Versículo base: «Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:5-8, NBLA)
El Himno que Resuelve las Peleas
El gozo tiene enemigos. Y a veces esos enemigos no vienen de afuera, vienen de adentro. En Filipo había un problema: dos hermanas, Evodia y Síntique, estaban en conflicto. No sabemos exactamente qué las tenía peleadas, pero era lo suficientemente serio como para que Pablo lo abordara en esta carta. Y aquí está lo fascinante: Pablo no las regaña directamente. No les da una lista de técnicas de resolución de conflictos. En lugar de eso, les pone delante el ejemplo más elevado, más profundo, más glorioso que existe: Jesucristo. Les dice, en esencia, si quieren resolver sus problemas de ego y división, miren a Cristo. Tengan su actitud. Imiten su camino.
Entendiendo el pasaje
El capítulo dos de Filipenses contiene uno de los pasajes más importantes de toda la Biblia sobre la persona de Cristo. Los versículos del seis al once son lo que los eruditos llaman el himno cristológico o el himno de la kénosis, que significa «vaciamiento». La mayoría de los comentaristas coinciden en que Pablo probablemente está citando o adaptando un himno que la iglesia primitiva ya cantaba en sus reuniones. La estructura es poética, rítmica, con un movimiento descendente y luego ascendente. Cristo desciende desde la forma de Dios hasta la muerte de cruz, y luego Dios lo exalta hasta lo sumo para que toda rodilla se doble ante él. Es teología sublime empacada en forma de adoración.
Ahora bien, fíjate en el contexto. Pablo acaba de decirles en los versículos del uno al cuatro: «Si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completen mi gozo siendo del mismo sentir. No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo». Y luego, para fundamentar esa exhortación, les presenta el himno. Les está diciendo: ¿Quieren saber cómo se ve la humildad verdadera? ¿Quieren entender qué significa considerar a otros como más importantes? Miren a Cristo. Él siendo Dios no se aferró a sus privilegios divinos. Se despojó. Tomó forma de siervo. Se humilló hasta la muerte de cruz. Y precisamente por eso, Dios lo exaltó hasta lo sumo.
Después del himno, Pablo continúa aplicando esta verdad. Les dice que ocupen su salvación con temor y temblor, porque es Dios quien produce en ellos tanto el querer como el hacer. Les exhorta a que lo hagan todo sin murmuraciones ni discusiones, para que sean irreprensibles en medio de una generación torcida. Y luego, para que no piensen que esto es solo teoría abstracta, les pone ejemplos concretos: Timoteo y Epafrodito. Timoteo es alguien que genuinamente se preocupa por los intereses de los filipenses, no busca lo suyo propio. Epafrodito es alguien que estuvo al borde de la muerte sirviendo a Pablo, arriesgando su vida por la obra de Cristo. Estos son hombres que han imitado el patrón de Cristo: descender, servir, darse, y confiar en que Dios se encarga de la exaltación.
Tres verdades bíblicas
Cristo te muestra que el camino hacia arriba siempre pasa por abajo
Este es el patrón del reino de Dios, y va en contra de todo lo que el mundo te enseña. El mundo te dice: afírmate, defiende tus derechos, busca tu lugar, asegúrate de que todos sepan quién eres. Pero Cristo hizo exactamente lo opuesto. Siendo Dios, no se aferró a esa gloria. Se despojó. Bajó. Tomó forma de esclavo. Y el resultado fue que Dios lo exaltó hasta lo sumo. Ahora bien, esto no es una fórmula mágica donde te humillas para manipular a Dios y conseguir exaltación. Es el carácter del reino. Es cómo funciona la realidad espiritual. Cuando tú te aferras a tu orgullo, a tu necesidad de tener razón, a tu posición, a tu reputación, te estancas. Pero cuando estás dispuesto a bajar, a servir, a perder, a morir a ti mismo, Dios obra. En tu matrimonio, deja de pelear por tener la última palabra. En tu trabajo, deja de buscar reconocimiento a toda costa. En tu iglesia, deja de necesitar que todos sepan lo mucho que haces. Baja. Sirve. Confía en que Dios se encarga del resto.
Las verdades más profundas del evangelio son útiles para tus conflictos cotidianos
Esto es brillante. Pablo está usando la cristología más elevada, más densa, más gloriosa para resolver un problema práctico: dos hermanas peleadas en Filipo. Piensa en eso. Podría haber dicho: «Evodia, Síntique, ya basta, dense la mano y sigan adelante». Pero no. Les pone delante la encarnación, la cruz, la exaltación de Cristo. ¿Por qué? Porque el evangelio no es solo para que te salves y vayas al cielo. Es para que vivas diferente aquí y ahora. Es para que tus relaciones cambien. Es para que tu ego muera. Es para que aprendas a amar de verdad. Tú tienes conflictos. Todos los tenemos y la tentación es buscar soluciones superficiales: técnicas de comunicación, compromisos tibios, evitar el tema. Pero Pablo te dice: ve más profundo. Ve a Cristo. Deja que el evangelio cambie tu corazón. Cuando realmente entiendes que Cristo bajó por ti, que se humilló por ti, que murió por ti, eso te desarma. Ya no puedes aferrarte a tu orgullo con la misma fuerza. El evangelio te hace humilde.
Necesitas ejemplos concretos de cómo se vive esto
Después de presentar a Cristo, el texto presenta a Timoteo y a Epafrodito. Estos son hombres de carne y hueso que están viviendo el patrón de Cristo. Timoteo busca los intereses de otros, no los suyos propios y esto para que no pensemos que vivir a ese nivel es solo para personas que vienen del cielo como el señor Jesucristo. Epafrodito arriesgó su vida sirviendo. Ellos son la prueba de que esto no es teoría inalcanzable. Se puede vivir. Tú necesitas lo mismo. Necesitas ver a personas a tu alrededor que estén realmente imitando a Cristo. No personas perfectas, sino personas que estén en el camino de la humildad, del servicio, del amor sacrificial. Y también necesitas convertirte en ese ejemplo para otros. Alguien te está observando. Tus hijos, tus compañeros de trabajo, los nuevos creyentes en tu iglesia. ¿Qué están viendo? ¿Están viendo a alguien que se aferra a sus derechos y demanda reconocimiento, o están viendo a alguien que baja, que sirve, que imita a Cristo? Pablo está multiplicando los ejemplos. Primero él mismo, luego Cristo, luego Timoteo y Epafrodito. Y pronto les dirá a los filipenses: ahora ustedes sean el ejemplo.
Reflexión y oración
El camino de Cristo es descender para que Dios nos levante. Es morir al ego para que Cristo viva en nosotros. Es servir sin buscar aplauso. Esa es la actitud que trae unidad y gozo.
Padre, gracias por Cristo, quien siendo Dios no consideró el ser igual a ti como algo a qué aferrarse. Gracias porque bajó, se hizo siervo, murió por nosotros. Señor, desarma nuestro orgullo. Quita de nosotros la necesidad de ser reconocidos, de tener razón, de estar por encima de otros. Danos la actitud de Cristo. Ayúdanos a bajar, a servir, a considerar a otros como más importantes que nosotros mismos. Que nuestras vidas reflejen el patrón del evangelio: humillación y luego exaltación. Y usa esto para traer unidad, paz y gozo a nuestras relaciones. En el nombre de Jesús, amén.