Devocional para el 23 de julio

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Versículo base: «Hija, tu fe te ha sanado; vete en paz y queda sana de tu aflicción» (Marcos 5:34, NBLA)

La fe que restaura más que el cuerpo

Esta es una de las historias más conocidas de los evangelios, pero también una de las más dramáticas. Una mujer que había sufrido doce años con un flujo de sangre, que había gastado todo lo que tenía en médicos y había empeorado en lugar de mejorar. Pero su historia va mucho más allá del sufrimiento físico. Era una mujer marcada por la aflicción, aislada de la sociedad, excluida del templo, considerada impura por la ley. Y sin embargo, en un momento de fe desesperada, se acerca a Jesús y todo cambia. Esta historia nos enseña mucho sobre nuestra propia necesidad, pero aún más sobre el Señor como aquel que suple todas nuestras necesidades de maneras que van más allá de lo que podemos imaginar.

Entendiendo el pasaje

Para entender realmente lo que está pasando aquí necesitamos ver que Marcos 5 es una demostración sistemática del poder absoluto de Cristo. Jesús ya había mostrado su autoridad sobre la naturaleza al calmar la tormenta, sobre los demonios al liberar al gadareno, y pronto mostraría su poder sobre la muerte al resucitar a la hija de Jairo. Ahora, intercalado en esa última historia, encontramos su poder sobre la enfermedad y, más profundamente, sobre la impureza ritual que separaba a las personas de Dios.

Según la ley de Moisés en Levítico 15, cualquier mujer con flujo de sangre continuo era considerada ceremonialmente impura. Todo lo que tocara quedaba contaminado, y cualquiera que la tocara también se volvía impuro. Esto significaba que durante doce años esta mujer había vivido en aislamiento social y espiritual completo. No podía entrar al templo, participar en la vida religiosa de la comunidad, o siquiera tener contacto físico normal con otras personas. Su condición no era simplemente médica; era social, emocional y espiritual.

Veamos en consistió su ejercicio de fe: se acercó por detrás entre la multitud y tocó el borde del manto de Jesús. Según la ley, ella lo estaba contaminando a él. Pero en lugar de contaminar a Jesús, su toque desesperado liberó poder sanador. Y la respuesta de Cristo es extraordinaria: la llama “hija”, un término de afecto que restaura su dignidad, y le dice “vete en paz”. Esta última frase es significativa porque era la declaración que los sacerdotes hacían cuando alguien era declarado limpio ceremonialmente. Jesús actuó como sumo sacerdote, declarándola restaurada tanto física como espiritualmente.

Tres verdades bíblicas

  1. El Señor usa nuestros problemas menores para resolver nuestro problema mayor Esta mujer vino buscando sanidad física, pero recibió mucho más. Su enfermedad la llevó a Cristo, y Cristo le dio restauración completa. Así trabaja Dios frecuentemente en nuestras vidas. Permite circunstancias difíciles, pérdidas, frustraciones o enfermedades que nos impulsan hacia él. No es que Dios cause el mal, pero sí usa nuestras crisis para llevarnos a buscar lo que realmente necesitamos. Esa presión financiera, esa relación rota, ese diagnóstico inesperado pueden ser el instrumento que Dios usa para llevarte a una relación más profunda con él. No desprecies las circunstancias que te hacen buscar a Dios con más intensidad.
  2. Aunque estamos separados del Señor, Él no rechaza a los que se acercan a Él Por la ley, esta mujer era intocable, pero Jesús no la rechazó. Al contrario, cuando ella se acercó con fe, él la recibió con compasión. Puede que sientas que tu pasado, tus errores, o tu condición actual te descalifican para acercarte a Dios. Tal vez pienses que has estado demasiado lejos, que has fallado demasiadas veces, o que tu situación es demasiado complicada. Pero Cristo no rechaza a nadie que se acerca a él con fe genuina. No importa cuán impuro te sientas o cuán separado hayas estado, él te recibe cuando vienes a él con un corazón sincero.
  3. La fe nos devuelve a una comunión restaurada con el Señor Esta mujer representa a cada uno de nosotros. Como ella tenía un flujo de sangre que la separaba de Dios y de la comunidad, nosotros tenemos algo que nos separa: nuestro pecado. Pero así como ella fue restaurada por fe, nosotros también podemos ser reconciliados con Dios por medio de la fe en Cristo. Este es el corazón del evangelio: Cristo derramó su sangre para que nuestro pecado ya no nos separe de Dios. Cuando vienes a él por fe, no solo recibes perdón, recibes paz, restauración completa y la bienvenida de vuelta a la familia de Dios. Ya no eres un extraño, sino un hijo, una hija amada.

Reflexión y oración

La fe verdadera siempre encuentra a Cristo accesible. Él no rechaza a los desesperados, a los impuros, a los que han perdido la esperanza. Su poder toca más profundamente que nuestros problemas superficiales. Lo que pensamos que necesitamos es sanidad; lo que realmente necesitamos es restauración completa con Dios.

Señor, gracias porque cuando me acerco a ti con fe, no me rechazas por mi condición o mi pasado. Así como sanaste a esta mujer y la restauraste completamente, te pido que obres en mi vida. Úsame en mis dificultades para acercarme más a ti. Que mi fe toque tu poder sanador y que experimente esa paz que viene de saber que soy tu hijo, limpio y restaurado por tu gracia. Ayúdame a vivir en la libertad de esa restauración. En tu nombre, amén.

*Lecturas del plan para hoy:

Jueces 6, Hechos 10, Jeremías 19, Marcos 5

*Este devocional está basado en el plan de lecturas de Robert Murray M'Cheyne

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.