (1-5)
La autoridad del hijo de Dios para perdonar pecados (5b-8)
La evidencia de la autoridad del hijo de Dios para perdonar pecados (9-12)