Devocional para el 15 de abril

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Versículo base: «Me dije a mí mismo: “Vamos, probaré el placer y disfrutaré de lo agradable”. Pero también esto resultó ser vanidad.» (Eclesiastés 2:1)

La búsqueda vacía del placer

Hay algo que podemos decir de estos tiempos y es que ha logrado con éxito perfeccionar la maquinaria del placer. Entretenimiento a pedido, experiencias personalizadas, y gratificación instantánea están al alcance de un clic. Prometen felicidad pero entregan algo mucho más efímero. Esta obsesión por el placer como fin último no es nueva – hace tres mil años, un hombre con recursos ilimitados emprendió el mismo experimento con resultados devastadoramente similares.

Entendiendo el pasaje

El libro de Eclesiastés registra la búsqueda existencial de el Qohelet, que es el nombre en hebreo que algunas versiones en español han traducido como El Predicador y que tradicionalmente es identificado como el rey Salomón, por encontrar significado “debajo del sol” – es decir, en el mundo material sin referencia a Dios. En el primer capítulo, exploró el camino de la sabiduría y la búsqueda del sentido de la vida en la observación de los ciclos naturales y lo encontró insatisfactorio. Ahora, en el capítulo 2, se embarca en un experimento deliberado con el hedonismo.

La frase “Me dije a mí mismo” revela la naturaleza calculada de este experimento.Es la implementación de una forma de método científico con el debido registro de observaciones en distintos escenarios donde se puede encontrar placer. Como rey, tenía recursos ilimitados a su disposición. Podía probar lo que la mayoría solo sueña.

Aquí “placer” abarca toda la gama de experiencias sensoriales y deleites que podemos imaginar. El veredicto es contundente: “vanidad” (hebel) – vapor, humo, algo que intentas agarrar pero se te escapa entre los dedos. Los placeres prometían satisfacción pero resultaron vacíos.

Tres verdades bíblicas

El placer no es intrínsecamente malo, pero es un pésimo dios El error del Predicador no fue disfrutar de cosas agradables, sino buscar en ellas un significado último. Los placeres terrenales fueron diseñados por Dios como regalos pero nuestro corazón caído los convierte en dioses. Cuando elevas el placer al estatus de fin último, paradójicamente pierde su capacidad para deleitar verdaderamente.¿Cómo están tus prioridades? ¿Estás organizando tu vida alrededor de experiencias placenteras esperando que te proporcionen sentido? El placer que Dios otorga es más satisfactorio cuando lo recibimos como regalo en lugar de verlo como un derecho o meta final.

La adicción al placer es un ciclo de rendimientos decrecientes El Predicador descubrió lo que cada adicto eventualmente aprende: los placeres requieren dosis cada vez mayores para producir el mismo efecto. Esta escalada inevitable conduce al hastío. Así como nunca se llena el mar, nunca se sacia el ojo de ver ni el oído de oír. Lo que hoy te entretiene, mañana te aburre, dejándote en un ciclo interminable de búsqueda. Pregúntate: ¿Encuentras que necesitas estímulos cada vez más intensos para experimentar satisfacción? Esta es la señal de que has caído en la trampa que el Predicador está describiendo.

Cristo redime nuestros placeres dándoles su propósito correcto La respuesta cristiana al dilema del Predicador no es el camino estoico de rechazar todo placer, sino mas bien redimirlo. Cristo vino para que “tengamos vida en abundancia”, transformando nuestros deleites de fines en medios.

El placer redimido por Cristo apunta más allá de sí mismo hacia su Creador. Esta es la visión “por encima del sol” en la que los placeres se ven de otro color. En Cristo, cada experiencia de gozo se convierte en una ventana hacia la alegría eterna que Él ofrece. Cuando disfrutas algo hoy, pregunta: ¿Me está acercando esto a Dios o sustituyéndolo? ¿Estoy glorificando a Dios o me estoy glorificando a mi mimo?

Reflexión y oración

El gran problema con nuestra búsqueda del placer no es que lo anhelemos demasiado, sino que nos conformamos con muy poco. Los placeres de este mundo, por maravillosos que sean, son solo sombras de la alegría para la que fuimos creados. No están diseñados para satisfacernos completamente, sino para despertar en nosotros un hambre por algo más duradero. Los deleites terrenales son anticipos que Dios nos concede para que anhelemos la eternidad.

Padre, perdóname por las veces que he buscado en los placeres temporales lo que solo Tú puedes dar. Gracias porque no condenas mi deseo de disfrutar, sino que quieres redimirlo y dirigirlo hacia Ti. Ayúdame a recibir cada experiencia agradable como un regalo de tu mano, un reflejo tenue de la alegría que has preparado en tu presencia. Que los deleites de hoy no sean mi destino final sino señales que me dirijan hacia Ti, la fuente de todo gozo verdadero. En el nombre de Jesús, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

Levítico 19, Salmos 23-24, Eclesiastés 2, 1 Timoteo 4

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.