Versículo base: “Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se decía acerca de Él en todas las Escrituras.” (Lucas 24:27, NBLA)
El Gran Revelador
Imagina por un momento esta escena extraordinaria: dos discípulos desanimados caminan por un polvoriento camino a Emaús, con los hombros caídos y los corazones destrozados. Sus esperanzas habían sido crucificadas junto con su Maestro. En medio de su confusión, un aparente extranjero se une a su camino. Lo que estos hombres no saben es que están hablando con el mismo Jesús resucitado, el protagonista de la historia que ellos relataban con tanto pesar. Es como si estuvieran discutiendo el final trágico de una obra con el autor mismo, quien sonríe sabiendo que ha escrito un giro sorprendente que ellos aún no han descubierto.
Entendiendo el pasaje
Este episodio ocurre el mismo día de la resurrección. Los dos discípulos, uno llamado Cleofas y otro cuyo nombre no se menciona, abandonaban Jerusalén completamente abatidos. La frase inicial del texto es reveladora: “Comenzando desde Moisés”—una referencia al Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia—”y siguiendo por todos los profetas”—abarcando los libros proféticos y los escritos históricos. Jesús estaba efectivamente recorriendo lo que conocemos como el Antiguo Testamento, mostrando cómo sus páginas, desde el Génesis hasta Malaquías, hablaban de Él.
El término que utiliza Lucas es significativo: “les explicó” (en griego, “diermēneuō”), que implica una interpretación detallada, una exposición que revela significados ocultos. No fue una simple mención de pasajes aislados, sino una hermenéutica completa que demostraba cómo las Escrituras hebreas formaban una narrativa unificada que apuntaba hacia el Mesías sufriente y glorificado. Jesús no estaba imponiendo una lectura cristiana retrospectiva al Antiguo Testamento; estaba revelando la intención original que siempre había estado allí, pero que los discípulos, al igual que muchos en Israel, no habían podido ver debido a sus expectativas preconcebidas sobre un Mesías político y militar.
Tres verdades bíblicas:
1. Cristo es el tema central de toda la Escritura
Las Escrituras no son una colección aleatoria de relatos morales o preceptos éticos; son una narrativa cohesiva con Cristo como su protagonista. Desde la promesa del “descendiente de la mujer” en Génesis 3:15 hasta el cordero pascual, el maná del desierto, el tabernáculo, el sistema sacrificial, la serpiente de bronce y los tipos mesiánicos como José, Moisés y David—todos apuntaban hacia Él. Los profetas predijeron sus sufrimientos (Isaías 53), su nacimiento virginal (Isaías 7:14), su lugar de nacimiento (Miqueas 5:2) y muchos otros detalles. Cuando lees las Escrituras, pregúntate siempre: “¿Cómo revela este pasaje a Cristo?” No se trata de una técnica alegórica forzada, sino de discernir el propósito redentor que unifica toda la revelación divina. Si tu lectura bíblica te lleva principalmente a ti mismo y no a Cristo, estás leyendo con los mismos ojos velados que tenían los discípulos en el camino a Emaús.
2. La resurrección da sentido retropectivo al sufrimiento
Lo que los discípulos interpretaron como derrota absoluta era, en realidad, el cumplimiento perfecto del plan divino. “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?” les preguntaría Jesús poco después (v. 26). La cruz, vista a través de la resurrección, se transforma de símbolo de vergüenza a evidencia del amor divino. Esta verdad tiene implicaciones profundas para tus propios sufrimientos. Tus momentos de mayor oscuridad, vistos desde la perspectiva de la resurrección final, revelarán un propósito redentor que ahora está oculto. No minimizo tu dolor actual—es real y significativo. Pero así como la cruz no fue la palabra final en la historia de Jesús, tampoco tu sufrimiento actual será la conclusión de tu historia. Cuando atravieses valles oscuros, recuerda que caminas con el Resucitado, quien conoce el camino a través de la muerte hacia la vida.
3. El Cristo resucitado sigue revelándose a través de su Palabra
El mismo Jesús que abrió las Escrituras para estos discípulos continúa iluminando su Palabra hoy mediante su Espíritu. Nota que estos hombres no reconocieron a Jesús físicamente hasta el momento de partir el pan (v. 30-31), pero retrospectivamente confesaron: “¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras?” (v. 32). Este “ardor” no era mera emoción, sino el testimonio interno del Espíritu Santo confirmando la verdad. Tú puedes experimentar la misma realidad. Cuando abres las Escrituras con humildad y dependencia del Espíritu, no estás simplemente estudiando un texto antiguo; estás encontrándote con el Cristo vivo. La Biblia no es principalmente un libro sobre cómo vivir mejor, sino una revelación de Aquel en quien encontramos vida eterna. Acércate a ella no como un manual de autoayuda, sino como un lugar de encuentro con el Salvador resucitado.
Reflexión y oración
El camino a Emaús nos recuerda que Jesús a menudo camina junto a nosotros cuando menos lo esperamos, incluso en nuestros momentos de mayor desilusión. Los discípulos descubrieron que toda la Escritura, correctamente entendida, revela a Cristo. No eran simplemente historias desconectadas o mandamientos aislados, sino una gran narrativa de redención que culminaba en la cruz y la tumba vacía. Esta comprensión transformó su desaliento en gozo ardiente. La misma transformación está disponible para nosotros hoy cuando permitimos que Cristo, no nuestras presuposiciones, sea el intérprete de la Palabra. Él sigue caminando junto a sus discípulos, abriendo nuestros ojos a verdades que siempre estuvieron allí, pero que nunca habíamos visto plenamente.
Señor Jesús, confieso que a menudo leo las Escrituras con ojos velados, buscando validación para mis propias ideas en lugar de encontrarte a Ti. Abre mi entendimiento como lo hiciste con aquellos discípulos en el camino a Emaús. Muéstrame cómo toda la Biblia revela tu gloria, tu plan y tu amor. Que mi corazón arda dentro de mí mientras me hablas a través de tu Palabra. En mis momentos de desilusión y confusión, ayúdame a recordar que caminas junto a mí, aunque mis ojos no siempre te reconozcan. Gracias porque la historia no terminó en la cruz, sino en la tumba vacía y en tu presencia continua con tus seguidores. Que cada página de la Escritura me lleve más profundamente a conocerte y amarte. Amén.
Lecturas del plan para hoy:
Éxodo 21, Lucas 24, Job 39, 2 Corintios 9