He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo (…) Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado. (Dan 3:17;18)
Muchas personas hoy asocian la fe a la capacidad, generalmente mística, de poder alcanzar todas cosas que se propone declarándolas con su boca; sin embargo, el tipo de fe que persevera es definida como una confianza en el Señor la cual hace que nos mantengamos firmes aún cundo las cosas no salen como quisiéramos. (Heb 11:1)
Tres jóvenes hebreos habían sido confrontados por el temido Nabucodonosor a postrarse ante una estatua que él había edificado; sin embargo, la respuesta de ellos es enérgica: Dios puede librarnos, pero si no lo hace, no doblaremos nuestras rodillas ante la estatua. Ellos no condicionaron su fe o su confianza en Dios, solo a un aspecto positivo, sino a la Soberanía de Dios; eso es fe.
La fe y la soberanía de Dios
Los protagonistas de nuestra historia, estaban tan convencidos de la Soberanía de Dios, que sabían que cualquier cosa que él permitiera sería su voluntad y que por su lado ellos debían procurar dar Gloria a él.
Muchas personas creen que la fe es solo esperar a que todo salga como ellos esperan, pero la voluntad de Dios puede ser otra. La fe que espera en Dios declara: «Pero que no se haga mi voluntad si no la tuya». Se trata de una confianza que descansa en todo lo que Dios ha ordenado y considerar que es bueno en gran manera.
No importa cuales sean las posibilidades que tengamos en frente, debemos confiar en el Señor y en la certeza de que él hace como quiere. Los tres hombres que mencionamos fueron recompensados en su fe con la presencia de Dios mismo caminando con ellos entre el fuego, ellos fueron arrojados, pero con todo Dios no los desamparó. De la misma manera, Dios ha de respaldar la fe y la confianza de aquellos que sin reservas confían en su soberanía y poder.