Seguramente hemos escuchado este dicho «seré manso, pero no menso». ¿Qué idea nos transmite? Ciertamente no parece algo que alguien fuerte y empoderado tendría. ¿O sí? Mejor dejemos que la misma palabra de Dios nos guíe y volveremos al tema del dicho más adelante.
Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22-23 NBLA
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En este pasaje de la carta a la iglesia en Galacia, el Espíritu Santo nos recuerda por medio del apóstol Pablo algunas características de la conducta de un cristiano. Esto sin el ánimo de ser exhaustiva la lista pues no incluye por ejemplo la santidad, la honestidad, el celo por el Señor, y otras más que podríamos mencionar. Pero sí da rasgos distintivos que caracterizan a aquel que dice ser seguidor de Jesucristo y entre estos rasgos encontramos la mansedumbre. Esta virtud distintiva del creyente es en ocasiones menospreciada, pero ciertamente fundamental para reflejar plenamente a la persona de Cristo en nosotros. Veamos qué nos enseña Dios sobre esta característica que Él mismo expone, para así poder ponerla en práctica también, ya que no podemos hacer algo fielmente, si no lo comprendemos en su esencia. Con el fin de hacer clara la discusión sobre este concepto, entonces usaremos lo que en pedagogía se llaman preguntas orientadoras. Y la primera es:
¿Qué entiende el mundo por mansedumbre?
Regresando al dicho popular. Hemos escuchado muchas veces el famoso «seré manso, pero no menso», como que tiende a confundirse el ser manso con debilidad, con vulnerabilidad, indefensión. Pero veremos que no hay nada más alejado de la verdad. Es comprensible que de forma natural pensemos que la mansedumbre nos expone a lo que los demás quieran hacer con nosotros, tal vez esa idea de ser manso, pero no menso, esté incluso inspirada en la palabra, donde nos insta a ser mansos como palomas y astutos como serpientes (Mateo 10:16). Pero entonces si ser mansos no es ser débiles ¿Qué sí es?
¿Qué nos enseña la palabra que es mansedumbre?
La palabra traducida como mansedumbre viene del griego praotés que transmite la idea de fuerza ejercida con delicadeza y en el antiguo testamento se usa la palabra hebrea anvah que indica humildad, delicadeza también. Ambas entonces nos llevan a pensar en poder bajo control, no es falta de poder como se percibe en el mundo. Es como una gran máquina que es capaz de imprimir la Torah en la cabeza de un alfiler a escala de nanómetros, o una mano robusta que puede tejer delicados paisajes en un paño o un fuerte martillo usado para moldear una fina piedra preciosa. A lo largo de las escrituras podemos encontrar ejemplos de personajes bíblicos que manifestaron esta característica como David que luego de ser perseguido por Saúl, no aprovechó la oportunidad de usar su espada contra él y le perdonó la vida por temor al Señor y no levantar su mano contra el ungido de Dios (1 Samuel 24), o Pablo que luego de haber podido huir de la cárcel al pasar el terremoto con el cual las puertas se abrieron y los grilletes se soltaron, prefirió permanecer (Hechos 16:16-40) y este testimonio llevó al carcelero a querer conocer al Jesús que le dio tal convicción, la misma palabra habla de Moisés y que no había hombre más manso que él (Números 12:3), pero la mayor muestra de mansedumbre no la vemos sino hasta que el verbo fue manifestado. Cristo, el Dios humanado, aquel en el que subsisten todas las cosas, cuando fue entregado a un juicio injusto, calló y no habló, se humilló y padeció muerte de cruz, y dice la palabra que ante Pilato no dijo nada, nada habló ante sus acusadores, tal como lo profetizó Isaías (Isaías 53:7). ¿Que mayor muestra de autocontrol?, el todopoderoso no usó de su condición de Dios para hacer valer su dignidad, pues sabía por qué se estaba entregando, sabía que sólo con su muerte y resurrección quedaría sellada la redención de todo aquel que en Él cree. Qué mayor poder puede residir en alguien, que el que está en las manos del creador del universo y que mayor muestra de poder bajo control, que esa fuerza infinita, del Dios omnipotente, el Dios que todo lo puede y se abstiene de ejercer su justo juicio porque así lo determinó.
Es el ápice de la mansedumbre, y una muestra igualmente impresionante de dominio propio, misericordia, convicción de porqué vive la vida que vive, ingredientes que claramente se relacionan con una persona mansa. Sin convicciones firmes, difícilmente podremos reflejar esta virtud del fruto del Espíritu. Si mi actuar no está anclado firmemente en la gloria de Dios y en el entendimiento que somos instrumentos creados para su gloria y expandir su verdad, en palabras y en obras. Sin esta comprensión, a la menor oportunidad de ejercer venganza lo haremos, a la menor oportunidad de humillar al otro por lo que Dios nos ha permitido aprender, o del muladar de donde nos sacó, será aprovechado para señalar al otro que no ha sido alcanzado de igual forma por la gracia de Dios. Luego es claro que si Dios nos ha permitido en el poder de su santo Espíritu experimentar la mansedumbre, esto será visible en nuestro trato con el prójimo. Lo que nos lleva a nuestra tercera y última pregunta.
¿A qué me motiva la mansedumbre?
Tener poder bajo control, nos lleva claramente a no ser abusivos con la autoridad que Dios nos da sobre otros. Lleva a los jefes a ser bondadosos con su subalternos, a los pastores a tratar con cuidado y amor a las ovejas, a los padres a cuidar celosamente y con disciplina, pero sin exasperar a sus hijos, a los esposos a tratar como vaso más frágil a sus esposas, pero no solamente nos insta a vivir piadosamente si Dios nos ha colocado como autoridad sobre alguien, sino que también nos llama a someternos piadosamente a quienes Dios permita que nos gobiernen con temor al Señor, si la palabra nos insta a someternos a las autoridades de forma general, cuánto más no nos llevaría a esto si nuestros jefes son considerados, si los pastores y líderes en donde nos congreguemos nos tratan con amor, respeto y consideración, si nuestros padres se preocupan por nuestro bienestar físico y espiritual, si nuestro cónyuge busca agradar a Dios con su vida. La mansedumbre nos insta a vivir una vida que refleje a Cristo, tanto en autoridad amorosa sobre quienes Dios nos ponga, como en sumisión obediente ante quienes debamos responder.
Conclusión
De este modo claramente, a pesar del juego de palabras, ser manso no es ser menso, es de forma consciente, con total dominio de las facultades mentales y voluntad, dejar de usar la fuerza o poder con el fin de ser gentil y bondadoso con otro. Entonces vemos como el fruto del Espíritu es realmente una unidad y se entrelaza, por ejemplo, la mansedumbre con el dominio propio, con la bondad, con el amor. Y que mientras la vulnerabilidad es la incapacidad de ejercer domino sobre otro, la mansedumbre es elegir no hacerlo o dejar pasar algunas afrentas, con la búsqueda de un fin mayor, y para el cristiano no hay otro superior a buscar la gloria de Dios.