Devocional para el 25 de marzo

Versículo base: «Hay quien habla a la ligera como golpes de espada, pero la lengua de los sabios sana» (Proverbios 12:18, NBLA)

El poder sanador de nuestras palabras

Mira, te propongo algo: piensa en la última conversación difícil que tuviste. ¿Te quedó esa sensación de “debí haber dicho esto» o «no debí decir aquello»? A mí me pasa todo el tiempo. Las palabras se me escapan y luego quiero recogerlas, pero ya están flotando en el aire, haciendo su trabajo para bien o para mal.

Entendiendo el pasaje

Este proverbio es tan directo que casi podemos sentirlo físicamente. Salomón compara ciertas formas de hablar con estocadas de espada. Imagina eso: palabras que cortan, que penetran, que hieren. Son esas que soltamos, sin pensar, en un arrebato de emoción o frustración. Todos conocemos el sonido que hacen al salir de nuestra boca y el silencio incómodo que suele seguirlas.

En contraste, las palabras del sabio tienen un efecto completamente opuesto. No solo evitan el daño sino que activamente reparan, restauran, sanan. Este proverbio no está simplemente diciendo «cuida tu lengua» – va más allá. Nos está mostrando que cada vez que abrimos la boca tenemos la opción de construir o destruir, de herir o de sanar. Y esa elección la hacemos docenas de veces cada día, en cada conversación y en cada mensaje que enviamos.

Tres verdades bíblicas

  1. Las palabras irreflexivas pueden causar heridas profundas Todos tenemos esas cicatrices invisibles que nos dejaron palabras dichas por otros. Yo aún recuerdo comentarios que me hicieron cuando era adolescente. Es sorprendente cómo las palabras se adhieren a nosotros y nos acompañan durante años. Cuando sientes que vas a soltar una respuesta rápida, especialmente en un momento tenso, prueba esto: haz una pausa, respira profundo. Ese pequeño espacio entre el impulso y la acción puede cambiar completamente el curso de una conversación. No es débil quien se detiene antes de hablar; es sabio.
  2. Las palabras sabias requieren intencionalidad Hablar sanando no sucede por accidente. En un mundo de mensajes instantáneos, tweets, pots y comentarios rápidos, tomarse tiempo para elegir las palabras se ha convertido casi en un arte perdido. En ocasiones he estado  a punto de enviar un mensaje algo cortante a alguien que, desde mi perspectiva, ha fallado, pero me ha sido muy útil detenerme y no enviarlo enseguida. Me pregunto: «¿Qué necesita escuchar realmente esta persona? ¿Cómo puedo ser honesto sin ser destructivo?» Esa reflexión cambia completamente el mensaje, en muchas ocasiones ni siquiera alcanzo a enviarlos, gracias a Dios y me tengo la oportunidad de preservar  una relación.
  3. Nuestras palabras reflejan la condición de nuestro corazón Jesús lo dijo con claridad: lo que sale de nuestra boca viene de adentro. Cuando me encuentro siendo especialmente duro o crítico con otros, suele ser porque yo mismo estoy herido o inseguro. Las palabras hirientes casi siempre vienen de heridas no sanadas. Cristo mismo, incluso en sus momentos más confrontativos, mantuvo ese balance perfecto entre verdad y compasión. Cuando encuentro que mi forma de hablar se ha vuelto amarga o cínica, sé que es hora de revisar qué está pasando en mi interior, de volver a la fuente de agua viva para que mis palabras puedan nuevamente refrescar en lugar de quemar.

Reflexión y oración

Es asombroso pensar que algo tan cotidiano como hablar pueda tener tanto impacto. Nuestras palabras pueden ser el lugar donde alguien encuentra refugio o el arma que los mantiene a distancia. Cada conversación nos da la oportunidad de reflejar un poco de la gracia que hemos recibido, o de olvidarla completamente.

Padre, me has dado este regalo increíble de poder comunicarme, y lo uso con tanta despreocupación. Perdona esas veces que he lanzado palabras como flechas, sin pensar en dónde aterrizarían o a quién lastimarían. Conoces mis puntos débiles: cuando estoy cansado, cuando me siento amenazado, cuando quiero impresionar. En esos momentos, dame la pausa necesaria, ese espacio para respirar y recordar el poder que tienen mis palabras. Ayúdame a hablar menos y escuchar más. Que al final del día, las personas que interactuaron conmigo se sientan un poco más valoradas, un poco más comprendidas, porque me encontraron. Y cuando inevitablemente me equivoque, dame la humildad para disculparme y intentarlo de nuevo. En el nombre de Jesús, amén.

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*Lecturas del plan para hoy:

Éxodo 36, Juan 15, Proverbios 12, Efesios 5

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.