“Una mentira es una mentira incluso si todo el mundo la cree. La verdad es la verdad, aunque nadie la crea” Esta es una conocida frase, atribuida a alguien de nombre David Stevens, que apunta a la realidad de que lo que determina si algo es verdad o no, no tiene que ver con las opiniones de otros, lo que es verdadero lo es por sí mismo, y yo estoy convencido que esto aplica especialmente para verdades que como creyentes abrazamos como absolutas.
Si trasladáramos este pensamiento a los labios de Pablo en el contexto de la defensa del evangelio a la iglesia de Galacia diríamos algo como esto: “Un evangelio falso es falso incluso si uno de los doce lo llega a predicar. El evangelio verdadero es verdadero y lo es en realidad, incluso si alguno de los doce apóstoles dejara de creerlo”.
Pablo estaba convencido que la autoridad, autenticidad e integridad del evangelio que él predicaba no dependía de si era o no validado por Pedro, Juan o alguno de los doce. El evangelio es un mensaje verdadero porque así fue constituido por Cristo y ninguna opinión o posición humana ha de cambiar esa realidad.
Todo este primer aparte de la carta a los Gálatas que hemos visto hasta ahora (capítulos 1 y 2), Pablo los ha dedicado a comprobar la autenticidad de su mensaje y de su apostolado. Él en efecto es un apóstol de Jesucristo y no de hombre. Recibió el evangelio como una revelación y la evidencia de ello es su propia vida transformada. Su evangelio no era diferente al de los doce, aunque no recibió instrucción de ellos, lo que prueba que le fue enseñado de manera sobrenatural.
Pues bien, aquí el Apóstol continúa desarrollando la defensa de su llamado y del evangelio que predicaba, en esta ocasión mostrando que en algún momento él mismo se vio en la necesidad de confrontar duramente a Pedro, uno de los apóstoles más representativos de entre los doce, porque su actitud estaba comprometiendo la verdad del evangelio. Lo que quiere decir Pablo con esto es que él estaba tan convencido de la autoridad y veracidad de su evangelio que incluso estuvo dispuesto a reprender a Pedro cuando consideró que estaba andando rectamente conforme a la verdad del evangelio. Así qué, ¿cómo se atrevían algunos a decir que él solo buscaba agradar a los hombres o que su evangelio era una simple opinión personal? Tal como mencionamos, la confrontación de Pablo a Pedro era una prueba más de la autoridad e integridad de su evangelio.
Veremos entonces este interesante pasaje a la luz de los siguientes puntos:
- La evidente actitud no recta de Pedro (11-12)
- La consecuencia de la actitud no recta de Pedro (13)
- La confrontación por la actitud no recta de Pedro (14)