La labor de un pastor suele ser extenuante en muchos sentidos. No sólo debe trabajar diligentemente y con responsabilidad por la enseñanza fiel de la Palabra de Dios, sino que debe mezclar ese trabajo con un liderazgo cálido y humano, digno de la imagen de un hombre en el campo que con paciencia cuida de sus ovejas.
Es en esa parte, la del trato con los hermanos miembros de la iglesia, en la que se encuentran los mayores problemas y retos. Se debe lidiar con paciencia, amor y servicio con personas de difícil carácter, otros inmaduros y hasta con quienes no aprecian mucho la labor. Sin embargo, no hay otro lugar para encontrar aliento e instrucción que en la Biblia.
Cuando leemos el Nuevo Testamento, estamos acostumbrados a encontrarnos con cartas instructivas en distintos aspectos de la vida cristiana. Pablo, el más prolífero de los apóstoles, aparece como el teólogo, el evangelista, el defensor de la gracia, pero también como un pastor muy amado.
Las siguientes lecciones, son extraídas de su carta más corta; la enviada a Filemón, pero que muestra mucho de lo que un líder de iglesia debe aprender de Pablo, el pastor.
El pastor ora por sus ovejas
Doy gracias a mi Dios, haciendo siempre memoria de ti en mis oraciones. (Fil 1:4).
Un pastor ora siempre por sus ovejas. Los líderes que conocen bien su iglesia pueden identificar el estado de sus ovejas y es necesario que trabajen en alentarles por medio de la consejería, pero que también llevando la causa al Señor en oración.
En cierto sentido, el pastor es un ayudador, un intercesor que de manera constante está presentando la causa de lo que están bajo su cuidado al Señor. El mismo Jesús oró por sus discípulos (Jn 17:1) sabiendo que el Padre estaba interesado en el cuidado de los suyos y es esa la motivación con la que un pastor debe orar por el rebaño.
Pablo daba gracias a Dios por la vida de Filemón aun cuando ya no tenían una relación tan cercana como cuando estuvo con él y su familia, pero era tanto el amor del pastor Pablo por sus ovejas, que aun con el paso del tiempo y la distancia, seguía orando por ellas.
El pastor aunque tiene autoridad, no debe ser autoritario
Por lo cual, aunque tengo mucha libertad en Cristo para mandarte lo que conviene, más bien te ruego por amor… (Fil 1:8-9)
El pastor tiene autoridad dada por Dios, pero eso autoridad no le da potestad para enseñorearse de las ovejas. Pablo no apeló a su autoridad apostólica para ordenar lo que debía hacerse, sino que recurrió al amor y al servicio voluntario y obediente.
Onésimo había sido un esclavo de Filemón, pero había escapado a Roma con algunos objetos de valor y ahora, en manos del apóstol Pablo, había sido preparado para regresar a su antiguo amo, ahora hermano.
Es lamentable que en este tiempo muchos pastores, ven el liderazgo dado por Dios como una dictadura. Ven la iglesia como si fuera su empresa, las ofrendas como si fueran su patrimonio y a los miembros como si fueran sus empleados; pero esto no debe ser así.
Los pastores deben seguir el ejemplo de Cristo, el príncipe de los pastores; no ejerciendo dominio ni señorío sobre el rebaño sino siendo ejemplos de la grey. En cierta forma, los pastores no están por encima de los demás creyentes, como si fueran una clase especial de hombres; sino que están en frente de ellos, para ser ejemplo de piedad y conducirlos a Cristo.
El pastor debe ser un evangelista
Te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones (Fil 1:10)
Un pastor no sólo debe ser diligente en presentar el evangelio desde el púlpito sino que debe ser un activo evangelista y predicar siempre que tenga la oportunidad.
Pablo había ganado a Onésimo para el Señor mientras estaba preso. No sabemos cómo pudo tener contacto con él, lo cierto es que pudo alcanzarlo con el mensaje del Cristo y conducirlo a la fe en condiciones que no parecían muy apropiadas.
Un pastor puede sentirse muy cómodo hablando de Dios domingo tras domingo desde el púlpito, pero puede tener serios problemas al momento de presentar el evangelio en un entorno diferente. Una de las recomendaciones que Pablo mismo, le dio al joven pastor Timoteo fue: haz obra de evangelista, cumple tu ministerio (2 Tim 4:5).
Si no hay una pasión verdadera por predicarle a los que están fuera de la iglesia, toda la pasión que mostremos para predicar dentro de ella no será más que mera apariencia.
Un pastor debe motivar a otros a servir
Yo quisiera retenerle conmigo, para que en lugar tuyo me sirviese en mis prisiones por el evangelio (Fil 1:13)
El ministerio pastoral no es un asunto exclusivo de un hombre, los pastores deben trabajar en que otros sean también formados para el servicio a Dios.
Pablo estaba muy interesado en que Onésimo, cuyo nombre curiosamente significa útil, pudiera servirle de buena manera en el ministerio; pero mayor interés había en que fuera útil a aquél que pensaba que Onésimo era inútil, esto es a Filemón.
Esa es la labor de un buen pastor; hacer que aquellos hermanos que pudieran parecer poco productivos, sean ubicados, por sus dones, en las áreas en las que su servicio sea para provecho de muchos.
Un pastor debe reflejar el evangelio
Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo. Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta. (Fil 1:17)
Predicar el evangelio resulta relativamente fácil, el reto es poder aplicar ese mensaje a nuestra vida. Que Cristo haya muerto por nuestros pecados y pagado nuestra deuda, no es solo un mensaje que puede ser anunciado sino que también puede ser representado.
Pablo se pone en la mitad entre Onésimo y Filemón, entre el ofendido y el ofensor y media entre ellos tomando la responsabilidad de pagar cualquier agravio o deuda. Esa es exactamente la obra de nuestro Salvador. Él se puso entre nosotros y Dios, mediando y pagando nuestra deuda para aplacar así la ira del Padre.
De la misma manera que Pablo enseña el evangelio de manera práctica aquí, los pastores deben aprovechar incluso los conflictos y las diferencias en la iglesia; no para lamentarse, sino para reflejar a Cristo y enseñar el evangelio.
Que el Señor permita que cada día puedan levantarse hombres fieles, no solo a su Palabra sino a la obra que les ha sido encomendada; cuidar y apacentar la grey del Señor en la que él los ha puesto por obispos (1 Ped 5:2)