Devocional para el 16 de abril

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Versículo base: «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.» (Eclesiastés 3:1,)

Los tiempos soberanos de Dios

El tiempo – esa dimensión invisible que gobierna cada latido de nuestra existencia. Podemos transmitir mensajes al otro lado del mundo en segundos, manipular la materia a nivel atómico, pero el tiempo sigue siendo indomable. No podemos detenerlo, acelerarlo o retrocederlo. Continúa su marcha inexorable, indiferente a nuestros planes y deseos.

Entendiendo el pasaje

En el capítulo 3 de Eclesiastés, el tono del Predicador cambia sutilmente. Su voz, hasta ahora cargada de frustración, adopta un matiz distinto – no de rendición, sino de reconocimiento; no de desesperación, sino de serenidad. Después de concluir el capítulo anterior con un destello de esperanza (el disfrute simple de la vida como don divino), ahora avanza hacia una comprensión más profunda: si Dios es el dador de todo bien, entonces también los tiempos están en Sus manos.

Este poema de catorce pares de contrastes representa un giro crucial en el argumento del libro. El hombre que buscaba desesperadamente imprimir significado a la vida a través de sus propios esfuerzos descubre que el significado ya está inscrito en el orden divino de los tiempos. Los contrastes abarcan toda la experiencia humana: nacimiento y muerte, llanto y risa, guerra y paz. Juntos, forman un tapiz que representa la totalidad de nuestra existencia bajo la soberanía divina.

Tres verdades bíblicas

  1. La resistencia al tiempo de Dios produce frustración Luchamos constantemente contra los tiempos de Dios. Queremos acelerar las estaciones de crecimiento, evitar los momentos de pérdida, extender indefinidamente los períodos de prosperidad. Esta resistencia es una fuente primaria de ansiedad y frustración. Piensa en momentos recientes donde has experimentado frustración – ¿cuántos de ellos resultaron de resistirte a una estación que Dios permitió en tu vida? La paz llega cuando aceptamos que cada estación tiene su propósito, incluso cuando ese propósito permanece oculto a nuestra comprensión limitada.
  2. La vida adquiere ritmo cuando nos movemos con Dios El Predicador no promueve una resignación fatalista ante el destino, sino sabiduría para reconocer que cada momento tiene su propósito en manos del Creador. Hay un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar; ignorar este ritmo divino es cultivar desilusión. Cuando aprendes a moverte en armonía con los tiempos soberanos de Dios, descubres una libertad sorprendente. Tu responsabilidad no es controlar el tiempo, sino responder fielmente dentro del tiempo que Dios te ha asignado. ¿Estás luchando por avanzar en una estación de espera, o resistiéndote a actuar en un momento que requiere movimiento?
  3. El tiempo perfecto de Dios es este tiempo No sé si has escuchado a personas decir con tono de cliché: «El tiempo de Dios es perfecto» para referirse a que por fin aquello que esperaban se cumplió. Yo quiero hacer justicia a esa frase. Los tiempos perfectos de Dios no son aquellos que nos parece que son perfectos, incluso la espera o los momentos desagradables son también el tiempo perfecto. Debemos abrazar la idea de que nuestra vida se mueve de acuerdo con su voluntad. Reímos y encontramos propósito en ello cuando nos toque, pero lloramos y encontramos también propósito en ello cuando nos toque. El tiempo está en manos del Señor y también nuestra vida.

Reflexión y oración

El sentido de la vida no está en dominar el tiempo, sino en aceptar que los tiempos están en control de Dios, no en el nuestro. Esta verdad no nos exime de responsabilidad, pero coloca nuestra responsabilidad en el contexto apropiado. No somos dueños del tiempo, sino administradores de los momentos que Dios nos confía. Cuando comprendemos esto, dejamos de luchar contra las estaciones de nuestra vida y comenzamos a preguntarnos: “¿Qué quiere Dios enseñarme y hacer a través de mí en esta estación particular?”

Padre celestial, reconozco que he luchado contra los tiempos que has establecido para mí. He querido acelerar estaciones de crecimiento, evitar momentos de pérdida, y controlar lo que solo Tú puedes ordenar. Hoy elijo rendirme a Tu ritmo divino. Dame sabiduría para discernir la estación en la que me encuentro y fidelidad para moverme en armonía con Tu propósito en ella. Ayúdame a confiar que cada momento de mi vida, desde el nacimiento hasta la muerte, está sostenido por Tu mano soberana. En el nombre de Jesús, quien redimió nuestro tiempo cuando entró en él. Amén.

*Lecturas del plan para hoy:

Levítico 20, Salmos 25, Eclesiastés 3, 1 Timoteo 5

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.