Devocional para el 7 de mayo

Versículo base: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.” (Hebreos 12:1, NBLA)

El anfiteatro de la fe

Todos estamos familiarizados con la imagen de un coliseo de las antiguas culturas grecorromanas. Eran lugares en los que se practicaban toda clase de deportes y son precursores de nuestros modernos juegos olímpicos. Imagina por un momento ese escenario: un estadio lleno de espectadores, atletas preparados para competir, entrenados durante años para un momento específico. El silencio antes de la carrera, la expectativa, los cuerpos tensos listos para lanzarse a la pista.

Entendiendo el pasaje

El autor de Hebreos escribe a una audiencia perseguida, experimentando sufrimientos y considerando alejarse de la fe. Después de haberles recordado la superioridad de Cristo sobre todo lo demás, ahora los exhorta a perseverar. La palabra “por tanto” conecta este capítulo con todo lo anterior, especialmente con el capítulo 11 donde ha presentado a los héroes de la fe.

En esta poderosa imagen del anfiteatro, los creyentes del Antiguo Testamento no son simplemente ejemplos históricos, sino testigos vivos que rodean a los actuales corredores. Son como espectadores en las gradas de un estadio, observando cómo continuamos la carrera que ellos comenzaron. El autor cambia la metáfora: ya no son solo peregrinos buscando una patria celestial, ahora son atletas en un relevo espiritual, donde Cristo es tanto el ejemplo supremo como la meta final que da sentido a cada paso difícil del camino.

Tres verdades bíblicas

  1. Para avanzar en la carrera debemos despojarnos del pecado “Despojarse de todo peso” evoca la imagen de atletas que se quitan cualquier prenda innecesaria que pudiera estorbarles. A veces no avanzamos en nuestra vida cristiana, no por los sufrimientos externos, sino por pecados internos que nos negamos a soltar. Examínate honestamente: ¿Hay algo que sabes que debes abandonar pero sigues aferrándote a ello? Quizás culpas a Dios o a otros por dificultades que en realidad son consecuencia de tus propias decisiones. La santidad no es opcional en esta carrera; es parte esencial del equipamiento para correr bien.
  2. La mirada en Cristo transforma nuestra perspectiva del sufrimiento Nuestros padecimientos deben evaluarse a la luz de lo que Cristo soportó. Muchos de nuestros “sufrimientos” no son reales, sino el dolor de amar demasiado las cosas temporales. Te duele dejar algo, no porque estés renunciando a ello por seguir a Cristo, sino porque tu corazón está más apegado a lo material que a lo eterno. Los padres del Antiguo Testamento veían borrosamente la obra redentora y encontraron consuelo; cuánto más nosotros, que podemos contemplar claramente la cruz. Cristo estableció el estándar definitivo de lo que significa sufrir con propósito y por amor.
  3. El dolor en nuestra vida tiene un propósito redentor Cada caída y cada dolor que experimentas tiene el propósito de hacerte correr mejor. Los sufrimientos que no provienen de tu pecado ni de tu inclinación material son parte de la soberanía divina para perfeccionarte. Como un entrenador exigente que trabaja los músculos de su atleta hasta el dolor para prepararlo para la competencia, Dios disciplina a los que ama. A nadie le gusta sufrir, pero en la sabiduría divina, todo padecimiento tiene como propósito hacerte más santo. La próxima vez que enfrentes una dificultad, pregúntate: ¿Qué está intentando enseñarme mi Padre celestial a través de esto?

Reflexión y oración

Somos peregrinos, extranjeros, pero también corredores en una carrera donde el pecado, el materialismo y la falta de enfoque en el propósito del sufrimiento nos estorban constantemente. El evangelio nos muestra a Cristo, quien soportó la cruz, menospreciando el oprobio, por el gozo puesto delante de él. Ninguno de nosotros sufre hoy hasta la sangre, y aunque llegara ese día, sabemos que la eternidad será nuestra ganancia definitiva.

Padre celestial, gracias porque no corro solo en esta carrera. Me has rodeado de testigos fieles que han completado su recorrido y me animan con su ejemplo. Ayúdame a identificar los pecados que me estorban y dame valor para desprenderme de ellos. Cuando el sufrimiento llega, recuérdame que tu mano paternal me está moldeando para mi bien. Como un padre que corrige por amor, sé que permites dificultades para forjar mi carácter. Quiero decir con todo mi corazón: ¿Cómo recibiré de ti el bien y el mal no? Tú eres fiel, soberano y justo. Bendito sea tu nombre en todo tiempo. Amén.

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Jacobis Aldana, pastor Iglesia Bíblica Soberana Gracia

Sobre el autor de este devocional diario

Este devocional es escrito y narrado por el pastor Jacobis Aldana. Es licenciado en Artes Teológicas del Miami International Seminary (Mints) y cursa una Maestría en Divinidades en Midwestern Baptist Theological Seminary; ha servido en el ministerio pastoral desde 2011, está casado con Keila Lara y es padre de Santiago y Jacobo.